La mitad de metales que en Barcelona
Espa?a termina con 11 medallas (tres de oro, tres de plata y cinco de bronce), un balance decepcionante
Espa?a ha obtenido en Sydney la mitad de medallas que en Barcelona. Un dato que elimina cualquier tentaci¨®n complaciente por parte de los dirigentes del deporte. En el ambiente no se advert¨ªa una buena sinton¨ªa entre los representantes de la Administraci¨®n, el Comit¨¦ Ol¨ªmpico Espa?ol y las federaciones. Los reproches entre las instituciones son mayores que los puntos de encuentro. En esas fricciones se han incubado muchas de las carencias que se han observado en Sydney. La ecuaci¨®n no le sale a Espa?a por ning¨²n lado. Su regresi¨®n se ha producido en un momento expansivo del resto de los pa¨ªses europeos. Por lo menos de aquellos que tienen una mayor tradici¨®n en el deporte, con la excepci¨®n de Alemania, que atraviesa por una crisis evidente desde la reunificaci¨®n. Asi y todo, los alemanes se llevan 57 medallas de Sydney. Francia ha obtenido 38; Italia, 34. El Reino Unido, 28. Holanda, 25. Parec¨ªa natural que Espa?a siguiera esa estela.El deporte espa?ol se ha acercado al nivel que exhibi¨® en Se¨²l 88. O sea, a la edad de hielo, antes de que se pusieran los medios para convertir al deporte en una consecuencia del desarrollo econ¨®mico, pol¨ªtico y social del pa¨ªs. Ocho a?os despu¨¦s de las 22 medallas de Barcelona, es necesario preguntarse por los motivos del fracaso. La estructura de los clubes profesionales es la que parece m¨¢s firme en estos momentos. Excepto en el baloncesto, que no logra levantar el vuelo, los dem¨¢s deportes colectivos han funcionado razonablemente bien. De eso hablan el segundo puesto de la selecci¨®n de f¨²tbol, la medalla de bronce en balonmano, el cuarto puesto en waterpolo. Lo que caracteriza a estos tres deportes es su pertenencia al mundo de las ligas profesionales, casi absolutamente ajenas a las directrices de la mayor¨ªa de los deportes ol¨ªmpicos.
El plan ADO, que naci¨® antes de Barcelona 92 como un lugar selectivo de premios, se ha desnaturalizado en los ¨²ltimos a?os. Ya no se trata de recompensar la excelencia de los deportistas, sino de servir de caja de beneficencia para las m¨²ltiples federaciones que pululan alrededor del programa ol¨ªmpico. Rebajada la exigencia a los deportistas, se rebaja su rendimiento. El ADO tiene tanto sentido ahora como en Barcelona, pero su funcionamiento debe ser m¨¢s estricto, cribando en lugar de abriendo la mano.
Si el ADO merece una revisi¨®n, lo mismo ocurre con ciertos comportamientos administrativos quehan tenido consecuencias nefastas en varios apartados. En este clima, los deportistas no se sienten suficientemente exigidos. Sucede as¨ª que ninguno de los medallistas en los Mundiales de Atletismo de Sevilla ha subido al podio en Sydney. En alg¨²n caso, como el de Reyes Est¨¦vez, ni tan siquiera fue seleccionado. Otros, como Yago Lamela, no llegaron a la final. Es el panorama que ha generado los resultados obtenidos en Sydney. La mitad de buenos que en Barcelona. O sea, decepcionantes.
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