El doctor no sabe de cuentas
El claustro de la Universidad de Granada acord¨® la semana pasada conceder el grado de doctor honoris causa al rey de Marruecos, Mohamed VI, por sus m¨¦ritos pol¨ªticos, sociales e intelectuales. Por los matem¨¢ticos no, pues es de sobra conocido que el monarca no lleva correctamente la contabilidad de los s¨²bditos vivos y muertos y que cada vez que se hunde en el Estrecho una patera con cinco o veinte marroqu¨ªes (las cifras de los huidos son ind¨®mitas y se resisten a ser precisas) se descuadran un poco m¨¢s los libros de la contabilidad demogr¨¢fica. Tampoco acaba por cuadrarle el censo que permita convocar un refer¨¦ndum sobre el S¨¢hara.Los proponentes de la concesi¨®n del doctorado -una asociaci¨®n de estudiantes marroqu¨ªes- y los restantes claustrales que apoyaron la iniciativa, se esforzaron en demostrar la pericia como estadista de Mohamed VI, una pericia que se parece m¨¢s a un pagar¨¦ que a un pago en efectivo, pues de momento se ha limitado a unos pocos y meritorios cambios en la estructura del poder y a una serie de promesas inconcretas que no han paliado las grav¨ªsimas deficiencias sociales que soporta el pueblo. Pero como todo es opinable, y la sof¨ªstica un arte poderoso, la mayor¨ªa del claustro acab¨® convencido de los merecimientos del rey y, en consecuencia, se acept¨® convertirlo en doctor honor¨ªfico.
Hace tiempo que las universidades en general utilizan la concesi¨®n de estos grados no s¨®lo para resaltar la calidad indiscutible de ciertas personalidades sino tambi¨¦n para fines interesados como la obtenci¨®n de regal¨ªas y publicidad inmediata en los medios informativos. De otro modo no se entienden, por ejemplo, doctorados como el concedido en su d¨ªa en Madrid al presidiario Mario Conde. Los nuevos criterios para otorgar los doctorados de honor han degradado el valor de las distintinciones, pero ¨¦ste es un problema de escasa repercusi¨®n social que deben solucionar las universidades y que a m¨ª, por ejemplo, ni me va ni me viene.
Lo incomprensible para quienes vivimos al margen de las convenciones y los intereses universitarios es que, como en el caso de Mohamed VI, se dignifique la figura de un rey que no ha sido capaz de evitar que a diario cientos de ciudadanos fleten sus fr¨¢giles chalupas y perezcan ahogados a mitad de camino. Bastar¨ªa con aplicar una m¨ªnima parte del rigor con que los oligarcas marroqu¨ªes defienden sus intereses en la vigilancia de la costa mediterr¨¢nea, por ejemplo, para evitar la muerte segura de un n¨²mero sin determinar de personas y equilibrar la contabilidad de su poblaci¨®n.
Desconozco el reglamento de la Universidad de Granada para distribuir sus recompensas intelectuales y por tanto no s¨¦ si la sobrecogedora laguna cultural de Mohamed VI (la matem¨¢tica) es compatible con sus otros m¨¦ritos, ¨¦sos que la mayor¨ªa de los miembros del claustro han sopesado con exquisita largueza antes de otorgarle el doctorado de honor. Sin embargo, ?por qu¨¦ las autoridades acad¨¦micas, sin ning¨²n tipo de compromiso aparente, se han empe?ado en sacar adelante una acuerdo que, como resultado inmediato, ha dividido a los claustrales?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.