Sepulcro blanqueado
Comprar una funeraria con dinero negro parece eso, un rasgo de humor negro, una ocurrencia de Rafael Azcona para una pel¨ªcula de Luis Garc¨ªa Berlanga, tal vez para una segunda parte de El verdugo, algo as¨ª como Privat¨ªzame ese cad¨¢ver.En este caso se tratar¨ªa de un filme basado en hechos reales y as¨ª convendr¨ªa destacarlo en los t¨ªtulos de cr¨¦dito incluyendo en ellos la firma de un notario para dar fe ante los incr¨¦dulos de que semejante esperpento, tan inveros¨ªmil sainete, acaeci¨® en los despachos de la Casa de la Villa y participaron en ¨¦l -y no precisamente como figurantes, sino con relevantes y flagrantes responsabilidades-, un alcalde aut¨¦ntico y varios concejales de verdad, enredados en una rocambolesca trama que tiene como productor, guionista, director y protagonista a Jos¨¦ Ignacio Rodrigo, un adicto al trabajo que adem¨¢s interpreta dos papeles.
La pel¨ªcula est¨¢ todav¨ªa en fase de rodaje en los tribunales, un largo y farragoso proceso que comenz¨® en 1992, por lo que a¨²n no se puede aventurar un desenlace. Los actores principales, como ocurr¨ªa durante el rodaje de Casablanca, se levantan por la ma?ana sin saber lo que van a rodar ese d¨ªa, aunque poco a poco van perfilando sus composiciones.
El original¨ªsimo punto de partida del gui¨®n presenta al prometedor Rodrigo como un personaje misterioso que consigue hacerse contratar como asesor del Ayuntamiento en el tema de la privatizaci¨®n de la Funeraria y acaba convenciendo a sus jefes para que se la privaticen a ¨¦l, a precio de saldo, que para eso es un experto en el tema, como demuestra el que haya sido contratado como tal por una instituci¨®n tan seria.
La elecci¨®n resulta acertada porque en Madrid se muere mucha gente y Rodrigo sabe c¨®mo sacarle provecho y rentabilidad a cada muerto que pasa por caja. En manos del Ayuntamiento, el negocio de las pompas f¨²nebres empezaba a oler, pero gracias a la gesti¨®n de Rodrigo, como Doctor Frankestein de las finanzas p¨®stumas y de las financiaciones irregulares, el finado ha resucitado y Funespa?a se apunta unos beneficios de m¨¢s de 6.000 millones de pesetas acumulados en ocho a?os.
Visto as¨ª parece el gui¨®n de un best seller yanqui sobre esos hombres que se hacen a s¨ª mismos y, puestos a elegir, se convierten en grandes magnates de la noche a la ma?ana a base de golpes de audacia o de golpes de mano, sin escr¨²pulos ni reconcomios.
Pero, como ocurre en esos libros y en los filmes y telefilmes que se basan en ellos, tras el ¨¦xito viene la ca¨ªda y el potentado acaba con sus huesos en el banquillo, denunciado por competidores envidiosos que s¨®lo ven la paja en el ojo ajeno. Ah¨ª est¨¢n, por ejemplo, esos concejales de la oposici¨®n incapaces de reconocer el ¨¦xito del gobierno municipal en esta operaci¨®n impecable que ha liberado al Ayuntamiento y a los ciudadanos de un pesado fardo que, depositado sobre los hombros de Rodrigo, se ha trasmutado en oro, un material m¨¢s liviano que la paja cuando lo cargamos en nuestro propio saco.
Pese a lo embrollado de la trama judicial, el caso Funespa?a est¨¢ a punto de convertirse en una coproducci¨®n hispano-francesa con la colaboraci¨®n de la Judicatura gala, que ha decidido intervenir en el gui¨®n con un mont¨®n de folios sobre las aventuras bancarias de Rodrigo y apunta la tesis de que el dinero con el que financi¨® la operaci¨®n Funespa?a era m¨¢s negro que un catafalco.
Es posible que algunas de las escenas del filme se rueden en los bell¨ªsimos parajes fiscales de las paradisiacas Antillas holandesas donde el cosmopolita ciudadano Rodrigo tiene domiciliada una de sus empresas.
Al que no creo que inviten es a Jos¨¦ Mar¨ªa ?lvarez del Manzano, que empez¨® bien en su papel de guardaespaldas del h¨¦roe y hoy parece a punto de pasarse al otro bando como uno de esos "arrepentidos" que animan los grandes procesos contra la Mafia. Un papel de alto riesgo por las posibles represalias, pero no hay nada que temer, pues en el programa de protecci¨®n de testigos le proporcionar¨¢n una nueva identidad y un nuevo domicilio en una localidad apartada y discreta donde pueda rehacer su vida y cambiar de oficio.
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