La invocaci¨®n republicana
Los grandes partidos franceses han celebrado este ¨²ltimo fin de semana sus universidades de verano. Se trata de ceremonias de congratulaci¨®n en com¨²n en las que cada familia pol¨ªtica exhibe sus excelencias, reivindica su identidad partidista y, tomando pie en los principales temas del momento, proclama su capacidad de gobierno a la par que sus jefes confirman o pugnan por un liderazgo que asegure en el futuro el poder del grupo. De hecho funcionan, desde hace m¨¢s de una d¨¦cada, como actos de apertura del a?o pol¨ªtico. Las universidades de este a?o han estado dominadas por la propuesta de Jospin sobre la autonom¨ªa de C¨®rcega y por sus consecuencias para la coalici¨®n gobernante y m¨¢s enf¨¢ticamente para el futuro del Estado franc¨¦s.Todo ello, a golpe de invocaciones a la Rep¨²blica, pues, de los tres grandes referentes en que se apoya la pol¨ªtica en Francia - la Revoluci¨®n de 1789, la resistencia del 1942 al 1945 y la Rep¨²blica-, es este ¨²ltimo el que transforma el consenso en unanimidad. Ahora bien, en Francia, cuando se dice rep¨²blica no se apunta a una forma de organizaci¨®n estatal opuesta a la monarqu¨ªa, sino a una construcci¨®n hist¨®rico-pol¨ªtica en la que lo ideol¨®gico prima sobre lo institucional y la naci¨®n configura al Estado, y a su vez ¨¦ste la dota de su expresi¨®n m¨¢s eficaz. R¨¦gis Debray, quiz¨¢s el ¨²nico pensador de esta opci¨®n, insiste en la fuerza determinante de "la tradici¨®n larga", que es la que forja "la personalidad colectiva" de cada comunidad. De aqu¨ª que la Rep¨²blica se escriba siempre con may¨²scula, incluido el art¨ªculo y remitiendo a su verdadera expresi¨®n: la Rep¨²blica francesa.
Luis XV compr¨® C¨®rcega a G¨¦nova y desde entonces ha conservado un fuerte perfil diferencial respecto al resto de Francia. La descolonizaci¨®n en los pa¨ªses del Sur, en los a?os cincuenta y sesenta, y las afirmaciones regionales y autonomistas en los setenta avivaron en los corsos la conciencia de esa diferencia que, como nos recordaba Michel Rocard en Le Monde, los franceses no han querido-sabido cancelar. Su represi¨®n sangrienta en 1975 -la matanza de Aleria- radicaliza el nacionalismo corso e inicia el ciclo de la violencia que ni promesas ni concesiones han logrado detener. Ahora, despu¨¦s de largas negociaciones, Jospin ha conseguido un acuerdo con la casi totalidad de los grupos nacionalistas, aceptando que la Asamblea territorial de C¨®rcega pueda legislar en ciertas materias, lo que ha provocado la airada reacci¨®n del integrismo nacionalista franc¨¦s y la dimisi¨®n del Gobierno de Jean Pierre Chev¨¨nement, ministro de Interior, uno de sus l¨ªderes m¨¢s representativos y el m¨¢ximo exponente en la izquierda de los soberanistas, es decir, de los defensores a ultranza de la soberan¨ªa nacional frente a los europe¨ªstas y a los mundialistas.
Para defenderla, el presidente del Movimiento de los Ciudadanos se propone lanzar un polo republicano. Pero enarbolar en Francia el estandarte de la Rep¨²blica carece de poder diferencial, de atracci¨®n espec¨ªfica, y adem¨¢s ese proyecto ha sido ya muy utilizado por la derecha, que sigue anclando en ¨¦l a sus dos grandes formaciones: el RPR de Chirac y el RPF de Pasqua.
Para que nada falte, en la barah¨²nda ¨²ltima, los gaullistas han promovido una petici¨®n nacional "por C¨®rcega en la Rep¨²blica", y Jospin ha vuelto a esgrimir su "pacto republicano". Esta m¨²ltiple invocaci¨®n republicana es la causa de que Chev¨¨nement no haya logrado crear un verdadero partido ni haya sacado un solo diputado europeo en las pen¨²ltimas elecciones, habiendo tenido que apoyarse en el Partido Socialista para lograrlo en las ¨²ltimas. ?Se propone ahora suscitar una nueva agrupaci¨®n de soberanistas que vaya desde la derecha pura y dura de Villiers hasta los residuos nacionalistas del Partido Comunista? Cuando se oye en las filas del MCD que lo que importa no es tanto la diferencia entre derechas e izquierdas cuanto entre liberales y republicanos, podr¨ªa pensarse que ¨¦sa es la intenci¨®n. ?Acabar¨¢ un hombre de la honestidad y de la val¨ªa de Chev¨¨nement, por fervor nacionalista o por el irrenunciable desaf¨ªo de la lucha entre jefes, meti¨¦ndose en ese callej¨®n sin salida? Ser¨ªa malo para ¨¦l y para los que pensamos que la otra mundializaci¨®n necesita a todas las fuerzas de progreso.
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