Im¨¢genes del imperio perdido
La historia tiene mil formas de contarse y en este pa¨ªs lo sabemos quiz¨¢s mejor que en ning¨²n otro. Inventarse el pasado com¨²n o el de uno mismo, entronizar actitudes o escenarios jam¨¢s sucedidos o ejercitar la nostalgia con idilios pastoriles, ¨¦picas nacionales o gestas guerreras, ha sido siempre una tentaci¨®n irresistible en Carpetovetonia. Ayer, en La 2 de RTVE, Maria Luisa Corujo nos dio en su documental Carlos V, un imperio, un monarca las claves de c¨®mo una naci¨®n reinventa su pasado a partir de algunos datos ciertos, hip¨®tesis dudosas, grandes dosis de vanidad y una raci¨®n de melancol¨ªa. Esta muy buena idea para relatar el pasado imperial de la nueva Espa?a de Carlos I y Felipe II tiene un muy buen resultado. La primera entrega de una serie de cuatro episodios intenta recuperar lo que ha sido un a?o de muchas y algunas brillantes exposiciones en conmemoraci¨®n del quinto centenario del nacimiento de Carlos V.Pocos siglos han sido tan cursis en su pretensi¨®n de interpretar el pasado como el XIX. El historicismo ca?¨ª es un g¨¦nero del arte, de la pintura en particular, tan espectacular como tramposo. No s¨®lo en Espa?a, pero tambi¨¦n en Espa?a. Quien conozca los cuadros historicistas o historizantes en Hungr¨ªa o Alemania, en Polonia o Rusia, en la Francia posnapole¨®nica o en Grecia no puede decir que somos los espa?oles m¨¢s ampulosos a la hora de inventarnos en el siglo pasado historias y crear escenarios. A muchos contempor¨¢neos, algunos cuadros presentados ayer en el documental, les parecer¨¢n vi?etas de c¨®mic. No se equivocan. Lo son. Pero el documental de Corujo hace un precioso recorrido por la vida de dos grandes hombres, terriblemente enigm¨¢ticos, claves en la historia real, de la mano de quienes en un siglo rom¨¢ntico, prestaban mucha m¨¢s atenci¨®n a las emociones que a los hechos.
El documental, que abre una serie que se emitir¨¢ los pr¨®ximos domingos, es un paseo por la pintura de la historia l¨²cido y bien hecho. Una salvedad: habr¨ªa sido muy ¨²til nombrar a los pintores, algunos perfectamente condenables, cuando aparecen sus obras. Y quiz¨¢s haya alguna m¨²sica de fondo muy ajena a Carlos I, a Felipe II y a su ¨¦poca. Hecha esta salvedad, el resultado es excelente.
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