El misterio de los atletas
Aunque intento seguir las olimpiadas por cap¨ªtulos, como una novela, finalmente me limito a hojearlas, como un libro de ciencias naturales, en busca de las im¨¢genes de Ian Thorpe, de Yana Clochkova, de Yago Lamela, de Marion Jones... Estoy hablando de personas que no escriben, no esculpen, no pintan, no componen, pero que sin embargo son artistas: ellos son su obra de arte. Los escritores, los m¨²sicos, los pintores, realizan su trabajo y se desprenden de ¨¦l como de una membrana. No se sabe de ning¨²n escritor que se coma las novelas que escribe para incorporarlas a su sistema endocrino. Mucho menos, de un escultor o un arquitecto. No podr¨ªan, claro. Incluso la persona que se tat¨²a la piel est¨¢ haciendo algo externo, en el sentido de que el trazo y la tinta vienen de fuera.El deportista se hace desde el deseo, que es inmaterial. La masa muscular de Marion Jones tiene m¨¢s componentes an¨ªmicos que fisiol¨®gicos. En alguna ocasi¨®n he o¨ªdo decir que Lamela carece de la morfolog¨ªa precisa para el salto de longitud, aunque suple con ambici¨®n los cent¨ªmetros que le faltan, o que le sobran. Es evidente que cuanto m¨¢s lejos llega un saltador de longitud, m¨¢s al fondo llega de s¨ª mismo tambi¨¦n. La competici¨®n es un p¨¢lido reflejo de un movimiento fundamentalmente interior. No hay m¨¢s que ver la expresi¨®n de Yago Lamela en pleno salto para darse cuenta de que a donde intenta llegar es a las zonas m¨¢s inaccesibles de la propia conciencia. Ning¨²n corredor pretende alcanzar al deportista que va delante de ¨¦l. Pretende alcanzarse a s¨ª mismo y en esa operaci¨®n alcanza a veces a los otros. Muchos llaman a eso superaci¨®n. Estar¨ªa de acuerdo con el t¨¦rmino si no ocultara la parte oscura de esa necesidad de llegar m¨¢s lejos. De hecho, en ninguna otra actividad se est¨¢ tan solo, aunque en el estadio no quepa un alfiler. Me viene a la cabeza el t¨ªtulo de aquella excelente novela: La soledad del corredor de fondo.
Pero hay una cosa m¨¢s que hace terrible y hermoso este arte cuyo soporte es el propio cuerpo, y es el hecho de que en el momento mismo de alcanzar la cumbre, el atleta comienza a deshacer lo que ha hecho con tanto esfuerzo a lo largo de su vida. No se sabe de ning¨²n escritor que a partir de cierta edad desescriba su obra, ni de ning¨²n arquitecto que desmonte sus casas, ni de ning¨²n escultor que desesculpa en la segunda mitad de su existencia lo que se dedic¨® a esculpir durante la primera. Los m¨²sculos, en cambio, comienzan a aflojarse, a deshacerse, a desparecer. Es cierto que quedan las copas, las medallas, los diplomas. ?Pero qu¨¦ hay detr¨¢s de ellos? A un pintor laureado le podemos decir que nos muestre su obra. Pero a un atleta no podemos pedirle que repita el salto con el que gan¨® hace cuarenta a?os una medalla de oro. Los atletas construyen su obra de arte con materia org¨¢nica, perecedera. Eso los hace grandes y misteriosos. A m¨ª me gusta verlos en reposo casi m¨¢s que actuando porque a veces, en su mirada, se descubre una porci¨®n de ese misterio.
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