Bosquejo del secretario
Desde Lenin sabemos que los problemas pol¨ªticos de fondo tienen la molesta costumbre de aparecer a la luz p¨²blica como cuestiones de organizaci¨®n, y el PSPV y su congreso no son precisamente una excepci¨®n. As¨ª, podemos afirmar que el n¨²mero de candidatos que se postulan es tan elevado que su mismo n¨²mero indica que no nos hallamos ante corrientes de opini¨®n, o grupos dotados de un pensamiento pol¨ªtico, pues dif¨ªcilmente puede un partido permitirse el lujo de seis fracciones distintas sin estallar por las costuras (o sin la existencia de un agente exterior que fuerce los compromisos indispensables para asegurar la unidad). La existencia de seis candidaturas revela por s¨ª misma que nos hallamos ante una pugna en la que el personalismo es componente primario. Que en las candidaturas no aparezcan los grandes barones de la organizaci¨®n no significa que estos no existan, sino que estiman que, m¨¢s all¨¢ de las presiones, la pr¨®xima direcci¨®n va a ser provisoria, porque ni har¨¢ las listas, ni decidir¨¢ los candidatos, ni administrar¨¢ por ello lo que el primer Roosevelt denominada gr¨¢ficamente "los panes y los peces" que puedan advenir. Las exigencias formales de ¨²ltima hora van a establecerse a la vista de la fragmentaci¨®n existente con el fin de facilitar la decisi¨®n del congreso. Y ¨¦sta no ser¨¢ libre, ser¨¢ una decisi¨®n de aparatos locales, si se vota de otra forma que no sea el voto individual y secreto de cada delegado.La definici¨®n del cargo deseable no escapa a ese condicionante organizativo, y la consideraci¨®n de su perfil, como se dice ahora, va a condicionar de forma decisiva el rendimiento de la decisi¨®n congresual y aun su permanencia. As¨ª, parece claro que el primer rasgo del l¨ªder deseable es que ocupe cargo p¨²blico, y cargo de elecci¨®n popular. Esto es as¨ª no s¨®lo porque en los partidos de electores el cuerpo de representantes en cuanto porci¨®n democr¨¢ticamente legitimada del partido tiene un peso particular, sino principalmente porque los cargos electos son la imagen p¨²blica del partido y cuentan con una presencia pol¨ªtica y medi¨¢tica sin la cual dif¨ªcilmente se puede liderar una organizaci¨®n pol¨ªtica compleja. Los candidatos sin cargo, o teni¨¦ndolo no provinientes del voto popular, lo van a tener m¨¢s dif¨ªcil. En un partido situado en la g¨¦lida oposici¨®n en particular, pues ?c¨®mo ejercer oposici¨®n eficaz y tener posibilidades de revertir el resultado sin un l¨ªder que no cuente con instrumentos ni para lo uno ni para lo otro? Apostar por un secretario general sin cargo es apostar por seguir en la oposici¨®n.
Pero siendo la anterior condici¨®n necesaria no es empero suficiente. Adem¨¢s el candidato debe desempe?ar puesto p¨²blico de elecci¨®n popular situado en la instituci¨®n representativa del ¨¢mbito o nivel de gobierno en el que se mueve la organizaci¨®n partidaria: un l¨ªder nacional debe tener esca?o en el Congreso, del mismo modo que un l¨ªder local debe ser alcalde, concejal o diputado provincial, pues de no hacerse as¨ª se juega en desventaja respecto de la competencia. De ello se colige que el l¨ªder territorial debe ser diputado a Cortes Valencianas, so pena de apostar por seguir en el helado p¨¢ramo actual.
He escrito el l¨ªder, porque el l¨ªder puede ser, o no, secretario general (o presidente si el organigrama del partido es presidencialista) . Y aqu¨ª vuelven a levantar cabeza las constricciones organizativas. Se puede optar por un secretario general que no sea cargo p¨²blico, o no lo sea de elecci¨®n, o no lo sea del nivel requerido. Pero el resultado punto menos que necesario de esta opci¨®n es que el secretario general acabar¨¢ por ser antes lo primero, secretario, que lo segundo, general. Un secretario que no tenga cargo de elecci¨®n directa en la instituci¨®n representativa que toca no podr¨¢ desempe?ar la funci¨®n de jefe de la oposici¨®n (y con ello eventual prime minister), con las consecuencias de rigor. Entre las que se incluye una prolongada estancia en Groenlandia, que no es un sitio c¨¢lido y verde precisamente.
Como la naturaleza tiene un horror al vac¨ªo apenas menor que las organizaciones formales, la consecuencia necesaria de esa opci¨®n es apostar por la bicefalia: la escisi¨®n entre el jefe de la organizaci¨®n y el l¨ªder social eventual candidato electo a la presidencia de la Generalitat. La f¨®rmula consular puede funcionar, como revela la experiencia germana, pero es extraordinariamente dif¨ªcil que sea eficaz, personalidades excepcionales aparte, y sobre todo, que sea estable.
La soluci¨®n id¨®nea, la que da el perfil deseable del secretario general es, pues similar, a la que encontr¨® el congreso federal socialista: una figura no gastada, que cuente con un staff, y susceptible de desempe?ar al tiempo el doble papel de jefe de la oposici¨®n y director de la organizaci¨®n partidaria. Contar con un staff y ser diputado a Cortes Valencianas son condiciones necesarias por razones organizativas. Y por ello forman parte inexcusable del perfil de secretario. Se me dir¨¢ que ese es un mirlo blanco, y no ser¨¦ yo quien sostenga lo contrario. En tal caso mi r¨¦plica ir¨ªa m¨¢s bien en el sentido de se?alar que se ha hecho, y que debi¨¦ndose hacer no se ha hecho, para que el PSPV necesite un mirlo blanco, y aun m¨¢s sencillamente, un mirlo.
Manuel Mart¨ªnez Sospedra es profesor titular de Derecho Constitucional de la Universidad de Valencia.
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