Giro de Pujol

Pocas horas antes de la Diada Nacional de Catalu?a, celebrada ayer sin apenas tensiones, el presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, anticip¨® el fin del ciclo hist¨®rico de reivindicaciones catalanistas. Condicion¨® ese fin a un aumento de las cuotas de autogobierno y a que se obtenga una nueva f¨®rmula de financiaci¨®n auton¨®mica satisfactoria, tras el enorme fiasco de la ¨²ltima, que, patrocinada por ¨¦l, produjo una reducci¨®n en los ingresos de la Generalitat catalana.Es una noticia excelente, incluyendo esas condiciones y los posteriores matices mediante los que Pujol insisti¨® en tono reivindicativo en la resoluci¨®n del problema financiero y en el aumento del autogobierno. Pese a las m¨²ltiples lecturas y a?adidos que permite, como todos los poli¨¦dricos mensajes del l¨ªder nacionalista, pues ambas condiciones podr¨ªan tener traducciones infinitas, todo indica que estamos ante el inicio de un giro importante.

?Por qu¨¦? Por cuatro razones, al menos: porque, en todos estos a?os, la coalici¨®n Converg¨¨ncia i Uni¨® (CiU) ha hecho de la reclamaci¨®n victimista condici¨®n de identidad incluso superior a su innegable contribuci¨®n a la gobernabilidad; porque, mediante ella, negaba la plausibilidad de completar el dise?o del mapa auton¨®mico, aunque ello no significase el fin de las tensiones entre distintos niveles de Administraci¨®n; porque esas actitudes han generado recelos, inquinas y un l¨®gico malestar en numerosos c¨ªrculos del resto de Espa?a que ahora se propone corregir mediante una aparatosa campa?a de imagen, y porque el nuevo enfoque contrasta con el af¨¢n revisionista de la Constituci¨®n y el Estatuto que luci¨® Pujol al desencadenarse la tregua de ETA y que se plasm¨® en la est¨¦ril aventura de la Declaraci¨®n de Barcelona.

Cuando se acerca el ocaso pol¨ªtico de un personaje tan notable, puede asaltarle la tentaci¨®n de radicalizar posturas y tratar de pasar a la posteridad como un "puro" de las esencias de su partido. Por eso es m¨¢s loable a¨²n que haya decidido iniciar este giro realista. Adem¨¢s, con ello, afronta la competencia de un PP regional que, apoy¨¢ndose en la imagen de los ministros Josep Piqu¨¦ y Anna Birul¨¦s, se apresta a seguir mordiendo en su terreno electoral, y de un PSC que, encabezado por Pasqual Maragall, parece hacer oposici¨®n seria por vez primera. En la pasi¨®n de Jordi Pujol por fijar dignamente su lugar en la historia, parece volver a imponerse el pragmatismo que tan buenos resultados le ha reportado sobre eventuales fuegos de artificio. As¨ª, el veterano dirigente puede acabar reclamando ayuda para despedirse en paz con su conciencia y dejando una herencia arreglada a sus posibles sucesores. Quiz¨¢s incluso dude de la capacidad de ¨¦stos para conseguir lo que ¨¦l no logr¨®.

Naturalmente, el juicio definitivo sobre estos signos requiere de ulteriores desarrollos pr¨¢cticos que, como es marca de la casa nacionalista, se acompa?en -una de cal y otra de arena- con s¨ªmbolos contradictorios como la ofrenda floral que en la Diada comparti¨® ayer con los dirigentes del PNV y del BNG I?aki Anasagasti y Xos¨¦ Manuel Beiras, respectivamente, insinuando que sobrevive una Declaraci¨®n de Barcelona que jam¨¢s super¨® el estadio del nasciturus. Pero el tiempo no corre en vano para nadie. Ya Anasagasti representa muchas otras cosas que hace dos a?os, y Beiras se afirma m¨¢s como l¨ªder de una izquierda nacional que como un nacionalista de izquierdas.