Europa, sin duda
El pasado 28 de julio fue presentado un primer proyecto de la Carta de los Derechos Fundamentales de la Uni¨®n Europea. Se trata de una cuesti¨®n relevante para la construcci¨®n de una Europa que pueda, alg¨²n d¨ªa, dejar de ser un objetivo pol¨ªtico no identificado e ingresar en el club de instituciones que merecen el calificativo de democr¨¢tico. La Carta merece muchas observaciones; la fundamental es que resulta insuficiente y manifiestamente mejorable. Pero desear¨ªa poner de relieve otra cosa: esta cuesti¨®n, como otras, est¨¢ pasando pr¨¢cticamente inadvertida.No podemos dejar de sentirnos preocupados por ¨¦ste y otros temas y por la ausencia de un debate que comprometa a la participaci¨®n de la sociedad civil europea. En este momento, la Uni¨®n Europea se encuentra inserta en un proceso decisivo para su futuro: la ampliaci¨®n en curso exige reformas institucionales que se desarrollan en una Conferencia Intergubernamental que culminar¨¢ en Niza a finales de este a?o. ?Y qu¨¦ es lo que conoce la ciudadan¨ªa europea de esta situaci¨®n? Entre muy poco y casi nada. Podemos incluir m¨¢s motivos de preocupaci¨®n. Y es que van a obviarse temas sustantivos para avanzar en la democratizaci¨®n del proyecto de construcci¨®n europea. Si todo queda reducido a las reformas m¨ªnimas, imprescindibles para impedir el colapso institucional, Europa habr¨¢ perdido una oportunidad hist¨®rica de acometer un debate serio sobre su futuro pol¨ªtico, sobre su arquitectura institucional y jur¨ªdica, sobre la relaci¨®n entre Estados, o sobre el papel de Europa en el mundo.
Seguramente, las fuerzas pol¨ªticas tenemos una parte de responsabilidad, pero la responsabilidad esencial tiene que buscarse en el modelo de construcci¨®n europea que se desarrolla y en los sujetos pol¨ªticos y sociales que la alientan y promueven.
Desde el Tratado de Maastricht, el proceso de construcci¨®n europea ha buscado un camino propio para responder a los desaf¨ªos de la globalizaci¨®n marcado por las exigencias externas de la l¨®gica economicista y un repliegue interno de las fuerzas pol¨ªticas que optaban por un modelo alternativo. Hoy existe una importante coincidencia sobre las principales consecuencias de este proceso globalizador: el crecimiento de la desigualdad y de la asimetr¨ªa de poder y recursos entre pa¨ªses y entre regiones. La geograf¨ªa de la desigualdad se ha hecho m¨¢s compleja e intrincada y su indeseado rostro se ve ahora caminando tambi¨¦n por nuestras ciudades.
El modelo seguido ha privilegiado el reforzamiento de los mecanismos de lo que se ha dado en llamar la integraci¨®n negativa: la eliminaci¨®n de las trabas, normas e instituciones que dificultan o limitan la libre circulaci¨®n de los factores m¨®viles de la producci¨®n, acompa?ada de sanciones para los que incumplen las obligaciones contra¨ªdas. Este proceso, que tiene como protagonistas a la Comisi¨®n y el Tribunal de Justicia, se ha desarrollado con ¨¦xito para sus intereses y ha tenido como resultado la Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria. Su representaci¨®n m¨¢s emblem¨¢tica es un euro sujeto a los vaivenes de un mercado virtual muy alejado de la cotidianidad de la ciudadan¨ªa.
La integraci¨®n positiva, es decir, la construcci¨®n de una econom¨ªa europea digna de tal nombre, no ha alcanzado un nivel equivalente y no es previsible que lo consiga a medio plazo. Estamos muy lejos de poder llegar a acuerdos en cuestiones como armonizaci¨®n fiscal, una hacienda com¨²n, recursos presupuestarios suficientes para acometer los desaf¨ªos presentes y en perspectiva. Sin estos instrumentos dif¨ªcilmente podremos asegurar una pol¨ªtica social y laboral orientada realmente al pleno empleo y la garant¨ªa de derechos. Ser¨¢n impensables estrategias sociales y pol¨ªticas que ofrezcan soluciones dignas y humanitarias al problema de la inmigraci¨®n o la desigualdad norte-sur.
Esta primera asimetr¨ªa ha reforzado la agenda econ¨®mica neoliberal estimulando las liberalizaciones y privatizaciones y da?ando en algunos casos la provisi¨®n de servicios sociales por parte de los Estados. El resultado final es que el modelo econ¨®mico en curso resulta exquisitamente funcional al actual proceso de globalizaci¨®n.
La segunda asimetr¨ªa agudizada por este proceso es la que se da entre el grado de integraci¨®n econ¨®mica y pol¨ªtica. El tradicional y creciente desequilibrio entre la integraci¨®n econ¨®mica y la ausencia de un dise?o pol¨ªtico-institucional para la Uni¨®n puede encontrar su explicaci¨®n en la conjunci¨®n de variables hist¨®ricas o de coyuntura; puede acomodarse mejor que otras opciones a comprensibles temores relacionados con la identidad y la tradici¨®n, pero ya no nos parecen inocentes; sobre todo, no pueden seguir pareci¨¦ndonos inevitables. Vivimos momentos decisivos para la construcci¨®n europea y reclamamos el protagonismo de una sociedad civil que tiene que ser europea. Si este modelo de construcci¨®n europea exige la indiferencia, el silencio o la apat¨ªa de la ciudadan¨ªa, entonces necesitamos elegir otras alternativas.
Tenemos algunas ideas que queremos someter al debate p¨²blico porque publicidad y debate es lo que necesita hoy la construcci¨®n europea..., y democracia, mucha democracia.
En primer lugar creemos conveniente convertir en pol¨ªticamente indeseable lo que hoy es una evidencia: el desarrollo del actual modelo de construcci¨®n europea produce una creciente p¨¦rdida de derechos y de desustancializaci¨®n de las democracias nacional-estatales, sin que aparezca ni siquiera de modo incipiente un dise?o institucional que compense esta p¨¦rdida.
Sin embargo, este proyecto est¨¢ lejos de haberse consolidado de manera definitiva y aparece en pugna con otros modelos m¨¢s proclives a lo que podr¨ªamos denominar: capitalismo regulado. El proyecto neoliberal dominante tiene por objetivo intentar aislar los mercados de cualquier interferencia pol¨ªtica mediante el impulso de una amplia integraci¨®n econ¨®mica bajo la fragmentaci¨®n del poder en m¨²ltiples instancias y sujetos. Dos consecuencias de este proceso: la primera es la competencia entre las autoridades, Gobiernos y otras instituciones por recursos escasos; la segunda es la fragmentaci¨®n y enanismo de la sociedad civil europea.
Frente a este dise?o constatamos la existencia de otras opciones y proyectos que desde diferentes tradiciones y culturas pol¨ªticas promueven la creaci¨®n de una dimensi¨®n social y democr¨¢tica en Europa. Este objetivo aglutina fuerzas muy dispares con proyectos dis¨ªmiles. Pero se trata de una confrontaci¨®n que sugiere al menos tres conclusiones de trabajo.
La primera es que el actual dise?o europeo resulta conflictivo y es cuestionado desde instancias muy diferentes. ?ste es un primer dato desde el que hacer factible un elemental trabajo de pedagog¨ªa pol¨ªtica: el modelo actual es una opci¨®n entre varias posibles. Confrontarse con este modelo no significa colocarse del lado de la no-Europa. Querer confundir el convencimiento de la necesidad de otra Europa con el antieurope¨ªsmo tiene el mismo sentido que llamar antidem¨®cratas a las mujeres que ped¨ªan el sufragio femenino.
En segundo lugar, este dise?o est¨¢ sustentado en una coalici¨®n de actores y sujetos a la que cabe contraponer una coalici¨®n alternativa. Trabajar para conocer y articular los intereses diversos de una nueva coalici¨®n social y pol¨ªtica por otra Europa, debe ser un objetivo pol¨ªtico esencial.
En tercer lugar, y desde opciones que apuestan claramente por la transformaci¨®n social, debemos empujar en esta fase por hacer factible un escenario m¨¢s propicio para, simplemente, hacer pol¨ªtica. Sumar o sumarnos con aquellos que hacen de la democracia en Europa una clave de su quehacer pol¨ªtico que, junto a la incorporaci¨®n de una dimensi¨®n social real, nos permitir¨ªa ir construyendo ese sujeto pol¨ªtico complejo que apueste con claridad por otro modelo de construcci¨®n europea.
Parece obvio que es imprescindible construir un proyecto pol¨ªtico para Europa. Incluso si concedemos que el dibujo final pueda quedar abierto a diferentes opciones, el proceso que facilite la elecci¨®n determinante debe ser plenamente democr¨¢tico. Y esto s¨®lo puede querer decir una cosa: devolver la capacidad de decisi¨®n a las poblaciones afectadas y comprometidas en este proceso. Naturalmente, encontrar las instituciones adecuadas para hacer tan real como sea posible este objetivo no es simple. Pero en este caso hay que arriesgarse a defender que es mejor cometer errores en procesos fundados en procedimientos democr¨¢ticos, que cometer errores en procesos caracterizados por el oscurantismo y la ausencia de debate y publicidad. Nuestro pa¨ªs ha sido un ejemplo particularmente negativo de la ausencia de debate p¨²blico sobre temas de tanta relevancia.
Para que no haya duda sobre Europa, tenemos que construir certeza, y ¨¦sta la da principalmente la participaci¨®n, la colaboraci¨®n de los ciudadanos de Europa en los problemas que les afectan en el d¨ªa a d¨ªa. Por eso, porque otra Europa sin duda, comencemos a despejar las dudas de Europa devolviendo a los ciudadanos la decisi¨®n que les corresponde.
Gaspar Llamazares es coordinador general de Izquierda Unida (IU) Asturias y candidato a coordinador general de IU.
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