El prisma nacionalista ANTONIO ELORZA
Las pol¨¦micas de opini¨®n son casi siempre aburridas, pero al mismo tiempo no conviene que se cierren en la confusi¨®n. Es esto lo que justifica una respuesta a la contrarr¨¦plica que el viernes pasado me dirigi¨® Joan Culla, quien en su primer art¨ªculo planteaba el tema de la degradaci¨®n ideol¨®gica inducida por la existencia del terrorismo, metiendo en un mismo saco por distintas motivaciones, pero con un denominador com¨²n, a aquellos que ped¨ªan el exterminio de los etarras v¨ªa Baader-Meinhof y a los que llevados de su oposici¨®n a ETA constru¨ªan sus juicios deformados atacando a la cultura nacional vasca, nombres de pila incluidos. Y aqu¨ª estaba sorprendentemente yo, por lo cual, dado que en todos y cada uno de los puntos citados por Culla mi adscripci¨®n era grotesca, y que se?alar con el dedo a un intelectual vasco como enemigo de su cultura y del nacionalismo, con argumentos falsos, supone en las circunstancias actuales, como m¨ªnimo una irresponsabilidad, me permit¨ª se?alar ambas cosas. Es obvio que a Culla le ha disgustado, est¨¢ en su derecho, pero no por ello lo tiene de elaborar una mala caricatura de mis posiciones sin atreverse a rebatir esa cr¨ªtica por las falsedades y la inconsciencia de que daba muestra en su art¨ªculo. Si cuando le dicen una cosa, Culla contesta otra, el di¨¢logo con ¨¦l no vale la pena. Para m¨ª era "querido Culla"; yo soy para ¨¦l, propagandista del di¨¢logo cordial, "un tal Antonio Elorza" y leer mis libros debe de ser arduo, por lo cual sobre lo que en ellos intento probar no sabe y no contesta. La comunicaci¨®n es imposible.Hablemos, pues, del fondo de la cuesti¨®n. Ante todo, sobre la insistencia en descalificar mediante la amalgama, ahora etiquetada como "pensamiento ¨²nico" antiterrorista. Resulta adecuada aqu¨ª la alusi¨®n a Haro y a V¨¢zquez Montalb¨¢n, paladines de ese enfoque consistente en aplicar al colectivo de escritores antiterroristas el criterio de que todos los chinos son iguales, lo que supone ignorar las enormes diferencias que en cuanto a la visi¨®n del nacionalismo, la autodeterminaci¨®n o la construcci¨®n nacional vasca existen entre Fernando Savater, Jon Juaristi, Mario Onaindia o quien esto escribe. Otra cosa es que a todos nos una la idea de que estamos bajo una amenaza terrorista y nacionalsocialista en Euskadi que exige tomas de posici¨®n inequ¨ªvocas. No es pensamiento ¨²nico, sino una adaptaci¨®n al caso de lo que fueron los frentes antifascistas. Tambi¨¦n es un asunto suficientemente serio como para reaccionar de forma airada contra quienes deforman algo tan di¨¢fano.
Y contra aquellos que practiquen deliberadamente el daltonismo cuando se toca el problema nacional. Resulta perfectamente l¨ªcito defender las ikastolas o la normalizaci¨®n ling¨¹¨ªstica en Euskadi, y no cerrar los ojos ante la triste evidencia de que el sistema educativo vasco est¨¢ siendo incapaz de transmitir a los j¨®venes un sistema de valores democr¨¢tico y una visi¨®n cient¨ªfica de la historia vasca. El hecho de que la Academia de la Historia haya producido una chapuza, comparable al galardonado libro sobre El ser de Espa?a, no borra esa realidad. Ni que pese en el juicio sobre el problema de algunos catalanistas -mi impresi¨®n es aqu¨ª personal, no libresca- su acercamiento y acuerdo temporal con un nacionalismo vasco democr¨¢tico contaminado desde 1998 por la alianza indirecta con ETA a trav¨¦s de Lizarra. De insidias, nada.
Por fin lo esencial: ?cabe adjudicar a Sabino Arana, con su Euskadi de cart¨®n piedra, la causa primera de cuanto ocurre? ?Puede ser calificado de prenazi? Las dos respuestas son positivas y siento que mis arduos trabajos sean la prueba. Haciendo el penoso esfuerzo de leerlos, cabe entender (o estar en condiciones de refutar) que esa construcci¨®n xen¨®foba y racista de la religi¨®n pol¨ªtica sabiniana, n¨²cleo del nacionalismo vasco ortodoxo hasta hoy, arroja como balance una perspectiva de construcci¨®n nacional malformada, te?ida de irracionalismo y de violencia. La actual intimidaci¨®n nazi que sufren los vascos de ah¨ª viene, sin olvidar el tinglado seudohist¨®rico, de cart¨®n piedra, que en torno a la imaginaria independencia vasca hasta 1839 sigue informando los planteamientos de EA y de Ibarretxe, de Arzalluz y de ETA. Un poco como los esclavos de Miguel ?ngel tratan sin ¨¦xito de liberarse del bloque de piedra, la historia del PNV busc¨® hasta los a?os noventa, y ah¨ª est¨¢ su estatutismo, un camino democr¨¢tico. Pero desde Lizarra, e incluso antes, desde 1995, ha habido un salto atr¨¢s cuya g¨¦nesis quien lea la cascada de escritos antiespa?oles de Sabino, y no s¨®lo su referencia a Catalu?a, estar¨¢ en condiciones de apreciar. En cuanto al nazismo, el hilo nunca se rompe desde el "Nik eztatik erderaz" de Sabino a las palabras y la acci¨®n de la supuestamente cachazuda -yo dir¨ªa m¨¢s bien terror¨ªfica- HB. En suma, construcci¨®n nacional vasca s¨ª, su versi¨®n de Lizarra no. ?Est¨¢ claro?
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Historia del Pensamiento Pol¨ªtico y Social de la Universidad Complutense.
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