Freeman unifica a Australia
La aborigen exorciza en los 400 metros los demonios familiares
Gente de tez p¨¢lida y ojos claros, personas de rasgos asi¨¢ticos, rostros cetrinos, mestizos, un pa¨ªs entero... ha elegido a Cathy Freeman como el s¨ªmbolo de la nueva Australia. "Porque somos libres", rezaba una pancarta en el estadio. "Porque soy libre", es la divisa de Freeman, destinada a elevarse sobre los Juegos como la figura de la reconciliaci¨®n. Orgullosa de su condici¨®n aborigen, militante en la defensa de los derechos de un pueblo infortunado, su victoria en los 400 metros alcanz¨® un contenido pol¨ªtico que no se ha visto desde la consagraci¨®n del black power en M¨¦xico 68. Ella era consciente de su trascendente papel en Sydney. Despu¨¦s de encender la llama ol¨ªmpica, le quedaba completar el c¨ªrculo con un oro para un pa¨ªs que necesitaba expulsar algunos demonios de su pasado.Freeman sabe por experiencia propia de las penalidades de los abor¨ªgenes. Su abuela Alice pertenece a la stolen generation, la generaci¨®n de ni?os ind¨ªgenas que fueron robados a sus familias y enviados a lejanos lugares para adaptarse al modo de vida de los blancos. Otro de sus abuelos encabez¨® en 1957 una huelga por el m¨ªsero salario -dos d¨®lares a la semana- que recib¨ªan los abor¨ªgenes que trabajaban en las grandes plantaciones del noreste. Su activismo le llev¨® a la c¨¢rcel. Freeman sabe muy bien del horror de todas aquellas historias y nunca ha cedido en su voluntad de denuncia. Por eso volvi¨® a llevar las banderas de Australia y su pueblo cuando termin¨® la carrera.
Su marca fue discreta, apenas por encima de los 49 segundos. Pero la victoria de Freeman tuvo un valor bastante limitado en t¨¦rminos estrictamente deportivos. Lo que se pretend¨ªa era una celebraci¨®n nacional en torno a una atleta singular. No es la primera aborigen que gana una medalla de oro -la jugadora de hockey Nova Peris Kneebone lo logr¨® en Atlanta-, pero s¨ª la m¨¢s comprometida con el destino de su pueblo. Cuando sac¨® la bandera aborigen tras ganar en los Juegos de la Commonwealth, en 1994, recibi¨® ataques dur¨ªsimos. El caso lleg¨® hasta el Parlamento, donde varios diputados pidieron un castigo ejemplar. Seis a?os despu¨¦s toda Australia salud¨® el triunfo de Freeman con entusiasmo.
Puede que el nadador Ian Thorpe cause admiraci¨®n por sus marcas formidables, pero la gran figura local es Freeman. La magnitud de las expectativas depositadas en ella era descomunal. "He vivido una gran presi¨®n y no puedo negar que momentos de nerviosismo", dijo ayer. Ten¨ªa que vencer y no hab¨ªa muchas dudas de que lo conseguir¨ªa. En el estado de regresi¨®n de los 400 metros, no ten¨ªa rivales de consideraci¨®n. Lejos quedan los tiempos en que Koch o Kratochvilova bajaban de los 48 segundos. Ahora resulta muy dif¨ªcil encontrar quien baje de los 50. Con la desaparici¨®n de P¨¦rec, Freeman ha reinado sobre un solar. La ¨²nica posibilidad de un fracaso pasaba por un desplome. No ocurri¨® as¨ª. Freeman venci¨® y, al menos simb¨®licamente, ayud¨® a exorcizar los demonios familiares australianos.
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