Sobre la magnitud de la tragedia ENRIQUE VILA-MATAS
?Queremos tanto a Figo? A juzgar por el feroz odio que despierta entre los barcelonistas, a¨²n se le sigue queriendo mucho, parece que nadie puede olvidarlo. A eso se le llama amor.?Sigo yo queriendo a Figo? Me hago esta pregunta y quisiera que me tragara la tierra. Sentimientos confusos, muy complejos y contradictorios. S¨®lo veo con claridad una cosa: la inmensa magnitud de la tragedia.
?C¨®mo reprimir una l¨¢grima si pienso, por ejemplo, que hace tres a?os Sergi P¨¤mies me regal¨® una camisa de Figo que guard¨¦ como oro en pa?o en un armario de casa? ?Y qu¨¦ hacer cuando recuerdo que, unos meses despu¨¦s, conoc¨ª al jugador en el bar Bauma de Barcelona, donde compartimos mesa con amigos comunes, David Trueba y Pep Guardiola entre ellos? ?Qu¨¦ tiempos aquellos! Nos hicimos un retrato de familia que mand¨¦ a mi editor portugu¨¦s que, orgulloso de mi di¨¢fana portugalidad, coloc¨® en la mesa de su despacho a modo de dato feliz sobre las fluidas relaciones culturales entre Lisboa y Barcelona.
Todos esos c¨¢ndidos d¨ªas de felicidad quedaron borrados brutalmente cuando Figo se pas¨® de pronto al mundo botijero del Real Madrid. Desapareci¨® el retrato de familia del despacho portugu¨¦s al tiempo que en el pa¨ªs vecino se desataba una fuerte pol¨¦mica en torno a la conducta ¨¦tica del jugador, una pol¨¦mica en la que lleg¨® a intervenir el propio presidente de la Rep¨²blica. Esa pol¨¦mica me record¨® a la que a?os antes se hab¨ªa producido en torno a quien deb¨ªa ganar para Portugal el Nobel de Literatura. "Si se lo dan a Saramago -dec¨ªan-, el mundo va a pensar que todos somos como Saramago". Lo mismo pasaba con Lobo Antunes. Gran magnitud de la tragedia: el mundo iba a pensar que los portugueses eran todos como Lobo Antunes.
Con el caso de Figo, otro tanto: ?iba a pensar el mundo que la conducta ¨¦tica habitual del portugu¨¦s es como la de Figo: materialismo feroz y total insensibilidad a los sentimientos de un pueblo entero? Ay Figo, Figo. Yo hasta hoy he callado sobre este asunto porque eran tan grande mi perplejidad que me sent¨ªa incapaz de desligar la raz¨®n de los sentimientos y adoptar una posici¨®n clara sobre tan serio asunto. Pero ayer Sergi P¨¤mies, tal vez intrigado por la suerte que haya podido correr la camiseta de Figo, me llam¨® para sugerirme que rompiera mi silencio y -si, tal como ¨¦l intu¨ªa, lo andaba necesitando- me desahogara a fondo, aunque tan s¨®lo fuera por pura y l¨®gica higiene mental.
Ay -pens¨¦-, los errores fatales se cometen cuando uno act¨²a l¨®gicamente. Y aqu¨ª estoy ahora cometiendo el error de encarar la magnitud de la tragedia, aqu¨ª estoy dici¨¦ndome que si bien es cierto que Figo cometi¨® un error, no lo es menos que fue por actuar l¨®gicamente que se equivoc¨®. ?O acaso no actu¨® ¨¦l con l¨®gica al ver que N¨²?ez (que no olvidemos que segu¨ªa siendo presidente, ejerciendo como tal, inaugurando y perorando) se negaba este verano a recibirle y, lejos de sus oficinas y del palco, hab¨ªa elegido encerrarse en una melanc¨®lica sala interior del estadio? Comprender la actitud de Figo no impide que me venza una ¨ªntima rabia cuando evoco aquella cena en el Bauma y las ¨²nicas palabras que me cruc¨¦ con ¨¦l. Le dije que yo era muy querido en Portugal y ¨¦l, tras medio minuto pensando la respuesta, me contest¨®: "Es que en Portugal sabemos apresiar lo bueno". Ay, Figo. Recuerdo esa frase y lloro de risa, porque pienso que en el Madrid s¨ª que han sabido apresiar y poner precio a lo bueno, a tu excepcional f¨²tbol.
Ya digo, risa y tragedia, sentimientos contradictorios. Pero s¨ª tengo claro algo. En el Camp Nou, Figo no debe ser silbado. Nos falta humor, ya lo dec¨ªa Josep Pla: "Desenga?¨¦monos, hay una falta total de capacidad en el catal¨¢n para el humor". A Figo, en lugar de caer en la vulgaridad de abuchearle, podr¨ªamos dedicarle una gigantesca y cari?osa ola y cantarle Me cago en el amor, la canci¨®n de Tonino Carotone. Cantarle esto y compadecerle. ?Acaso no le queremos tanto? Le quedan seis a?os y un d¨ªa de reclusi¨®n en un club que vuelve horteras de bolera a todos sus jugadores. Basta con observar la nueva vestimenta a lo Carotone de Figo para comprobar que en ¨¦l se ha iniciado ese terrible proceso, que se est¨¢ contaminando de las lecturas de sus compa?eros Hierro y Makelele.
"Aunque estoy seguro de m¨ª mismo, ando algo asustado, tengo temores cotidianos", ha dicho recientemente Valdano. No asustemos m¨¢s a Figo cuando venga al Camp Nou. Dejemos por un d¨ªa de ser sentimentales y descubramos que en esta historia de amor la peor parte le ha tocado a nuestro querido Figo, recordemos que para nosotros siempre acab¨® siendo relativa la magnitud de cualquier tragedia.
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