Ceremonia con mensaje
La atleta Cathy Freeman, s¨ªmbolo de los abor¨ªgenes australianos, prende la llama ol¨ªmpica - Estiarte encabeza la representaci¨®n espa?ola - Las dos Coreas desfilan bajo una sola bandera
Los Juegos Ol¨ªmpicos de Sydney comenzaron ayer con una ceremonia cargada de mensajes. Por una vez, fue menos importante la coreograf¨ªa que el significado de un acto que represent¨® la emergencia de la mujer en el deporte y la reparaci¨®n, siquiera simb¨®lica, del gobierno australiano con los abor¨ªgenes. Cathy Freeman, en cuya familia est¨¢ escrita todo el horror de la generaci¨®n perdida de abor¨ªgenes, encendi¨® la llama entre el entusiasmo de las 110.000 personas que se reunieron en el estadio. En la figura de Freeman, campeona del mundo de 400 metros, se reunieron las dos ideas que prevalecieron en la jornada inaugural. El 38% de los participantes en Sydney 2000 ser¨¢n mujeres, cuya presencia en el mayor acontecimiento deportivo del mundo se ha doblado en los ¨²ltimos 20 a?os. Pocos pa¨ªses han contribuido tanto como Australia a esta buena nueva, y as¨ª se apreci¨® en el estadio, donde una cadena de mujeres inolvidables traslad¨® la antorcha hasta Cathy Freeman. All¨ª estaban Raelene Boyle, Betty Cuthbert, Dawn Fraser, Debbie Flintoff y Shane Gould, leyendas vivas del deporte mundial, hijas de un pa¨ªs joven, sin prejuicios, tierra de promisi¨®n y oportunidades.Freeman es la ¨²ltima de una larga saga de formidables atletas. Pero tambi¨¦n pertenece a la etnia aborigen, con todo la carga de significado que eso tiene. Convertidos en extranjeros en su tierra nativa, los abor¨ªgenes han vivido el drama de la segregaci¨®n, del desamparo, de la ausencia de algunos de los m¨¢s elementales derechos. Hasta 1967 no lograron entrar en el censo electoral. Todav¨ªa hoy, padecen las consecuencias de una historia traum¨¢tica. El paro y el alcoholismo adquieren proporciones casi end¨¦micas entre los abor¨ªgenes, que s¨®lo en los ¨²ltimos a?os han podido alzar la voz para denunciar su situaci¨®n.
Al protagonismo de Freeman en la inauguraci¨®n de los Juegos se a?adi¨® la referencia expl¨ªcita de Juan Antonio Samaranch al pueblo aborigen. Lo mismo ocurri¨® en la ceremonia, confeccionada a la americana, con evidentes similitudes a la celebrada en Los ?ngeles 84. No pod¨ªa ser de otra manera, pues ambas han estado dise?adas por el mismo director art¨ªstico. Por encima del artificio, se escucharon los mensajes. Unos fueron claros, como la consagraci¨®n del papel de la mujer en el deporte, las dos Coreas desfilando bajo una sola bandera..., y otros fueron m¨¢s sutiles, pero tambi¨¦n cargados de signficado. As¨ª lo hizo saber Michael Knight, presidente del comit¨¦ organizador, cuando dijo que estas dos semanas pertenecen a los atletas. Por sencillo, el mensaje no pod¨ªa ocultar el disgusto por los problemas de corrupci¨®n en el COI, por la preponderancia del comercio sobre aquello que hizo de los Juegos el mayor acontecimiento deportivo del mundo: la lucha del hombre por la superaci¨®n. En eso consiste la ra¨ªz del deporte. A eso aspiran Sydney y Australia en los Juegos del 2000.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.