El ¨¦mbolo del s¨ªmbolo
JAVIER MINAC¨®mo nos duele lo simb¨®lico. Tomemos la moci¨®n de censura que tanto tiempo lleva levantando polvaredas informativas y que para estas horas ya pertenecer¨¢ al pasado. Socialistas y populares sab¨ªan que la moci¨®n no pod¨ªa prosperar y sin embargo decidieron llevarla adelante para que el PNV se diera por enterado de que no se puede gobernar con semejante desgobierno. El partido en el poder, pese a ufanarse con alguna suficiencia no exenta de burlas de que sus censores no lograr¨ªan nada, ha encajado la moci¨®n como si de verdad hubiera servido de algo, puesto que ha valorado m¨¢s el gesto en s¨ª que el verdadero alcance del mismo. Vamos, que Gobierno y oposici¨®n han coincidido en situar el asunto en parecido nivel, con lo que habr¨¢n librado una batalla en el terreno de lo simb¨®lico.
Y no por ello menos cruenta. Es lo que tiene lo simb¨®lico, no puede uno extraviarse en ¨¦l sin dejar las plumas, que, ¨¦stas s¨ª, suelen ser de lo m¨¢s reales. Cuenta Soljenitsin c¨®mo en la URSS fue fusilado el comisario de Ferrocarriles por tomar la decisi¨®n de formar los trenes con muchos vagones poco cargados -el material no estaba para mucho-, ya que los jerifaltes vieron en ello un intento de desgastar las v¨ªas para que en caso de invasi¨®n extranjera la URSS no pudiera utilizarlas. Por aquello de la ley del p¨¦ndulo, su sucesor sobrecarg¨® los convoyes haci¨¦ndolos tres veces m¨¢s pesados, pero como formaba parte de la facci¨®n correcta del partido no se pens¨® que pesando m¨¢s desgastar¨ªan m¨¢s las v¨ªas... ?y los vagones y locomotoras! Pero ahora viene lo bueno, es decir el tributo a lo simb¨®lico: quienes se atrevieron a se?alar el peligro que para el sistema entra?aba semejante sobrepeso fueron fusilados por desconfiar de las posibilidades de los Ferrocarriles Sovi¨¦ticos.
Aqu¨ª sabemos mucho de trenes, ?se acuerdan de uno que se llam¨® Lizarra y que hab¨ªa coger a toda prisa si no quer¨ªamos hundirnos en el t¨²nel de la historia? Pues bien, alguien que todav¨ªa vende billetes para ¨¦l -bueno, no s¨¦ si para el tren o para el t¨²nel-, ha dicho recientemente que se est¨¢ produciendo el "choque de dos trenes pol¨ªticos", entendiendo por tales el soberanista y el constitucionalista. La existencia de los mismos, me refiero a los trenes, parece fuera de duda, pero no s¨¦ si el choque est¨¢ sirviendo para describir la realidad o, por el contrario, trata m¨¢s bien de condicionarla. Ir al choque supone buscar la destrucci¨®n del otro contando con la supervivencia propia. Pero se oculta, a efectos puramente propagand¨ªsticos, que podr¨ªa deparar la mutua aniquilaci¨®n. S¨®lo en la mente de los guardagujas soberanistas m¨¢s iluminados puede caber la idea de que el convoy constitucionalista busque arrasar el soberanismo, tal vez por trasposici¨®n del deseo que tienen de que s¨ª ocurra a la inversa.
Llegados aqu¨ª mejor ser¨ªa dejar a estos ardientes fogoneros en la v¨ªa muerta en que est¨¢n para ocuparse de otro aspecto del rompecabezas simb¨®lico, solo que no me resisto a traerles antes las palabras del portavoz del PSOE en el Congreso, cuyo apellido ferroviario, Caldera, pudo haberle impulsado a decir que el Gobierno del PNV "no tiene m¨¢s estaciones para este viaje". Y ah¨ª quer¨ªa volver. Como bien ha observado Ignatieff: "Cuanto menos se perciben las diferencias externas entre los grupos, m¨¢s se resaltan las simb¨®licas. Cuanto menos nos distinguimos de los dem¨¢s, m¨¢s importante nos parece llevar una m¨¢scara diferenciadora". ?Cu¨¢nto de real y cu¨¢nto de simb¨®lico puede haber en el encastillamiento de un partido que contempla la p¨¦rdida del Gobierno sobre todo como una afrenta? ?Cu¨¢nto de simb¨®lico y de real hay en la idea de gobernar acariciada por la oposici¨®n?
Una cosa es cierta, hoy por hoy, el Estatuto y la Constituci¨®n han perdido el car¨¢cter pragm¨¢tico que como meras leyes deber¨ªan tener para alzarse como s¨ªmbolos, como m¨¢scaras diferenciadoras que unos se ponen y otros se niegan. No hay otro problema vasco que el planteado por la necesidad de destejer las redes simb¨®licas que rodean a la ley a fin de hacerle decir muy pragm¨¢ticamente lo que se acuerde. ?Por qu¨¦ iba a ser moco de pavo?
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