Torrente
En ese misterioso caj¨®n de sastre y de saldos que tienen las barracas de la cuesta de Moyano, entre novelas populares de autores que nunca lo fueron y obsoletos tratados sobre materias que siguen estando de actualidad, como la avicultura o la carpinter¨ªa, me salta a las manos y a los ojos un ejemplar en perfecto estado de conservaci¨®n de los Cuadernos de la Romana (Destino 1975), diario personal y recopilaci¨®n de notas de trabajo que Gonzalo Torrente Ballester hab¨ªa publicado antes (1973-1974) por entregas en las p¨¢ginas culturales del diario madrile?o Informaciones, conocidas entonces como "las p¨¢ginas amarillas" por el color del papel, que no por los tel¨¦fonos de utilidad que guardaban.?ste es un libro de ocasi¨®n, que no de segunda mano, porque parece reci¨¦n salido de la imprenta, como muchas de sus observaciones sobre temas de la actualidad de entonces que podr¨ªan haber sido escritas o reescritas esta misma ma?ana, comentarios acerca de la guerra ¨¢rabe-israel¨ª, o la primera crisis del petr¨®leo, de la que el autor escribe:
"A lo que la gente tiene ahora miedo es a la falta de gasolina. Y yo pienso, una vez m¨¢s, en la fragilidad de una civilizaci¨®n tan mal planteada que sus fuentes de energ¨ªa quedan fuera del ¨¢mbito de su dominio efectivo".
Lector y colaborador de Informaciones en aquellos a?os, pude seguir semana a semana las p¨¢ginas que Torrente Ballester enviaba desde su casa de "la Romana", a tres kil¨®metros de la ciudad de Bayona y a quince de la de Vigo, ciudad en la que ejerc¨ªa como catedr¨¢tico de Literatura en un instituto.
Quiz¨¢ el fragmento que m¨¢s a fondo cal¨® en mi memoria es el que reproduce una conversaci¨®n con sus alumnos del Curso de Orientaci¨®n Universitaria (COU), en la que ¨¦stos ponen en duda la calidad como escritor de su maestro porque su nombre no aparece en los libros de texto de Literatura Espa?ola.
"Mire usted -responde el atribulado profesor-, si fueran a poner en los libros todos los escritores existentes, los libros ser¨ªan m¨¢s gordos y les resultar¨ªan m¨¢s caros".
"Entonces -replica el alumno- ?qui¨¦nes son los que figuran?".
"S¨®lo los importantes", apunta don Gonzalo en un exagerado acto de humildad que provoca la irritante conclusi¨®n del educando:
"Lo cual quiere decir que usted no lo es".
A estas y otras m¨²ltiples provocaciones, por parte de alumnos y superiores, cr¨ªticos impertinentes o pol¨ªticos tan incultos como insensibles, responde el maestro en su diario, con mucha mesura, enorme modestia, fina iron¨ªa y cierta precauci¨®n porque ni siquiera en aquellos ¨²ltimos coletazos de la dictadura franquista estaba el horno para bollos y campaban los censores por sus irrespetuosidades.
Sirva como muestra la injustificable ausencia en los manuales del nombre del autor de Los gozos y las sombras, que ya hab¨ªa publicado su obra m¨¢s excelsa, La saga fuga de J. B. Fugado y, de alguna manera, exiliado en su tierra natal, Gonzalo Torrente Ballester abandona algunas veces su retiro pontevedr¨¦s y viene a Madrid para asomarse al teatro, dar una conferencia o firmar libros en la feria.
Y de Madrid, ciudad en la que ha vivido y a la que ha amado, escribe:
"Cuando se ama una ciudad, lo inc¨®modo, lo ingrato, no es llegar a detestarla, sino reconocer que se la detesta por algo de que la ciudad misma no tiene culpa.
Y prosigue: " ?Qui¨¦n ha hecho a Madrid m¨¢s grande de lo que deb¨ªa, qui¨¦n la ha llenado de coches, qui¨¦n hizo irrespirable su antes limpio aire? En una palabra, ?qui¨¦n la ha destruido?".
Tras un breve par¨¦ntesis sobre la destrucci¨®n del idioma que preconizan algunos escritores j¨®venes, Gonzalo Torrente Ballester responde a su propia pregunta:
"... Los verdaderos destructores no son estos muchachos con una voluntad revolucionaria tirando a ut¨®pica, sino precisamente los que se llaman a s¨ª mismos conservadores. No hay m¨¢s que echar una mirada alrededor y contemplar ciudades y paisajes. ?Qui¨¦n los destruye, sino el dinero, lo m¨¢s conservador que hay?"...
Pues eso.
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