Tras el justo final de villanos y malandrines
El autor analiza las principales inc¨®gnitas abiertas en la Federaci¨®n Yugoslava tras la insurrecci¨®n contra el r¨¦gimen de Milosevic.
La magia televisiva ha vuelto a funcionar, y ante nuestros ojos se ha desarrollado la ¨²ltima gran coreograf¨ªa de masas de los ¨²ltimos doce a?os, si contamos a partir de Tiannanmen, 1988. Pero precisamente por ello, la experiencia cuenta ya lo suyo, y aconseja recurrir a la palabra escrita lo antes posible, para atisbar entre las rendijas de lo ocurrido y adelantar lo que nos traer¨¢ la resaca medi¨¢tica.Lo primero que llama la atenci¨®n es la precariedad institucional del cargo que ha conquistado Vojislav Kostunica: presidente de Yugoslavia, es decir, de una federaci¨®n que ahora mismo est¨¢ en coma porque los montenegrinos no quieren saber nada de ella. Como dec¨ªa el ministro Branko Lutovac a este mismo peri¨®dico en v¨ªsperas de la revuelta del jueves, los montenegrinos no van a volver al redil federal ni siquiera aunque en Serbia se opere una transici¨®n democr¨¢tica completa y profunda. Viene a ser como si en 1991 Gorbachov hubiera tomado el poder en la Uni¨®n Sovi¨¦tica pasando por encima de Yeltsin. Por tanto, aparece una importante inc¨®gnita en el horizonte cercano: qu¨¦ har¨¢n los nacionalistas montenegrinos y qu¨¦ papel jugar¨¢ la presidencia serbia.
El r¨¦gimen de Podgorica liderado por el presidente Milo Djukanovic debe de estar pasando por momentos de incertidumbre. No quiso colaborar en la "batalla final" contra Milosevic y de paso contradijo a los amigos americanos que en agosto le aconsejaron participar en las elecciones. Si se produce una evoluci¨®n democr¨¢tica en Serbia, Montenegro dejar¨¢ de ser importante a ojos de las potencias occidentales, dado que habr¨¢n perdido el papel de principales hostigadores de un r¨¦gimen, el de Milosevic, que ya no existe. Si persisten en sus posturas secesionistas y con ello dejan a Kostunica en una situaci¨®n precaria, incluso podr¨ªan ser un estorbo.
Con respecto a la presidencia serbia, hay que recordar que formalmente sigue en manos de Milan Milutinovic, antiguo ministro de Asuntos Exteriores y uno de los fieles de Milosevic. Parece que hasta el momento ese otro presidente est¨¢ colaborando en facilitar la transmisi¨®n de poderes, pero el asunto trae a colaci¨®n el destino del aparato institucional del r¨¦gimen de Milosevic y, sobre todo, qu¨¦ ocurrir¨¢ con el Partido Socialista Serbio. Con o sin el eclipsado Slobo, el PSS es un tinglado importante, tiene sus militantes y en teor¨ªa jugar¨¢ un papel pol¨ªtico en los inmediatos acontecimientos. No estamos en la Rumania de 1989, el PSS no es el PCR y no parece posible que nadie tenga la autoridad para disolverlo y declararlo fuera de la ley. Por otra parte, aunque quede muy anulado y disminuido, y a pesar de que ¨¦ste y otros estamentos fieles a Milosevic est¨¦n fuera de juego o paralizados, no se van a disolver como terrones de az¨²car. Hace pocos d¨ªas, el presidente croata Stjepan Mesic anunci¨® que hab¨ªa conjurado en el ¨²ltimo momento un golpe de Estado militar, saldado con la destituci¨®n de un par de generales. Tudjman muri¨® y el HDZ entr¨® en crisis, pero ahora llegan las facturas de los entonces "vencidos", que ya no lo son tanto. Es de prever que sustos as¨ª ocurran en Serbia durante los pr¨®ximos meses.
Hay m¨¢s actores que dan la falsa sensaci¨®n de haber desaparecido por el fregadero. Los espectadores atentos habr¨¢n observado que en el asalto al Parlamento del jueves 5 de octubre aparecieron banderas negras con la calavera y las tibias y con la leyenda Sloboda ili smrt (Libertad o muerte). Eran banderas chetniks, seguramente de militantes del Partido Radical de Vojislav Seselj. Dicho de otra manera, en la toma de la Skupstina participaron militantes de la ultraderecha. Esto parece consecuente con la postura de Seselj, que poco antes de las elecciones se declar¨® opositor activo contra Milosevic, olvidando largos a?os de estrecha colaboraci¨®n para los trabajos m¨¢s sucios en guerras y purgas. Si los radicales han logrado cambiar de chaqueta y aparecen en las nuevas instituciones de la Serbia Libre como si tal cosa, mal empezamos. Si hay alguien que debe comparecer en el Tribunal Penal Internacional de La Haya, ¨¦se es Vojislav Seselj, por implicaci¨®n directa y activa en los cr¨ªmenes de guerra. Pero veremos qui¨¦n lo saca de en medio y c¨®mo.
Otra inc¨®gnita explosiva se sit¨²a en Kosovo. Una vez m¨¢s, este mismo peri¨®dico recog¨ªa hace unos d¨ªas la inquietud de los l¨ªderes albanokosavares, incluyendo la de un Ibrahim Rugova otrora moderado y que ahora abogaba por la pronta independencia de Kosovo. L¨®gicamente, la democratizaci¨®n de Serbia replantea nuevamente el problema de su antigua provincia meridional y trae de nuevo a primera plana la resoluci¨®n 1244 de las Naciones Unidas, que sigue reconoci¨¦ndole tal status. Milosevic sab¨ªa lo que se hac¨ªa convocando elecciones para finales de septiembre, poco antes de las presidenciales norteamericanas y las que habr¨¢n de celebrarse en Kosovo. La jugada le sali¨® mal a ¨¦l, pero sus efectos permanecen y las potencias occidentales habr¨¢n de hacer mangas con capirotes para encajar la nueva cuadratura del c¨ªrculo. Si Kosovo no vuelve a Yugoslavia de alguna forma, o no hay alg¨²n gesto al respecto -por ejemplo, hacia la minor¨ªa serbia-, la posici¨®n de Kostunica se debilitar¨¢ y los occidentales tirar¨¢n piedras sobre su tejado. Pero, por otra parte, es imposible que eso pueda suceder al margen de la voluntad de los albaneses. Como remate, las potencias implicadas est¨¢n deseando hacer mutis por el foro de un pudridero como Kosovo, que adem¨¢s les cuesta sumas astron¨®micas en concepto de mantenimiento de la KFOR.
Y para terminar, las piezas principales: Milosevic, Rusia y las potencias occidentales. Pase lo que pase con el marginado presidente, parece obvio que su tiempo se termin¨®. Si no pierde la vida en los avatares del laberinto yugoslavo, podr¨ªa retornar dentro de alg¨²n tiempo, como tantas veces ha ocurrido en la pol¨ªtica latinoamericana con aut¨®cratas y mandatarios defenestrados y luego recuperados. Pero hoy por hoy parece claro que el tiempo de Milosevic se termin¨®: es un hombre sin un proyecto pol¨ªtico convincente y, por tanto, sin futuro. Habla por s¨ª mismo el patinazo de poner patas arriba la legalidad constitucional para convocar unas elecciones en las que fue batido por Kostunica, perdiendo adem¨¢s la oportunidad de retirarse honrosamente por un puente de plata cediendo ante el vencedor. Otrora experto en la manipulaci¨®n de conferencias, asambleas, parlamentos y coaliciones, habilidad que le aup¨® al poder, Milosevic es ya un hombre prematuramente envejecido y falto de reflejos al que no le salen los viejos trucos.
En medio de ese paisaje crepuscular, el ministro ruso de Asuntos Exteriores ha comparecido en Belgrado para facilitar la transici¨®n final de poderes y conjurar la posibilidad de alg¨²n desaguisado. Aunque el apoyo dado por Mosc¨² a Serbia en anteriores ocasiones convierten ahora a Igor Ivanov en el hombre adecuado para el momento justo, hay que reconocer de nuevo la capacidad de iniciativa de la diplomacia rusa, que actu¨® con tenacidad y eficacia durante la campa?a a¨¦rea de la OTAN y, anteriormente, durante la guerra de Bosnia. Pero no hay que enga?arse sobre los l¨ªmites e intenciones de esa actividad. Despu¨¦s del tr¨¢gico culebr¨®n del submarino Kursk y de la subsiguiente campa?a contra el presidente Putin, no parece que ¨¦ste vaya a poner mucho entusiasmo en ayudar a los occidentales. ?stos, una vez m¨¢s, han demostrado que no preveyeron lo que iba a ocurrir. Enfrascados los norteamericanos en sus presidenciales y at¨®nitos todos por el descalabro del plan de paz entre israel¨ªes y palestinos, se conformaron con largar algunas de las habituales y bomb¨¢sticas declaraciones. Ahora queda una larga, callada y ardua tarea para encauzar la transici¨®n serbia sin sobresaltos y demostrar que Slobo era el ¨²nico causante de todas las desgracias balc¨¢nicas habidas y por haber. A finales de 1996, cuando el presidente rumano Ion Iliescu perdi¨® las presidenciales, un importante intelectual y pol¨ªtico rumano dijo: "A partir de ahora se nos acab¨® la excusa de que todo va mal por causa del r¨¦gimen". Ten¨ªa raz¨®n: tres a?os m¨¢s tarde lo m¨¢s probable es que Ion Iliescu vuelva a ganar las presidenciales tras la desastrosa gesti¨®n del centroderecha.
Francisco Veiga es profesor de Historia de la Europa Oriental en la UAB y autor de La trampa balc¨¢nica.
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