Justos de fuerzas

Los Guardiolas salieron justos de fuerzas. Servidor no est¨¢ de acuerdo con la expresi¨®n, pero es lo que se lleva. "Justos de fuerzas" es frase recurrente que, como el tres-en-uno, vale para todo. Sacan una corrida inv¨¢lida, y diciendo que era "justa de fuerzas" los taurinos y los gacetilleros, quedan bien con el ganadero, los toreros, la empresa y el sursuncorda, que es de lo que se trata.Lo de Bilbao fue justo de fuerzas en el sentido de que no se ten¨ªa en pie. Lo de Bilbao, si se expresa sin ponerle parches a la realidad de la vida, constituy¨® una verg¨¹enza, y provoc¨® un aburrimiento supino. Lo de Bilbao, se repite, y deja pasto de la p¨¦rfida Helicobacter pylori a la inocente afici¨®n.

Del fracaso de los toreros echar¨¢n ahora la culpa a los toros: resultaban deslucidos, hab¨ªa que porfiarlos, no transmit¨ªan... He aqu¨ª otro hallazgo de los taurinos y los gacetilleros que les siguen el juego: la transmisi¨®n. Los toros -gran s¨ªntesis de la ciencia t¨¢urica- se dividen en los que transmiten y los que no transmiten. O sea, unos tienen micr¨®fono y otros van de oyentes. Lo que no se suele mencionar, sin embargo, es el toreo que los diestros les hacen a estos toros oyentes. Pues no es lo mismo endilgarlos pases que interpretarlos el toreo verdadero. Ni El Califa, ni Uceda Leal, ni Juan Bautista intentaron hacer el toreo verdadero. Ni por casualidad lo intentaron. Vamos, que ni locos.

Para empezar, ninguno de los tres dio ni una ver¨®nica. Se dice pronto. La ver¨®nica, base del toreo de capa, lance inexcusable en toda lidia a lo largo de la historia de la tauromaquia, ni la dieron ni la intentaron. Se hac¨ªan presentes para recibir al toro, le fregoteaban unos apurados trapazos perdiendo terreno, alguna rara vez acababan fingiendo media ver¨®nica o tirando una larga, y casi siempre dejaban que el toro escapara a su aire, sin rematar ni nada.

Tampoco se crea que el p¨²blico se lo reprochaba. El p¨²blico ya se est¨¢ acostumbrando a esa nueva fiesta que trajeron hace una d¨¦cada una cuadrilla de coletudos incompetentes con la ayuda de otra -civil-, cara dura y golfante; y si no hay ver¨®nicas o ninguna de las restantes suertes fundamentales del arte de torear, le trae sin cuidado. Con las posturas de los pegapases el p¨²blico actual se conforma.

Y le conform¨® la tosquedad, el gusto montaraz, la destemplanza, la falta de recursos de El Califa, incapaz de hacerles a sendos borregos tullidos faenas de mediano ajuste y reuni¨®n. Pegaba pases malos El Califa y el p¨²blico bilba¨ªno aguantaba pacientemente sin ponerse de los nervios; tiene m¨¦rito. Con la espada estuvo peor el diestro, aunque podr¨ªa ser consecuencia de una herida que padece en la mano derecha.

Los compa?eros de terna del mencionado coletudo no se crea que rayaron a mayor altura. S¨®lo disimularon mejor el pegapasismo, pues utilizan formas galanas. El fundamento es el mismo, pero dan cierto color y alegr¨ªa al derechazo, y hasta puede que los exegetas de la norma sagrada las eleven a la categor¨ªa de arte. Pl¨²mbeo estuvo Uceda Leal con un inv¨¢lido aborregado de Guardiola. Mas devuelto el quinto precisamente por su invalidez, le sustituy¨® un torillo terciado de Jos¨¦ Miguel Arroyo que pele¨® en dos varas, sac¨® casta, desarroll¨® nobleza, y Uceda Leal pudo darle a su sabor una interminable sesi¨®n de derechazos. Llevaba el hombre nueve minutos de derechazos cuando se ech¨® la muleta a la izquierda. Claro que no son horas, a los nueve minutos, de salirse con naturales y los que dio no parecieron quedar bien. Oy¨® un aviso y la faena, que debi¨® ser de oreja, se qued¨® en una cort¨¦s ovaci¨®n debida a la proverbial cortes¨ªa del p¨²blico bilba¨ªno.

Las intervenciones de Juan Bautista no remontaban el nivel de aburrimiento profundo que se tra¨ªan los tres espadas. Al borrego inv¨¢lido que hizo tercero le aplic¨® faena superficial. Al noble y flojito sexto, un mont¨®n de naturales sin especial relieve. Se volc¨® al matar, sali¨® del trance cogido y el dramatismo del percance le vali¨® una oreja. Tan justa de m¨¦ritos como las fuerzas de los animalitos de dios que soltaron para escarnio de la fiesta. Pero le vale para la estad¨ªstica. Y, adem¨¢s, menos da una piedra.