Villancicos malague?os del siglo XVIII
La tradici¨®n de escribir villancicos, e incluso imprimirlos, no es de absoluta novedad para los estudiosos de la literatura espa?ola. Ya resulta otra cosa poder disponer de una colecci¨®n coherente, extensa y cuidadosamente guardada. Tampoco hay que confundir lo que fue el villancico en la edad de oro con los dieciochescos, cuyo sentido es muy otro. Villancico no ser¨¢ en estos pliegos un poema musical de ciertas caracter¨ªsticas, sino un conjunto de pasos que crean una estructura superior.En el Archivo Municipal de M¨¢laga se conservan unas curiosas colecciones de pliegos sueltos del siglo XVIII. Quiero llamar la atenci¨®n sobre las letras de villancicos de don Juan Franc¨¦s de Iribarren y de don Jaime Torrens, racioneros de la catedral. Su actividad nos sirve para conocer una parcela de la vida literaria de la ciudad en unos a?os de no escasa postraci¨®n. En la Iglesia se refugiaron los conatos de representaci¨®n (ciclos de Navidad) que, acompa?ados de la m¨²sica cortesana, vinieron a ser la versi¨®n a lo divino de una piedad y de unos sentimientos que ten¨ªan mucho de anecd¨®tico y pintoresco y poco de razonamientos teol¨®gicos.
No deja de ser sintom¨¢tico otro hecho que completa lo que aqu¨ª se anota: "En la segunda cuarta del siglo XVIII", escribi¨® Gaspar Fern¨¢ndez y ?vila sus 10 Farsas sobre la Infancia de Jesucristo, en las que se remedaba el habla de las gentes sencillas y se hac¨ªa una dramaturgia muy elemental y sin vuelos.
Cierto que el teatro y la representaci¨®n van a ser de muy poca monta, pero las letras no soslayan la presencia de los espectadores, sino que intentan su incorporaci¨®n, por m¨¢s que s¨®lo puedan hacerlo en letra. Sin embargo, en 1764, el teatro ha invadido tambi¨¦n el templo y llegan a ¨¦l los mismos recursos con que las tonadillas se manifestaban: petici¨®n de silencio y elogio del cantarcillo a la manera espa?ola; oposici¨®n -bien clara- a unas modas que se estiman ajenas: "Ea, que entona, / tente, pastora; / oye, zagala. / ?Qu¨¦ quieren ustedes? / -Que cantes una aria / con un recitado. // -No quiero cantar recitados, / que no tengo gana. // Cantar¨¦ una tonadilla / que canto en mi casa".
En este panorama hay que se?alar la abundancia de estrofas agudas, propias de los cantables del teatro, seg¨²n utiliz¨® Peralta Barnuevo a comienzos del siglo XVIII y generaliz¨® la imitaci¨®n de Metastasio. Se trata, pues, de un aspecto m¨¢s de la penetraci¨®n de la m¨²sica italiana en Espa?a y de las consecuencias literarias que su auge tuvo entre nosotros.
La colecci¨®n del Ayuntamiento de M¨¢laga documenta estas estrofas agudas a partir de 1735, fecha anterior a la de su difusi¨®n en la literatura no cantada, pues los nombres de Morat¨ªn, padre, y de Iriarte son posteriores. Tendr¨ªamos, por estos nuevos indicios, confirmado el car¨¢cter musical, e italiano, de tales metros, y el valor de nuestros villancicos para la historia literaria del siglo XVIII.
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