Lo que nunca dice el 'lehendakari'
Cada vez que el presidente del Gobierno de Euskadi se considera obligado a pronunciar unas palabras, o a escribir un art¨ªculo, despu¨¦s de alg¨²n asesinato de ETA, puede esperarse de ¨¦l una firme condena moral, una dura advertencia de que ¨¦se no es el camino, una clara manifestaci¨®n de solidaridad hacia las v¨ªctimas, y hasta una compungida confesi¨®n de sorpresa, de incomprensi¨®n de lo ocurrido, si la v¨ªctima pertenece al mundo nacionalista. Es obligada tambi¨¦n una acuciante llamada al di¨¢logo de todas las fuerzas pol¨ªticas, sin exclusi¨®n de participantes ni de tiempo: dialogar hasta el amanecer, titulaba el lehendakari un reciente art¨ªculo. Tal es en resumen el gui¨®n, reiterado como un rito: condena, aviso, solidaridad, incredulidad si fuera el caso, di¨¢logo.En el arte, o artificio, de buscar para sus apariciones p¨²blicas nuevas figuras ret¨®ricas, construir frases m¨¢s contundentes y emplear un tono que quiere ser convincente y acaba siendo pat¨¦tico, el lehendakari da la impresi¨®n de haberlo dicho todo. Pero a medida que se le escucha, la palabra suena cada vez m¨¢s hueca, como si se redujera a una simple coartada para eludir la ¨²nica declaraci¨®n formal que un jefe de Gobierno est¨¢ obligado a pronunciar cuando un representante elegido por votaci¨®n popular, un miembro de las fuerzas de seguridad, un empresario, un periodista, es asesinado por una organizaci¨®n que disputa a su Gobierno el uso leg¨ªtimo de la violencia. El lehendakari da la impresi¨®n de haberlo dicho todo, pero nunca dice lo principal: que emplear¨¢ todos los medios a su alcance para perseguir y castigar a los culpables de tanto crimen.
Eso, tan sencillo, tan de caj¨®n, nunca lo dice el lehendakari. Jam¨¢s ha dicho que los culpables ser¨¢n perseguidos, jam¨¢s ha prometido no descansar hasta dar con los ejecutores de unas muertes que tanto le conmueven y que con palabras tan sentidas lamenta y condena. Puede decir, y dice, que est¨¢ dispuesto a dialogar con todos hasta la extenuaci¨®n; pero nunca dice, ni dir¨¢, que no descansar¨¢ hasta encontrar a los culpables y conducirlos ante los tribunales de justicia.
Y no lo dice porque el Gobierno que preside ha renunciado al ejercicio de la violencia leg¨ªtima contra quienes ileg¨ªtimamente alardean de ejercer la violencia. El reciente caso del alcalde de Markina, que aduce el miedo como justificaci¨®n de una medida adoptada por su Ayuntamiento, ha puesto a cada cual en su sitio. Una autoridad p¨²blica que, por miedo, toma a sabiendas una decisi¨®n no ya injusta sino ilegal, se convierte en marioneta de la organizaci¨®n que le mete el miedo en el cuerpo. La ¨²nica salida que le queda a una autoridad incapaz de hacer cumplir la ley, por la fuerza si es necesario, es la renuncia al cargo. Porque lo ocurrido con ese alcalde, y lo que ocurre cada semana con lo que nunca dice el lehendakari, es un trasvase a chorros, y gratuito, de legitimidad a quienes desaf¨ªan su poder, el ¨²nico leg¨ªtimo, con el ejercicio organizado de la violencia para imponer sobre la mayor¨ªa la voluntad de una minor¨ªa a base de vandalismo callejero y bombas lapa. Los ayuntamientos, los gobiernos de las autonom¨ªas son poderes p¨²blicos, poderes del Estado, y la renuncia al ejercicio de la violencia leg¨ªtima para cumplir y hacer cumplir la ley conduce a la quiebra del Estado de derecho.
En esas estamos. Sin duda, el lehendakari y las fuerzas de polic¨ªa a sus ¨®rdenes, que disponen de medios sobrados para prevenir cr¨ªmenes y perseguir a los culpables, actuar¨ªan de otra manera si las consignas emanadas de la c¨²pula del PNV fueran otras. Pero esas consignas, hasta hoy, son que el PNV necesita a quienes representan a ETA. ?se, y no otro, es el origen de la abdicaci¨®n del Gobierno vasco y, por arrastre, de la quiebra del Estado de derecho: que el partido en el Gobierno de Euskadi es, adem¨¢s, el partido necesitado de unos malhechores que disputan con ¨¦xito a ese mismo Gobierno el ejercicio leg¨ªtimo de la violencia.
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