Cuesti¨®n de pundonor
El Juli cort¨® una oreja y sus compa?eros de terna no. El Juli entusiasm¨® al p¨²blico y sus compa?eros de terna no. Cuesti¨®n de pundonor. Porque El Juli intent¨® el toreo, a veces lo hizo, se arrim¨® de firme, y sus compa?eros no.Esto de los toreros pundonorosos no es cuesti¨®n balad¨ª. En ocasiones tal virtud es objeto de menosprecio por parte de los aficionados, pues en el toreo ponderan con preferencia el arte. Y a lo mejor tienen raz¨®n al elegir. S¨®lo que la creaci¨®n del arte constituye una quimera para la actual baraja de matadores.
Finito de C¨®rdoba y Morante de la Puebla, con El Juli -que compon¨ªan el cartel- son buen ejemplo para estas sesudas reflexiones sobre el arte y el pundonor, que en otros pagos llaman er peyisco y la volunt¨¢.
Finito de C¨®rdoba y Morante de la Puebla, toreos de arte y pellizco, lo fing¨ªan componiendo posturas pintureras y haciendo dengues y repulgos, mientras El Juli, cuya voluntariosa entrega pocos niegan, realizaba valeroso y ce?ido el toreo de parar, templar y mandar, que es justo el que cumple las reglas del arte sentadas por la tauromaquia eterna.
Lo que es la vida.
Claro que del toro se tiene que hablar. Y el toro que salt¨® a la negra arena del coso bilba¨ªno, de semejante condici¨®n ¨²nicamente tra¨ªa el nombre pues compareci¨® sin trap¨ªo, anovillado y mocho, padec¨ªa invalidez y se comport¨® como borrego.
As¨ª es el famoso toro de Bilbao: un borrego.
Y si hab¨ªa borregos en el redondel, calificar de pundonor o de arte lo que llegaran a hacerles los toreros resulta excesivo. De manera que menos pundonor por parte de El Juli, menos arte por parte de Finito y de Morante, y menos lobos en el redondel.
Las actuaciones de estos dos ¨²ltimos daban pena. Les aplaudieron mucho a ambos, porque en Bilbao se aplaude todo, pero las precauciones que se tomaban y las maneras que emplearon para torear produc¨ªan verg¨¹enza ajena.
T¨¦ngase en cuenta que toreaban borregos. Y estos inocentes animalitos, quebradizos y trastabillones, acud¨ªan sumisos a los enga?os sin plantear ning¨²n problema. De donde andarles con precauciones para instrumentarles arteras suertes carece de sentido y tiene dif¨ªcil perd¨®n.
Finito de C¨®rdoba, nulo con el capote, toreaba fuera cacho, con el pico y tumb¨¢ndose para embarcar distante y rematar lejos las embestidas. Morante de la Puebla, que instrument¨® algunas buenas ver¨®nicas a su primer toro (a su segundo, ninguna), parec¨ªa incapaz de ligar los pases.
Morante de la Puebla daba el pase, no sin demasiado temple y apretaba a correr. Terminada la carrera volv¨ªa a citar. O bien cortaba la supuesta tanda y se pon¨ªa a mecer el cuerpo, la franela a comp¨¢s, con las trazas del que est¨¢ tocado por los duendes y va a iniciar otra de sublime composici¨®n. Ven¨ªa luego la otra y de lo dicho, nada: repet¨ªa los modos, las formas, las carreras, la falta de coraje, la ausencia de torer¨ªa.
El Juli fue el ¨²nico de los tres espadas que entr¨® de verdad a quites, con resultados aleatorios; despu¨¦s banderille¨® sin gracia y mulete¨® con decisi¨®n. Sus dos faenas siguieron un ritmo ascendente. Ambas las inici¨® toreando con alivios y una espantosa vulgaridad y, en cambio, a las pocas tandas, ya se estaba centrando, ya cargaba la suerte, ya provocaba y somet¨ªa las renuentes embestidas de los respectivos borregos con valor y mando.
Al tercero lo mat¨® mal y dej¨® perder el triunfo que hab¨ªa ganado; al sexto de un estoconazo volc¨¢ndose, del que sali¨® empitonado, y gan¨® una oreja pedida por el p¨²blico con aut¨¦ntica pasi¨®n.
S¨ª, no ser¨¢ El Juli hijo de Joselito y Belmonte convertidos en pareja de hecho, pero los dem¨¢s tampoco. Y ni siquiera tuvieron pundonor para quedarse quietos y emplearse a fondo en el ex¨®tico asunto ese de parar, templar y mandar.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.