En sede parlamentaria
Un mes para recordar, este ¨²ltimo agosto de cr¨ªmenes, bombas, amenazas, quemas, en compa?¨ªa de funerales consuetudinarios, llantos, mansas manifestaciones col¨¦ricas y esperanzas pol¨ªticas demolidas. Adem¨¢s, se ha vivido m¨¢s caro. Es cierto que una gran parte del pa¨ªs ha vivido aletargada y ha hecho su agosto enmascarando que su ira est¨¢ tal vez cerca del punto de derrame. Como fondo del espect¨¢culo, los entretenimientos audiovisuales han sufrido, con pocas excepciones, la degradaci¨®n estival que implica abajar a¨²n m¨¢s sus abundantes programas s¨®rdidos, su cota moral -que, en muchos programas, ha penetrado en el subsuelo de lo repugnante- y, como es natural, roer los zancajos del idioma, pues m¨¢s arriba no llegan.Todo igual: muy inquietante result¨® un titular redactado as¨ª hace pocas semanas en un gran peri¨®dico gallego: "Aznar prioriza la respuesta del Estado de derecho sobre una reuni¨®n de partidos". Temiendo que fuera un modo local de hablar, consult¨¦ con un asentador de Rianxo y con un cosechero de imponderable albari?o, presente un can¨®nigo de Mondo?edo: ni aun ayudados por dos botellas de degustaci¨®n conseguimos averiguar qu¨¦ demonios quer¨ªa priorizar Aznar; ?habr¨ªa asegurado que las responsabilidades con el Estado est¨¢n por encima de la opini¨®n de los partidos? Juzgo excesiva la alegr¨ªa con que acogimos esta ex¨¦gesis del prebendado.
Los medios siguen considerando galano decir "el acto se celebrar¨¢ a partir de las doce de la ma?ana", en vez de "se celebrar¨¢ a las doce". Tan vulgar dilataci¨®n del hablar es comprensible -no del todo- si se anuncian cosas de desarrollo temporal prolongado, que resulta hacedero presenciar o a las que cabe asistir en cualquier momento siguiente a esa hora. Una verbena, por ejemplo, una jornada electoral o una tertulia televisiva de activos yacentes...; o puntualizando el momento en que se abre un museo o un "parque tem¨¢tico" (?c¨®mo se nos entromete en el idioma esta sandez!). Pero ese a partir de parece muy tonto si el principio de ese desarrollo no es indiferente: una funci¨®n de ¨®pera (aunque aqu¨ª el retraso puede ser prudencia), la boda propia, la clase; o una corrida de toros o un partido de f¨²tbol, en que lo mejor sucede casi siempre al salir los alguacilillos o al primer pitido del ¨¢rbitro, es decir, antes de que sobrevenga la realidad, esa escoria de la ilusi¨®n.
Los incendios estremecedores que han tra¨ªdo el verano han dado la ocasi¨®n para atornillar fuertemente en el idioma el verbo calcinar, a expensas de carbonizar, que casi nadie -sobra tal vez el casi- emplea ya en los medios. Aunque sea evidente que los ¨¢rboles, al arder, se hacen carb¨®n y no cal. ?Por qu¨¦? Sin duda, act¨²an causas diversas, pero de modo fundamental, la jerga que se han fijado los comunicadores como se?a de identidad profesional, al igual que ocurre con quienes se dedican a otras cosas, magistrados o afiladores, fisio y psico terapeutas, pinchadiscos, ecologistas, cazadores de mayor o menor... En el caso de los que tienen por oficio noticiar o comentar, esa jerga consagra o sacrifica caprichosamente vocablos o expresiones, y son muchos quienes se sienten obligados a emplearla por fidelidad al oficio que justamente aman, aunque, pens¨¢ndolo bien, concluir¨ªan que obliga a m¨¢s su lealtad con lectores y oyentes. No la observan cuando imponen como exclusivos iniciar, finalizar, escuchar por o¨ªr, riesgo de lluvia por 'posibilidad de lluvias o tormentas', en plena sequ¨ªa o en el apogeo de los incendios forestales; punto y final, volvemos en unos minutos, alante incluso en informativos no deportivos... Son cientos de picotazos al idioma contra los que hemos alertado desde hace tiempo con tinta y decibelios quienes creemos que ese lenguaje refleja un obstinado ablandamiento de la pasta cerebral colectiva.
La expresi¨®n pol¨ªtica ha dado un paso estival de gigante. Algo que, en el gran archivo electr¨®nico de la Academia se registra desde 1990, ha estallado con formidable estruendo en la locuela de los pol¨ªticos, que han hablado por los codos de mesas para conversar, en las cuales seg¨²n creen, est¨¢ el nuevo Versalles. Consiste el dengue idiom¨¢tico en decir, verbigracia: "Es asunto que debe discutirse en sede parlamentaria". Pura y simplemente, unos y otros han amordazado el viejo y noble sustantivo Parlamento, que es donde aquel asunto debiera discutirse. Le han quitado voz e imagen a tal vocablo, para sustituirlo por la memez citada. Es tambi¨¦n una ocurrencia jergal; su empleo clasifica como miembro de aquel grupo selecto cuyas manos menean la sart¨¦n p¨²blica.
Es cierta y creciente la tendencia a la omisi¨®n del art¨ªculo, normal en casos como estar en casa, en cama, en "boxes", en clase, en comisar¨ªa, en misa, en capilla, etc¨¦tera. Pero tal ausencia repeler¨ªa en nombre de instituciones: "el asunto se juzgar¨¢ en Audiencia Nacional", "se celebraron las exequias en Catedral", "pasa las tardes en Ateneo", "trabajo en Biblioteca Nacional", etc¨¦tera. Es cierto que la falta de art¨ªculo ha cuajado en algunos raros casos, como "jugar en Bolsa", pero tambi¨¦n aqu¨ª se da el rasgo de habla gremial, es decir, como connotaci¨®n de familiaridad con los vaivenes del Ibex. En sede parlamentaria, para nombrar lo que desde el siglo XVI se llama Parlamento, a?ade a la rareza una arroba de cursiler¨ªa. Con ayuda de la cual se logra insisto, hacer que tal expresi¨®n sea id¨¦ntica a Parlamento; en muchos escritos de prensa, aparece incluso con otras preposiciones que no son en: "Espa?a cuenta con sede parlamentaria y all¨ª hay que debatir [sic] sobre terrorismo"; o "Anguita se ampar¨® en su condici¨®n de diputado para insinuar desde sede parlamentaria que se est¨¢ planteando...". Parece que tal melindre resulta poco o nada frecuente en Am¨¦rica. Entre nosotros, se ha abierto a sede un gran futuro; cabr¨¢ anunciar, por ejemplo, "El vencedor de Gran Hermano dar¨¢ una conferencia en sede universitaria".
Como todo en el lenguaje, estos juegos de quitaip¨®n con el art¨ªculo revelan cosas del hablante. ?Qui¨¦n sino los oficiantes y devotos del dios f¨²tbol es capaz de decir que "el bal¨®n sale por banda derecha"? Tal tipo de revelaciones o delaciones se produce tambi¨¦n con otros determinantes, con los posesivos por ejemplo. Llegan, incluso, a constituirse en santo y se?a de clase social: en mi Instituto zaragozano, se dec¨ªa ir con mi padre -los a¨²n beb¨¦s dec¨ªan con mi pap¨¢-, pero en los colegios de pago era de rigor ir con pap¨¢. Pertenec¨ªamos a otra tribu m¨¢s basta, que dirim¨ªa sus diferencias con tirachinas, y merendaba pan con pan o con chocolate.
Fernando L¨¢zaro Carreter es miembro de la Real Academia Espa?ola.
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