SEGUIR? LA FIEBRE DEL S?BADO NOCHE
Gracias al bombardeo de ofertas de entretenimiento en casa, reclamaremos experiencias en directo que estimulen nuestros sentidos, nos dejen alucinados y nos provoquen respeto. Cre¨ªamos que el cine iba a acabar con el teatro. Cre¨ªamos que la televisi¨®n iba a acabar con el cine. Ahora nos preguntamos si el v¨ªdeo, el ordenador y las im¨¢genes de realidad virtual har¨¢n que nos quedemos en el sof¨¢ el s¨¢bado por la noche.Lo dudo. El entretenimiento funciona como un acontecimiento privado pero tambi¨¦n social. El v¨ªdeo no ha evitado que la gente vaya a los multicines, al igual que un combate de boxeo de pago por visi¨®n no evita que los aficionados deseen tener un asiento junto al cuadril¨¢tero. Los sentidos son una parte muy importante de la experiencia. Los espacios y los recintos arquitect¨®nicos definen nuestra relaci¨®n con un acontecimiento. Uno puede rezar en su casa. Pero una iglesia, una mezquita o una sinagoga da magnitud, gracia y una sensaci¨®n reforzada de espiritualidad. La gente se aferra a lo ritual. Da estructura al caos.
Necesito ese respeto en mi vida. La experiencia de Internet no me impone respeto. El acto de sentarme delante del ordenador es antiest¨¦tico y poco sensual. Denme una voz humana con el correo electr¨®nico. Me gusta el tono de la voz y la connotaci¨®n. Por supuesto, aprecio la comodidad cuando utilizo un buscador para encontrar regalos, lugares de vacaciones o alguna informaci¨®n. Pero como forma de pasar el tiempo libre, no es para m¨ª. La red mundial, cuanto m¨¢s parece acercarnos, en realidad m¨¢s nos aleja. Sencillamente es demasiado segura, demasiado an¨®nima y demasiado antis¨¦ptica con todos esos n¨²meros y letras. Sucias manchas de tinta, por favor. ?Qui¨¦n no prefiere rasgar un sobre cerrado?
Cuando lleg¨® la televisi¨®n por cable para ampliar nuestras posibilidades visuales, se multiplic¨® la basura descerebrada que hay que vadear para encontrar algo que merezca la pena ver. Hay tanta informaci¨®n corriendo desenfrenadamente que el objeto de deseo ha quedado totalmente oscurecido. ?Qu¨¦ deseo satisface el entretenimiento? Queremos que nos impresionen emocionalmente, que nos conmuevan visceralmente, tal vez que desaf¨ªen las mentes o que las estimulen. Cuando entramos en el mundo de un narrador de historias viajamos a un lugar diferente. Algunos lo llaman evasi¨®n; otros, experiencia.
Experiencia sensorial. Vivimos dentro de nuestros cuerpos. Nuestro coraz¨®n late m¨¢s r¨¢pido cuando sentimos miedo; nuestros ojos lloran cuando nos emocionamos. Ning¨²n desarrollo tecnol¨®gico, por grande que sea, puede alterar nuestros instintos b¨¢sicos. Si vemos una pel¨ªcula en una gran sala de cine la experiencia es el doble de intensa, no por el tama?o de la pantalla, sino por la energ¨ªa del p¨²blico.
Coliseos, estadios de f¨²tbol, conciertos de rock: participar en la acci¨®n, en comparaci¨®n con no ser m¨¢s que un mir¨®n, es algo tan viejo como el ritual de la representaci¨®n. Pero mayor no significa necesariamente mejor. El teatro independiente de Broadway funciona muy bien en la actualidad y la intimidad f¨ªsica del acontecimiento en directo tiene mucho que ver con su ¨¦xito. Sentir que la presencia de uno influye en el acontecimiento tal vez se convierta en algo cada vez m¨¢s importante cuando en el siglo XXI pretendamos que nos entretengan.
No tengo dudas de que el teatro seguir¨¢ existiendo. Su car¨¢cter ef¨ªmero, su vulnerabilidad al error, su humanidad b¨¢sica constituyen un atractivo sin igual. Su supervivencia depender¨¢ de la tensa interacci¨®n entre lo crudo y lo cocido, el equilibrio entre alta y baja tecnolog¨ªa, entre esp¨ªritu primigenio e invenci¨®n cultural. El teatro en directo incorporar¨¢ la proyecci¨®n digital tridimensional. Y ya me imagino pel¨ªculas que salen de la pantalla plana para invadir el espacio.
Con la acometida de la interactividad, sin duda habr¨¢ experiencias f¨ªlmicas en las que el espectador pueda controlar el desarrollo de la historia. Si somos apartados de la conveniencia y la comodidad de nuestro centro de entretenimiento casero, ser¨¢ por una experiencia que nos d¨¦ algo ¨²nico.
Mientras nos entusiasmamos por los cambios en el estilo de vida que la tecnolog¨ªa traer¨¢ consigo, las cuestiones esenciales de sustancia y calidad de contenidos nunca parecen cambiar. Fue necesaria la visi¨®n de un artista para imaginar y crear el Taj Mahal. La tecnolog¨ªa no es capaz de imaginar, no es m¨¢s que una herramienta. Conf¨ªo en la visi¨®n e imaginaci¨®n de los artistas que utilizar¨¢n estos medios para contar las viejas historias de un modo nuevo.
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