C¨¢nones perversos
El Gobierno estaba obligado a corregir el monumental error pol¨ªtico de conceder las licencias de telefon¨ªa m¨®vil mediante concurso a la luz de los formidables ingresos obtenidos por quienes lo hicieron por subasta. Alemania, por ejemplo, ingres¨® 8,4 billones de pesetas, frente a los 83.000 millones que consigui¨® el Gobierno espa?ol. Para subsanar este error -por llamarlo de alg¨²n modo-, el Ejecutivo ha decidido imponer un canon extraordinario de 160.000 millones de pesetas anuales que deber¨¢n pagar las empresas que utilizan el espacio radioel¨¦ctrico: telefon¨ªa m¨®vil, radios, televisiones, telefon¨ªa local por radio...Las compa?¨ªas concesionarias de las licencias de telefon¨ªa de nueva generaci¨®n (UMTS) han planteado que, puesto que cambian las condiciones contractuales, se modifiquen tambi¨¦n otras, referidas a la fiscalidad o al plazo de puesta en marcha. De la confusa definici¨®n del canon que ha hecho el Gobierno cabe preguntarse razonablemente si el coste de enmendar el error no ser¨¢ m¨¢s oneroso que el error mismo.
Varios motivos fundamentan esta inquietud. Un canon anual introduce inseguridad en las empresas, puesto que no hay raz¨®n para suponer que la cantidad que se pague un a?o no se aumente al siguiente, por motivos tan discrecionales como el que dio lugar al establecimiento del primero. Por otra parte, no cancela definitivamente el error pol¨ªtico del concurso inicial, que en la pr¨¢ctica invalida la eventual convocatoria de una subasta para las concesiones futuras. En otro caso estar¨ªamos ante una discriminaci¨®n dif¨ªcilmente sostenible ante los tribunales y tambi¨¦n ante las instancias comunitarias.
Hay que reconocer que cambiar de caballo en plena carrera es un ejercicio complejo, que pocas veces puede resolverse de forma satisfactoria. En una escala de soluciones, siendo t¨¦cnicamente la ¨®ptima la de anular los concursos realizados, en la pr¨¢ctica resultaba de imposible aplicaci¨®n por los problemas jur¨ªdicos, empresariales y pol¨ªticos que hubiera planteado. Puestas as¨ª las cosas, la salida del canon sigue estando entre las peores. Probablemente hubiera sido menos mala aplicar una tasa similar al windfall tax que impuso el Gobierno de Blair a las compa?¨ªas privatizadas por Thatcher. Este modelo significa imponer el pago de una cantidad por una sola vez, de forma que desaparece el aspecto de inseguridad jur¨ªdica que el canon proyecta hacia el futuro. No se entiende c¨®mo el Gobierno, que argument¨® precisamente la inconveniencia de generar marcos singulares para no aceptar la reducci¨®n excepcional de la tasa sobre los carburantes que propon¨ªa el PSOE, recurre ahora a un impuesto discrecional sobre el espacio radioel¨¦ctrico. No s¨®lo no ha solucionado el entuerto de los concursos, sino que probablemente lo ha embrollado m¨¢s.
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