Adultos, ni?os
Regreso a Madrid repitiendo su nombre y recordando la columna de F¨¦lix de Az¨²a, titulada Ni?os, que public¨® este peri¨®dico. "Quiz¨¢s fuera Tombuct¨², aunque Shanghai le pisaba los talones. Cuando le¨ªamos aquellos nombres se nos encend¨ªa la imaginaci¨®n. Malasia o Singapur abr¨ªan un espacio que nos pertenec¨ªa y del que estaban excluidos los adultos", escribe Az¨²a. Como una ni?a, adulta irredenta, conjuro a la imaginaci¨®n para que mi ciudad se me abra como un lugar que me pertenezca. "Los ni?os luch¨¢bamos contra el horizonte cotidiano de deberes y rutinas con un horizonte propio y m¨ªtico", sigue Az¨²a. Desde el tren, observo el horizonte de deberes y rutinas que se acerca e intento distinguir otro horizonte posible, confundido con ¨¦ste, pero m¨ªtico. ?Ser¨¢n s¨®lo Malasia o Tombuct¨² las ciudades posibles? Avanza el taxi por la Castellana. ?S¨®lo puede ser propio lo que no nos pertenece?Todos somos m¨¢s ni?os en septiembre. "El entrenamiento para escapar a lo meramente pr¨¢ctico", seg¨²n Az¨²a, "llev¨® m¨¢s tarde a muchos de aquellos ni?os a la pol¨ªtica radical, la metaf¨ªsica, la sobredosis o la econom¨ªa del pelotazo". S¨ª, ah¨ª est¨¢n todos los de la clase, los que vamos a reencontrar ahora, encerrados, al comienzo de este curso intensivo y completo que es Madrid: los pol¨ªticos radicales, que abandonaron hace tiempo el est¨ªmulo de las ideas, el impulso de la acci¨®n, y se hicieron conformes; los metaf¨ªsicos, que abandonaron la angosta senda de la luz y se volvieron tristes; los sobredosificados, que se abandonaron de s¨ª mismos y perdieron el control del placer; los ec¨®nomos del pelotazo, que tienen todo y abandonaron todo y no encuentran la paz en la abundancia de su portafolios. ?Pobres ni?os aqu¨¦llos, adultos irredentos, excluidos del espacio propio de su imaginaci¨®n! Arrastro la maleta del verano y calculo mis a?os. Si no Tombuct¨², si no Shanghai, si no Malasia o Singapur, ?c¨®mo escapar a lo meramente pr¨¢ctico?
Sigo la clasificaci¨®n de adultos entrenados realizada por F¨¦lix de Az¨²a y se me ocurre que Madrid s¨®lo podr¨¢ encender nuestra imaginaci¨®n, s¨®lo podr¨¢ ser pronunciada como un espacio que nos pertenezca si reconocemos entre nosotros a los ni?os irreductibles que pudimos ser otros septiembres, y recuperamos al genuino pol¨ªtico radical, inasequible a la burla y al desencanto, activo contra la manipulaci¨®n; y recuperamos al admirable metaf¨ªsico, generoso de miradas m¨¢s all¨¢, propiciador del pensamiento hermoso que es el mundo; y recuperamos la dosis, exacta y libre, del hedonismo, celebraci¨®n del que somos y de los dem¨¢s; y recuperamos la econom¨ªa de medios, suficiente y, por tanto, poderosa, refractaria al sometimiento, justa con el valor de nuestra naturaleza y con el precio del tiempo.
A los que ¨¦ramos adolescentes en la transici¨®n nos llegaban los ecos de la lucha pol¨ªtica, pero continu¨¢bamos siendo demasiado ni?os para la participaci¨®n. Despu¨¦s, en Madrid, esos adolescentes no ¨¦ramos a¨²n suficientemente "j¨®venes" para ser protagonistas de una "movida" de la que s¨®lo llegamos a compartir una suerte de resaca. ?ramos, pues, s¨®lo hijos o hermanos menores, generaci¨®n perdida. Los padres y los hermanos mayores murieron de pol¨ªtica, de metaf¨ªsica, de sobredosis o de un pelotazo de econom¨ªa. Mejor, as¨ª no tuvimos que matarlos nosotros. Lo malo es que, con su propia muerte, se llevaron gran parte de la herencia y nos dejaron apenas sin acci¨®n, sin pensamiento, sin placer, sin valor. Pero no se llevaron septiembre, y los adultos irredentos que ahora somos volvemos del verano con la sensaci¨®n de que nuestro horizonte cotidiano ser¨¢ un c¨²mulo de deberes y rutinas orientados a lo meramente pr¨¢ctico. ?Y si hubiera llegado al fin nuestro momento? ?Si pudi¨¦ramos ya decidir qui¨¦nes queremos ser, c¨®mo vamos a vivir? ?No ser¨¢ hora de perfilar nuestro propio y m¨ªtico horizonte? ?Por qu¨¦ Madrid no puede ser Shanghai o Tombuct¨², el espacio que nos pertenezca? ?Por qu¨¦ no encender nuestra imaginaci¨®n con el nombre de Madrid? ?Dejaremos a nuestros hijos o hermanos peque?os s¨®lo un legado de sobredosificada insatisfacci¨®n, de triste desconcierto, de pasiva estupefacci¨®n? Abro mi maleta y comienzo a ordenar mi ropa como si fuera el material escolar con el que empezar un nuevo curso, un curso en el que todas las materias son optativas. Podemos elegir.
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