La moneda abandonada
Es equivocado y prematuro hablar de crisis del euro. Las evoluciones de nuestra moneda ¨²nica, en uno y otro sentido, estaban ampliamente previstas. Ya se sab¨ªa, en el momento de la creaci¨®n del euro, que la volatilidad del tipo de cambio respecto al d¨®lar ser¨ªa m¨¢s fuerte que antes. De todas formas, existen respuestas estructurales a la situaci¨®n que se est¨¢ dando estos d¨ªas en los mercados financieros. El debilitamiento del euro se debe esencialmente a la importante diferencia que perdura entre la tasa de crecimiento en Europa y la que hay en Estados Unidos. Cuando el euro se cotiz¨® por primera vez, en enero de 1999, las previsiones de los analistas eran muy distintas: se pensaba en una ralentizaci¨®n del crecimiento estadounidense y en un aumento de la econom¨ªa europea. En cambio, la primera hip¨®tesis no se dio: el crecimiento de Estados Unidos sigue igual que en el pasado y a un ritmo a¨²n muy sostenido, puesto que se habla de una tasa del 5% para finales de 2000. La continuaci¨®n de la carrera estadounidense ha generado autom¨¢ticamente una apreciaci¨®n del d¨®lar respecto al euro. Pero existe tambi¨¦n una causa interna para la baja del euro. Es la falta de una clara combinaci¨®n de pol¨ªtica monetaria y pol¨ªticas presupuestarias, lo que los economistas llaman "policy mix". En este sentido, Europa no est¨¢ gobernada. Estamos en una situaci¨®n de importante desequilibrio institucional: por una parte, la existencia de un poder monetario federal fuerte confiado al Banco Central Europeo, y por otra, una variedad de autoridades nacionales que se ocupan de las pol¨ªticas presupuestarias. Este desequilibrio institucional explica por qu¨¦ nuestra pol¨ªtica monetaria no es realmente comprensible para los analistas financieros.Desgraciadamente, el Banco Central Europeo no consigue aclarar este desorden institucional. Tiene una gran responsabilidad a la que sin embargo no puede hacer frente del todo: en efecto, se trata de un poder tecnocr¨¢tico que, aunque es constitucional, no ha recibido una legitimaci¨®n pol¨ªtica. Parad¨®jicamente, querr¨ªa decir que tiene demasiado poder para utilizarlo. El Banco Central Europeo sigue eligiendo soluciones de compromiso que puedan satisfacer a todos los pa¨ªses miembros en lugar de tomar las decisiones m¨¢s adecuadas en materia de pol¨ªtica monetaria. El reciente aumento de un cuarto de punto en los tipos de inter¨¦s es el ejemplo de esta estrategia de compromiso: no satisface a quienes quer¨ªan un mayor rigor monetario y tampoco a los que quer¨ªan un estancamiento de los tipos de inter¨¦s.
Exist¨ªan dos caminos econ¨®micos l¨®gicos. El primero consist¨ªa en no tocar los tipos de inter¨¦s para dar todas las oportunidades a la recuperaci¨®n europea y seguir a EE UU; ¨¦sta pod¨ªa ser una soluci¨®n l¨®gica. El otro camino deb¨ªa llevar a un dr¨¢stico aumento de los tipos para frenar las tensiones inflacionistas y la ca¨ªda del euro; en este caso hab¨ªa que subir los tipos por lo menos tres cuartos de punto para comunicar de forma clara la intenci¨®n de combatir el descenso de la moneda ¨²nica y la recuperaci¨®n de los precios debido a la subida del petr¨®leo; sin embargo, no creo que esta ¨²ltima soluci¨®n, aunque l¨®gica, pudiera dar resultados positivos.
No se ha elegido ninguna de estas dos soluciones. El Banco Central Europeo ha preferido minimizar los riesgos. Pero las decisiones monetarias pueden incidir en la econom¨ªa s¨®lo al final de un proceso largo e incierto. Y para obtener un resultado, los riesgos son siempre enormes y no se pueden eliminar. Los analistas financieros no han entendido cu¨¢l es la pol¨ªtica monetaria del Banco Central Europeo y han castigado al euro. As¨ª, seguimos avanzando entre compromisos y ambig¨¹edades. Ni los banqueros del Banco Central ni el Gobierno dicen qu¨¦ es lo que esperan del euro. Todos quieren un "euro estable", pero ¨¦sta es una afirmaci¨®n sin sentido en un mundo de oscilaciones de los cambios. Cuando plantean la misma pregunta a Alan Greenspan, no duda en responder: "Quiero un d¨®lar fuerte". Har¨ªa falta que el Banco Central Europeo y los Gobiernos europeos tuvieran la valent¨ªa de decir: "S¨ª, apostamos por un euro fuerte". Pero no tienen el valor de hacerlo. Los mercados no entienden realmente qu¨¦ pol¨ªtica y qu¨¦ l¨®gica monetaria gobiernan Europa.
No creo que los responsables del Banco Central Europeo sean los ¨²nicos culpables. Una instituci¨®n t¨¦cnica no puede tener tareas pol¨ªticas. Hay que empezar a pensar en una verdadera construcci¨®n de una pol¨ªtica presupuestaria europea; si no un responsable, se necesitar¨ªa al menos un portavoz que comunicara cu¨¢les son los planes comunitarios. El papel del Banco Central Europeo se debe mejorar y aclarar: no puede seguir mediando entre exigencias contradictorias. Existen 12 Gobiernos nacionales y cada uno tiene ambiciones diferentes. Hay pa¨ªses que desean una pol¨ªtica monetaria europea rigurosa, como Irlanda, Espa?a u Holanda, que tienen ¨ªndices de crecimiento elevados y deben hacer frente a peligrosas amenazas inflacionistas. Pero tambi¨¦n hay pa¨ªses, como Alemania, que querr¨ªan una pol¨ªtica que anime la expansi¨®n y prefieren por ello un euro d¨¦bil.
En este contexto, el aumento de los precios del petr¨®leo puede tener dos efectos. El primer riesgo es una inmediata repercusi¨®n sobre los precios de producci¨®n y consumo; de momento, no es as¨ª. El ¨ªndice de inflaci¨®n de los ¨²ltimos 12 meses es del 2,4%: si se quita el componente energ¨¦tico, el ¨ªndice es s¨®lo del 1,4%. Se trata de una inflaci¨®n muy baja en un periodo de recuperaci¨®n econ¨®mica como el de hoy. La crisis petrol¨ªfera provoca un segundo efecto: los barriles se pagan en d¨®lares, por lo que los pa¨ªses compran m¨¢s moneda estadounidense y deprecian a¨²n m¨¢s el euro.
El drama europeo reside en esta coincidencia: el aumento del precio del petr¨®leo se ha producido en un periodo de debilitamiento del euro. No es la primera vez que esto ocurre. Existe una especie de maldici¨®n europea. Tradicionalmente, las monedas europeas se debilitan cada vez que sube el petr¨®leo. As¨ª ocurri¨® en la primera mitad de los a?os ochenta, despu¨¦s de la segunda crisis del petr¨®leo: el d¨®lar se apreci¨® y encareci¨® el recibo energ¨¦tico para Europa. Hoy nos encontramos en una coyuntura similar, pero el peligro para la econom¨ªa es menor. La inflaci¨®n no es fuerte, y existen mecanismos de fijaci¨®n de los precios en todos los pa¨ªses europeos desde que los salarios ya no est¨¢n vinculados a un ¨ªndice. Realmente no existe en Europa una amenaza inflacionista. Hay que fijarse atentamente en la raz¨®n de los hechos. La de hoy no es una situaci¨®n comparable a la de las dos crisis del petr¨®leo anteriores. El verdadero peligro que se cierne hoy sobre el euro es una reacci¨®n monetaria demasiado restrictiva. Si Europa ha acumulado un retraso de inversiones y de adquisici¨®n de tecnolog¨ªas respecto a Estados Unidos es porque en los a?os noventa llev¨® a cabo pol¨ªticas demasiado restrictivas que frenaron el crecimiento. No hay que repetir, de ning¨²n modo, el mismo error: Europa se arriesga, por segunda vez, a perder el tren de la nueva econom¨ªa.
Jean-Paul Fitoussi es economista franc¨¦s.
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