La breve vida infeliz de Reynaldo Arenas
Decir que Reynaldo Arenas atraves¨® como un cometa la literatura cubana y no decir que fue un b¨®lido salido del infierno es mentir a medias. Reynaldo (como le gustaba que escribieran su nombre y al acortarlo la amistad lo convert¨ªa en rey) empez¨® como un revolucionario y termin¨® como lo que siempre fue, un rebelde con varias causas. Antes que anochezca: "Tres pasiones rigieron la vida y la muerte de Reynaldo Arenas: la literatura no como juego, sino como fuego que consume; el sexo pasivo y la pol¨ªtica activa". Pero no era suficiente. Segu¨ª: "De las tres, la pasi¨®n dominante era, es evidente, el sexo. No s¨®lo en su vida sino en su obra". Su vida sexual comenz¨® comiendo tierra, que ya Freud se?alaba como una actividad sustitutiva del sexo por la coprofagia. Por supuesto Freud no pod¨ªa saber que la pobreza, adem¨¢s del sexo, condenaba al ni?o Rey a comer tierra. Pero el adolescente sub¨ªa a veces del suelo de tierra roja a los verdes ¨¢rboles, donde era un rey a¨¦reo por unas horas en su trono vegetal.Reynaldo Arenas hab¨ªa nacido en Aguas Claras, no lejos de Gibara donde nac¨ª. Aguas Claras hab¨ªa sido una ¨²ltima estaci¨®n del tren Gibara-Holgu¨ªn en los a?os treinta. Pero cuando naci¨® Arenas, que por su apellido pod¨ªa haber comido arena, en las playas de Gibara, la parada del tren que ven¨ªa de la costa hab¨ªa desaparecido, no llevada por el viento de la pobreza, sino por el hurac¨¢n de la miseria. Sus futuras biograf¨ªas dijeron luego que hab¨ªa nacido en Holgu¨ªn. Aguas Claras era una aldea graciosa que pasaba rauda por las ventanillas del tren, pero Holgu¨ªn era un pueblo sin gracia que quer¨ªa ser una ciudad espl¨¦ndida. Pero m¨¢s espl¨¦ndido fue Reynaldo por un tiempo.
Bajando de los ¨¢rboles, apenas aprendi¨® a escribir, tatuaba poemas con un cuchillo en el tronco de cada ¨¢rbol. Un bolero temprano parece describir esta acci¨®n: "En el tronco de un ¨¢rbol una ni?a / grab¨® su nombre henchida de placer. / Y el ¨¢rbol / conmovido all¨¢ en su seno / a la ni?a una flor dej¨® caer". Ya Reynaldo era mirado por su abuelo como un ni?o raro, que grababa en el tronco de un ¨¢rbol su nombre a medias. El abuelo, pose¨ªdo de un furor extra?o, cortaba con un hacha los troncos. Pero Reynaldo prosegu¨ªa (persegu¨ªa la poes¨ªa de los nombres) su tarea de tallar Rey en los ¨¢rboles.
Todo lo que cuenta Arenas en su primer libro, su primera novela, Celestino antes del alba, que le gan¨® muy temprano un segundo premio literario cuando ya era evidente que deb¨ªa ser el primero de la casta de los escritores Castrados. Arenas encontr¨® otros ¨¢rboles, otros libros para esconder sus poemas en prosa y escribi¨® otra novela, El mundo alucinante. Si en Celestino se poblaba de hachas el relato, en El mundo proliferaban, alucinantes o no, las cadenas. Con esta segunda novela gan¨® un primer premio -en el extranjero y en un extranjero en su tierra se convirti¨® su autor-. Por haber enviado un manuscrito al exterior sin permiso de su tir¨¢nico abuelo, que hab¨ªa trocado las hachas por ojos ubicuos, fue condenado a padecer en su tierra, que ya no era la de Aguas Claras de la que comi¨®, sino de La Habana, condena capital, donde se distingui¨® por dos condiciones humanas que el r¨¦gimen, due?o de los ¨¢rboles y las cadenas, escrib¨ªa su nombre con hachas. Pero Reynaldo se hizo claro en lo oscuro entre los cuentos de las callejas habaneras: fue un homosexual evidente y un escritor vidente all¨ª donde el autor ve¨ªa oscuro por espejo claro. Y Reynaldo se convirti¨® en la loca ep¨®nima, como dos generaciones antes lo hab¨ªa sido Virgilio Pi?era, maestro y mentor. Pero si Virgilio era contenido y sobrio (excepto cuando fumaba su cigarrillo perenne: entonces Marlene Dietrich se apoderaba de sus gestos, de su humor y de su humo) Reynaldo era expansivo y barroco de maneras cuando Virgilio nunca padeci¨® del barroquismo l¨ªrico que G¨®ngora contagiaba a Lezama. Virgilio era la facilidad cuando Lezama opinaba con Mallarm¨¦ que "s¨®lo lo dif¨ªcil val¨ªa la pena".
La dificultad de vivir bajo un r¨¦gimen totalitario le vali¨® a Reynaldo una pena de c¨¢rcel: s¨®lo le gan¨® Virgilio en la c¨¢rcel por un d¨ªa y el desprecio oficial toda su vida.
Pero Virgilio nunca tuvo la franqueza oral (en todos los sentidos) de su disc¨ªpulo d¨ªscolo. Las memorias de Arenas hechas cine ahora por Julian Schnabel (pintor que se convirti¨® en director de cine importante con su Basquiat, biograf¨ªa ¨²ltima / ¨ªntima del pintor haitiano de Nueva York, artista del graffito -en italiano quiere decir rasgu?o- que abri¨® una gran herida en las paredes y en su vida) son de una escritura lacerante en la carne cruda entre indecente / inocente. Como su vida. Basquiat, por ser la vida de un artista visual, encubre no la obscenidad marcada en las paredes, sino la biograf¨ªa casi divina de un artista adolescente que lo ¨²nico de que adolece es una vida descrita m¨¢s que escrita: exactamente la vida de Arenas. En el libro de Arenas no s¨®lo es obsceno el relato, sino la propia vida que la obscenidad le ha obligado a asumir: una vieja sociedad presentada como el ¨²nico futuro posible le condenaba a ser un hombre nuevo. No a la medida de muy macho que preconizaba su autor, el s¨²cubo siniestro del totalitarismo, sino de una existencia que s¨®lo puede ser descrita como un juego de manos, de manos entre hombres que se identifican con las mujeres y otros hombres que se consideran m¨¢s machos: como el pederasta activo que posee al pederasta pasivo es un supermacho porque, razona, fornica a otro hombre. No creo que esta dualidad es ahora dudosa porque Arenas no era Virgilio Pi?era como tampoco fue Lezama. La categor¨ªa aqu¨ª, para futuro horror de Guevara (el otro Guevara, el heterosexual), era de veras no un hombre nuevo, sino un marica nuevo. Eso le permiti¨® escapar a todas las redadas, sobrevivir en la miseria y salir de la c¨¢rcel castrista, donde la pederastia era hast¨ªa, sin haber tenido un s¨®lo percance homosexual. Como su vida en la c¨¢rcel estaba hecha de lances homosexuales aunque, paradoja, Reynaldo se cas¨® cuando su mentor Virgilio, como el otro Virgilio, nunca tuvo mujer. Pero la boda de Arenas fue un acto de bondad, casi de caridad hecha a una mujer con problemas, otros problemas. Otra paradoja, a la novela que es el s¨®lo antecedente de Antes que anochezca (a Hombres sin mujer de Carlos Montenegro) s¨®lo le concierne la vida sexual en la c¨¢rcel, casi como a Genet.
Pero Reynaldo va m¨¢s all¨¢ de Montenegro porque habla del sexo en la c¨¢rcel (no precisamente el suyo), en libertad, en la ciudad, en el campo, en su ni?ez, en su vida adulta y su sexo se manifiesta entre ni?os, con muchachos, con adolescentes, con bestias de corral y de carga, con ¨¢rboles, con sus troncos y sus frutos, comestibles o no, con el agua, con la lluvia, con los r¨ªos y con el mar mismo. Su pansexualismo es siempre homosexual y ubicuo, pero al rev¨¦s de Genet, lo trasciende una poes¨ªa verdadera que lo hace una versi¨®n cubana y campesina de un Walt Whitman de la prosa.
Esta pansexualidad permea sus memorias y la pel¨ªcula de sus memorias, pero Schnabel no est¨¢ interesado ¨²nicamente en la sexualidad de Arenas, a veces lastimosa, como con su vida de perro perseguido, apaleado y encerrado y obligado de nuevo a vivir en la fuga que no cesa. Ni siquiera amengua ¨¦sta cuando logra escaparse de Cuba mediante una triqui?uela que ser¨ªa incre¨ªble (convertir su apellido en Arina en su carnet de identidad), si no fuera verdad. Como toda la pel¨ªcula, que es una visualizaci¨®n de la novela de la vida de un miserable, como un oscuro Papillon (que quiere decir mariposa en franc¨¦s) en Papillon, porque Reynaldo fue una mariposa nocturna, aunque tambi¨¦n se escap¨® de una versi¨®n de la Isla del Diablo.
Schnabel usa toda la literatura del libro en diversos tableaux vivants (sin, por supuesto, las connotaciones sexuales) y a veces utiliza otras fuentes no literarias (como la entrevista que hizo a Arenas Jana Bokov¨¢ en Habana para la BBC de Londres) para filmarlas de nuevo. Esta entrevista es uno de los momentos emocionantes del filme; gracias al encuadre y la fotograf¨ªa en lo que es casi una copia no de la vida real, sino de la versi¨®n de Bokov¨¢ y, sobre todo, del contexto que es el texto de la vida de Arenas. Uno siente finalmente una l¨¢stima que no viene de Arenas, que nunca se tuvo l¨¢stima, sino del espectador de una vida irreal.
El contenido de toda la pel¨ªcula es La Habana (y unas pocas secuencias neoyorquinas), una Habana no reconstruida sino construida con los elementos dispares que conforman las diversas locaciones de M¨¦xico, que forman la vida de Reynaldo en una c¨¢rcel dentro de la c¨¢rcel. Se la ofrece, parad¨®jicamente, la ciudad que fue un dominio encantado, cantado antes por sus dos mentores, ese d¨²o dudoso, Lezama y Virgilio. Para ellos, por ellos esta versi¨®n es una suerte de reivindicaci¨®n de Arenas: ¨¦l es el personaje central y el protagonista con un solo, formidable antagonista: el estado totalitario que ha conducido su vida por un laberinto existencial. Para lograrlo Schnabel escogi¨® a un actor espa?ol, Javier Bardem. ?Un error? Todo lo contrario: Bardem es el sost¨¦n de toda la pel¨ªcula, desde que el personaje se embarca en una absurda aventura guerrillera en la que Reynaldo, como una prefiguraci¨®n, huye de su casa, de su madre y del hombre para encontrarse por primera vez con su destino. En el que habr¨¢ m¨¢s fugas, m¨¢s realizaciones de proyectos absurdos y m¨¢s hambre -y, lo que es m¨¢s decisivo, as¨ª se inicia la persecuci¨®n de Arenas por toda la geograf¨ªa cubana y por entre el plano general de La Habana.
Hay que hacer p¨¢rrafo aparte para la actuaci¨®n de Bardem, que es un prodigio a la vez de mimetismo y de creaci¨®n. Bardem, un evidente heterosexual en la vida, recrea a Reynaldo con todos los manerismos de Arenas y todo lo ve a trav¨¦s de su mirada l¨¢nguida y desmayada y sus gestos que evocan a un Pi?era m¨¢s joven, m¨¢s aventurero y finalmente m¨¢s valiente y definen la pasividad del personaje a la vez que con sus brazos confina el l¨ªmite de su hero¨ªsmo al caer (facilis decensus Averni) y al recobrarse de ese Averno para revivir en el invierno de Nueva York con la alegr¨ªa de quien ve caer la nieve por primera vez, hasta que se hunde en el infierno del sida.
Hay otros momentos de actuaci¨®n que son la revelaci¨®n de un actor desconocido o solamente conocido hasta ahora no como actor. Me refiero a Manuel Gonz¨¢lez, que hace una creaci¨®n a la vez c¨®mica y altruista de Lezama Lima, aqu¨ª con todas sus libras y se?ales. Es l¨¢stima que H¨¦ctor Babenco intente ser un Pi?era que nunca es Virgilio. Pero con Bardem nos basta.
Before night falls ser¨¢ una pel¨ªcula en competici¨®n en el Festival de Venecia. Si hay justicia en el Lido (y a veces la hay pero otras no la hay, ay) Javier Bardem ser¨¢, por haber sido Reynaldo Arenas por dos horas, premiado por una actuaci¨®n maestra y una aparici¨®n segura en el roster de los nuevos actores del cine. Ya lo era en el cine espa?ol. Desde ahora lo ser¨¢ en todas partes. Sobre todo si se sabe que comparte reparto con dos de los grandes actores del Hollywood del momento: Johnny Depp y Sean Penn en sucesivos y maestros camafeos.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.