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Excursionistas y ba?istas siguen desperdigados por la geograf¨ªa como si el tiempo de la fiesta no fuera a terminar nunca, aunque la luz sesgada del sol nos dice que estos d¨ªas, m¨¢s breves ya, son los ¨²ltimos. Paseo con melancol¨ªa entre vi?as verdes junto al mar, desparramadas las vides sobre la tierra por el peso de las uvas, y descanso bajo una higuera donde el olor acre de los frutos maduros atrae una quejumbrosa nube de abejas.S¨ª, el tiempo de la fiesta se acaba y me vienen ahora a la mente tantos desheredados del verano asesinados por la sinraz¨®n, maltratados por la polic¨ªa, abandonados a su patera, perdidos en la mar, devueltos al horror de la desesperanza.
Nuestra cultura, diga lo que diga, no se siente concernida por los derechos humanos: "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos...". Eso creemos mientras no afecte nuestros mercados ni nuestra pretendida superioridad, mientras ellos se mantengan donde les ordenamos y se atengan a lo que decidimos. Libres s¨ª, e iguales, pero de tercera.
Es cierto, reflexiono, que econ¨®micamente estamos mejor que hace veinticinco a?os, sin embargo no hemos avanzado un ¨¢pice en el afianzamiento de la justicia, la igualdad y la libertad universales.
Me levanto para volver a casa, el viento arrecia y el cielo se oscurece. Miro el camino vac¨ªo por el que tantas veces vi pasar la pareja de la guardia civil y de pronto siento nostalgia de la seguridad perdida. ?Qui¨¦n nos iba a decir, a m¨ª y a los que viven en el campo, que un d¨ªa echar¨ªamos de menos a la Benem¨¦rita y sus inagotables rondas por parajes deshabitados? Y es que en esto tampoco hemos mejorado: ahora, cuando hay peligro, se llama en horas de oficina a los mossos d'esquadra y ellos nos asesoran desde la silla. En Catalu?a por lo menos.
La vacaci¨®n es demasiado propicia a la fantas¨ªa de lo que pudo haber sido y no fue, y con ella a la decepci¨®n. Ser¨¢ que, como dec¨ªa Jaime Gil de Biedma, quiz¨¢ tengan raz¨®n los d¨ªas laborables.
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