La mirada sabia ENRIQUE VILA-MATAS
Al igual que la Coca-Cola en aquel lema publicitario que para su introducci¨®n en Portugal escribi¨® Pessoa y que nunca pudo ser publicado (Primero se extra?a y luego se entra?a), la lectura de Vivir sin ser visto, de C¨¦sar Antonio Molina, me produjo unos efectos parecidos: extra?eza ante los primeros fragmentos por la dificultad de clasificar qu¨¦ clase o g¨¦nero de libro estaba leyendo para ir viendo, a medida que avanzaba en ¨¦l, c¨®mo la seductora textura de sus palabras -a caballo entre la poes¨ªa, la melancol¨ªa y la filosof¨ªa- se iba entra?ando del modo m¨¢s entra?able en m¨ª.Este libro de C¨¦sar Antonio Molina -el m¨¢s personal de los que ha escrito el poeta coru?¨¦s, en la actualidad director del C¨ªrculo de Bellas Artes de Madrid- es perfectamente clasificable por muy inclasificable que parezca en un primer momento, en realidad puede ser enmarcado en la tradici¨®n en lengua espa?ola de textos que escapan a cualquier clasificaci¨®n. Se trata de un libro de g¨¦nero mestizo, escrito por alguien que piensa que de la misma manera que el mundo camina hacia lo multirracial, los g¨¦neros literarios cada vez tendr¨¢n una mayor comunicaci¨®n entre ellos.
El libro es un dietario sin fechas sobre libros, viajes y amigos y, al mismo tiempo, es una novela desarmada y de fuerte componente autobiogr¨¢fico, y es tambi¨¦n un volumen de relatos escrito cuando el autor "ha pasado el cabo de Hornos de las tormentas de la vida y se da cuenta de que el tiempo que le queda est¨¢ limitado". Vivir sin ser visto me parece un libro emparentado con los diarios de Stendhal y V¨ªctor Hugo y, sobre todo, con Montaigne y su Diario del viaje a Italia.
Dec¨ªa Montaigne que quien pinta lo que fluye para poner texto a la melancol¨ªa no es un viajero semejante a una tabla rasa, sino que va provisto de una mirada sabia. En la pintura de lo que fluye que he encontrado en el libro de Molina he advertido el esplendor y la lucidez de una mirada que sabe y que parece operar de modo muy cercano a la de Montaigne por tierras de Italia.
Entre los contactos del viaje de Molina, al igual que sucede con Montaigne en su pintura de lo que fluye, ocupan un lugar destacado los encuentros con la intelectualidad de la ¨¦poca. La actitud del viajero Molins, que vive sin ser visto, abre anchos panoramas que sintetiza en breves fragmentos densos, que en la mayor¨ªa de los casos desemboca en la reflexi¨®n ante lo visto, a lo largo del viaje de su vida, en libros o amigos.
Desfilan en fragmentos las m¨¢s variadas impresiones sobre lecturas y amistades y as¨ª vemos aparecer -como fantasmas errantes en salas de recuerdos, que dir¨ªa Pessoa- a un ins¨®lito ?lvaro Cunqueiro (fan¨¢tico de la escritura de pies de fotos con textos intemporales en el peri¨®dico de Vigo que dirige), al diarista Jules Renard (con el que el autor comparte su deseo de conformarse con un poquito de gloria, la justa para no parecer imb¨¦cil en su pueblo), a Bioy Casares (que en Buenos Aires se seca algunas l¨¢grimas de sus ojos nublados y le dice al autor que en realidad todos somos polizones sin barco), a ?ngel Crespo (enterrado en Calaceite un d¨ªa de nieve al lado de soldados italianos an¨®nimos), a Graham Greene (que confiesa que le falta valor para quemar todas sus novelas), a un Carlos Fuentes que piensa que todos tenemos el derecho de llevarnos a la tumba al menos un ¨²nico secreto.
Precisamente Carlos Fuentes quiso estar el martes pasado en Casa Leopoldo para demostrar a todos que es amigo del libro sobre libros y amigos de su amigo C¨¦sar Antonio Molina. Lleg¨® puntualmente a los postres para corroborar que es evidente que en el mundo actual los g¨¦neros literarios tendr¨¢n cada vez mayor comunicaci¨®n entre ellos y para decirnos -por si no lo sab¨ªamos- que despu¨¦s de todo eso ya lo hizo Cervantes y que vivir sin ser visto es una de las pocas aspiraciones que se pueden tener ahora, cuando nadie quiere renunciar a los cinco minutos de fama de los que hablaba Warhol. Dijo esto y se fue por donde hab¨ªa venido, andando por la calle de Sant Pau, atravesando el norte de Marruecos, como si quisiera volver sobre los pasos andados por el nuevo pasaje multirracial del futuro libro de Molina, que piensa ampliar con nuevos textos lo que Valent¨ª Puig entiende como el viaje estoico de una memoria que se evoca a s¨ª misma con la discreci¨®n del pasajero que ni calla ni otorga, simplemente mira y sabe que -como dice Sergio Pitol- algunos de nosotros s¨®lo somos los libros que hemos le¨ªdo, la m¨²sica escuchada y olvidada, las calles del Raval recorridas: "Uno es su ni?ez, su familia, unos cuantos amigos, algunos amores, bastantes fastidios".
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