Memorial de est¨ªo (3)
Este verano, durante cuatro semanas y media, estuve hospedado en una casa de aldea, recientes en Espa?a, que tambi¨¦n se cobija bajo la denominaci¨®n de turismo rural. La conoc¨ªa desde las ¨²ltimas navidades, por una casualidad, y la experiencia me aconsej¨® repetir, lo que me ha proporcionado unas desusadamente largas y excelentes vacaciones. La modalidad es conocida y tiene para m¨ª el precedente, hace casi diez a?os, de un periplo organizado por una vieja amiga francesa; saltamos de un departamento a otro, pernoctando unas veces en hoteles provincianos y otras en ese tipo de lugares que iban del pretencioso chateau con parque incluido a la amplia casona, habitada y atendida por los propietarios, venidos a menos. Un recuerdo muy agradable.Volvamos al otro sitio, ubicado, precisamente, a unos 60 metros del caser¨ªo donde naci¨® mi padre, en la parte inferior de la ladera que baja desde el pueblo de Ran¨®n -que da nombre de referencia al aeropuerto de Asturias- hasta la desembocadura del Nal¨®n y San Juan de la Arena. La vista es soberbia, encima de un pueblo que no puede crecer, emparedado entre la monta?a que se desploma, por Oriente, en el Cant¨¢brico, y la r¨ªa. Rodea una peque?a llanura, m¨¢s baja que el nivel del mar, ci¨¦naga verde y boscosa sobre la que no es posible edificar. Hoy lo habita menos gente que hace 100 a?os y, arruinada la pesca y la industria conservera, la gente moza emigra hacia otras zonas. Parece muy lejana la posibilidad de que se perpetren rascacielos de apartamentos.
?sta s¨ª es una casa de aldea, con muros de piedra originales que se alzaron hace m¨¢s de dos siglos. Han aplicado, sobre la inevitable ruina, unos planos inteligentes, sin ofender al entorno. La manejan sus propietarios, un joven y emprendedor matrimonio. Todo es nuevo, de buen gusto y funciona, conservando la discreta apariencia exterior, que combina con un acierto entre la vieja piedra y la madera del amplio mirador. Enfrente, el deca¨ªdo puerto de San Esteban de Pravia; al otro lado del lomo monta?oso, Cudillero; al fondo la villa de Somiedo, en fin, la geograf¨ªa m¨¢s cercana.
S¨®lo hay otra morada que ocupa una vigorosa mujer de cabellos blancos, a la que vi recoger la cosecha de patatas en el reducido huerto, sac¨¢ndolas con las manos de entre la tierra, en un par de penosas jornadas, porque no se las puede hacer esperar. A veces la acompa?a una nietecilla, una perra cocker reci¨¦n parida y un displicente gatazo negro. Junto a su puerta, el coche utilitario con el que se desplaza cuando es menester.
Las casas de aldea est¨¢n regidas por normas tutelares de la Oficina de Turismo del Principado y a la que fui a parar se encuentra entre las que disponen de habitaciones. La otra categor¨ªa son las que se alquilan enteras, cuyos pormenores desconozco, as¨ª como las peculiaridades que distinguen los servicios de unas y otras. Es aqu¨¦lla, cinco habitaciones, con espacioso cuarto de ba?o, un gran sal¨®n com¨²n y la cocina, cuyo frigor¨ªfico y fogones est¨¢n a la disposici¨®n de los hu¨¦spedes. Dentro del "paquete", un sustancioso desayuno, con boller¨ªa dom¨¦stica, panecillos del d¨ªa, mermeladas, delicias de la tierra: mara?uelas, bollinas rellenas de miel y almendras, todo ello dentro del precio total, en el que hicieron un descuento no pedido, en m¨¦rito a mi fiel y larga estad¨ªa. Cambio diario de toallas, y de s¨¢banas, cada tres d¨ªas. Delante, un espacio m¨¢s que suficiente como aparcamiento.
La heredad cuenta con un prado en pendiente que preserva de toda futura construcci¨®n, algo que parece controlado desde hace tiempo. La mala hierba cubre las ruinas de otro hogar y de all¨ª, quiz¨¢, tomaron el pedrej¨®n y las lascas para agrandar la nueva. Nos contornea la carretera zigzagueante que asciende hasta la cima, tal como la tengo en la memoria de la infancia.
En Asturias hay 265 casas de aldea que se alquilan en su integridad -peque?as construcciones de uno o dos pisos- y 120 habitaciones, donde debe estar incluida la que tan dichosamente ocup¨¦, aunque estos datos son del mes de abril de este a?o y nuevo siglo. Quiz¨¢, la pr¨®xima semana les cuente c¨®mo eran mis compa?eros de hospedaje, gente muy normal, como usted o como yo, si es que me permiten as¨ª expresarlo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.