EL HOMENAJE A COMPANYS La sardana de Ir¨²n JOS? ANTONIO AYESTAR?N LECUONA
Cuestiona el autor la justificaci¨®n hist¨®rica del homenaje en Ir¨²n a Companys y aprecia motivaciones pol¨ªticas en la conmemoraci¨®n.
?Por qu¨¦ se ha elegido a Ir¨²n como escenario del revival Companys cuando fue un mero lugar de paso a la Direcci¨®n General de Seguridad de Madrid y fue fusilado en Barcelona? ?Qu¨¦ designio pol¨ªtico se oculta tras la necr¨®fila man¨ªa de exhumar muertos de la guerra civil (1934-1977)? Bella manera de propiciar la "paz". ?Es que Companys es m¨¢s muerto, m¨¢s v¨ªctima (y tambi¨¦n verdugo, no lo olvidemos) que cualquiera de los miles de asesinados en las dos Espa?as? ?Acaso es m¨¢s relevante su muerte por ostentar la excelsa condici¨®n de catal¨¢n? ?Cree el se?or Pujol, que los "otros", son muertos de provincias??Es que no era catal¨¢n el general Batet, fusilado por los franquistas, ejemplo de militar leal de la Rep¨²blica y paradigma de la disciplina? ?No fue tambi¨¦n entregado a Franco por los alemanes, y fusilado, el socialista bilba¨ªno y ex ministro de la Gobernaci¨®n Juli¨¢n Zugazagoitia? ?Cu¨¢ndo, el Gobierno vasco, rendir¨¢ alg¨²n homenaje al republicano doctor Espinosa, consejero de Sanidad del primer Gobierno aut¨®nomo, fusilado en 1937? ?Fueron menos "viles asesinatos" los cometidos con Primo de Rivera, Ramiro de Maeztu, V¨ªctor Pradera, Calvo Sotelo, Gregorio de Balparda, Melquiades ?lvarez, Julio Ruiz de Alda, etc.?
El general Batet, a quien Hilari Raguer ha dedicado un bello libro, aplast¨®, con la Costituci¨®n de 1931 en la mano y tres ca?oncitos, la rastrera, cobarde e incivil sublevaci¨®n de Companys el 6 de octubre de 1934 contra el Gobierno leg¨ªtimo de la Rep¨²blica salido de unas elecciones libres y limpias. ?Vaya con el dem¨®crata!
Recientemente (1999) P¨ªo Moa, en su libro Los or¨ªgenes de la guerra civil espa?ola, ha dado noticia muy exacta de aquella intentona que se quiso justificar por la suspensi¨®n de la ley catalana de Cultivos por el Tribunal de Garant¨ªas Constitucionales. Moa desentra?a las motivaciones ocultas del golpe de fuerza mostrando el pat¨¦tico papel de Companys en la triste tragicomedia, que fue realizada desde la propia Generalidad, con sus medios, en especial las fuerzas de la polic¨ªa aut¨®noma. As¨ª, la m¨¢xima autoridad de la Rep¨²blica se transform¨® en un traidor reo de sedici¨®n.
Pero n¨®tese el pretexto: enfrentamiento entre una ley auton¨®mica particular y la legalidad del Estado. Es decir el conflicto entre un ¨¢mbito de decisi¨®n pol¨ªtica propia, vasco o catal¨¢n, y la Constituci¨®n del Estado. ?Ser¨¢ ¨¦sta la clave del extempor¨¢neo inter¨¦s por Companys en este agosto de 2000? Y qu¨¦ decir del Companys del 20 de julio de 1936. Desbordado por la calle, en manos de los anarquistas, no fue capaz ni de atajar, ni de impedir, ni de denunciar, los miles de cr¨ªmenes -miles, s¨ª-, cometidos a lo largo y ancho de Catalu?a. Prisionero del poder real -el Comit¨¦ de milicias antifascistas, cotrolado por la FAI y sus asesinos, tan caro a Ken Loach-, compuso la m¨¢s triste figura del gobernante fantoche, que descendi¨® a la degradante situaci¨®n de tener que auxiliar, de tapadillo, a las v¨ªctimas de sus socios de Gobierno, (por ejemplo, los frailes de Montserrat) y fue incapaz de proteger la vida de los propios nacionalistas catalanes, como Carrasco Formiguera, condenado a muerte por la FAI, escapado a Euskadi, atrapado durante el viaje por los franquistas y fusilado.
Tal vez tan desastrosa gesti¨®n fuera justificada por "una buena muerte". Pero volvamos a los mismo. ?Es que los otros muertos sufr¨ªan muertes peores? Nuevamente surge la canalla categorizaci¨®n del crimen. Los "nuestros", los "otros". El se?or Arzalluz ha dicho que no comprende en Euskadi las muertes de Korta y J¨¢uregui. ?Quiere decir el se?or Arzalluz que alguien s¨ª comprende los asesinatos de L¨®pez de Lacalle o de los guardias civiles de Sallent?
Por todo ello hay que ver claros gui?os coyunturales en la mojiganga sardanera de Ir¨²n: el socaire de la "buena muerte" del Conseller en Cap, justificar su traici¨®n a la Constituci¨®n y al Estatuto en aras del "¨¢mbito de decisi¨®n propio catal¨¢n" y apuntalar con bellos ejemplos la actitud de rebeld¨ªa "vasca".
Ser¨¢ bueno recordar que Companys acab¨® en prisi¨®n tras el 6 de octubre de 1934. Y el Estatuto en suspenso. Y que restablecido ¨¦ste, en plena guerra, el Gobierno de la Rep¨²blica, harto de ambig¨¹edades y obstrucciones de la Generalitat, lo limit¨® en parte, y totalmente en todo lo referente a la Polic¨ªa y Orden P¨²blico.
Nadie piensa hoy, parece, auque no lo digo del todo seguro, emular la bufa tartarinada de los escamots, pero est¨¢ clar¨ªsimo que el Acuerdo de Estella de 1998, es otro 6 de octubre, si bien cambiando el ritmo y la melod¨ªa, administrada en dosis fractas y casi homeop¨¢ticas. Tratando de camuflar la b¨¢rbara estridencia de un golpe de Estado, pero sin dejar de serlo. Hoy el palacio de invierno no se toma a la brava, como creen los hebefr¨¦nicos hotentotes de ETA, sino a base de "relectura" de la Constituci¨®n adobadas en bufetes madrile?os de post¨ªn y en compincheos de estafa.
Jos¨¦ Antonio Ayestar¨¢n Lecuona es psic¨®logo y escritor.
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