ATTAC
Y no Marte precisamente. Desde que el profesor de Yale, asesor del presidente Kennedy y posterior Premio Nobel de Econom¨ªa, James Tobin, propusiera el establecimiento de un impuesto especial y muy m¨®dico -entre el 0,5% y el 1%- sobre las transacciones especulativas internacionales ha llovido mucho. M¨¢s de lo que mi dicharachero colega Carlos Rodr¨ªguez Braun indica, pues lo fecha en 1978. Los neoliberales no se conforman con perder en la cuenta de resultados de la pol¨ªtica econ¨®mica de los ¨²ltimos a?os por goleada sino que, llevados por su pasi¨®n de predicadores, se despistan con frecuencia, sobre todo en sus homil¨ªas medi¨¢ticas.Tobin lanz¨® su propuesta en 1972 (The New Economics One Decade Older, Princeton University Press) y la ampli¨® en 1978 (A Proposal for International Economic Reform, Eastern Economic Journal). Y ustedes, con toda raz¨®n, se dir¨¢n que a qu¨¦ viene esta precisi¨®n rigorista. Pues la tiene, porque cuando no se sabe cu¨¢ndo, o c¨®mo, se dijo algo es posible inferir que no se conoce suficientemente y, entonces, las cr¨ªticas pueden no ser tales sino simples descalificaciones ideol¨®gicas. As¨ª cuando el profesor Rodr¨ªguez Braun atrona con que, para los partidarios de controles y regulaci¨®n, "los malditos capitales, es decir los ahorros de los malditos ciudadanos, son peligrosos si son libres" no s¨®lo mezcla el culo con las t¨¦mporas -porque mis ahorrillos y los suyos, estimado lector, poco tienen que ver con la crisis del Sistema Monetario Europeo (1992), ni con la convulsi¨®n financiera mexicana (1995), ni con el hundimiento de las monedas y valores en Extremo Oriente (1997)- simplemente confunde nuevamente su fe con la ciencia y con los hechos. Estamos habituados.
La propuesta de Tobin, que tampoco es totalmente original -podemos rastrearla desde Stuart Mill a Willy Brandt, pasando por Meade, Tinbergen, Myrdal, Harry Jhonson, o el mismo Keynes, referencias imprescindibles para muchas generaciones de economistas- pas¨® por diversos avatares. Ignorada en su ¨¦poca, cuando las circunstancias no le eran favorables, vuelve a ponerse de actualidad con el incremento extraordinario de las transacciones financieras internacionales -que entre 1975 y 1994 se han multiplicado por 80 mientras los intercambios ligados a la econom¨ªa real (comercio e inversiones a largo plazo) lo hac¨ªan s¨®lo por 2,5; enorme desproporci¨®n, m¨¢xime si se considera que m¨¢s del 40 % de los movimientos de divisas tienen un horizonte temporal de menos de dos d¨ªas- y por las sucesivas crisis financieras que -arriba datadas- se suced¨ªan al comp¨¢s especulativo sobre las monedas nacionales de unos pa¨ªses que carecen, en la pr¨¢ctica, de autonom¨ªa en sus pol¨ªticas econ¨®micas frente a los dictados de la Organizaci¨®n Mundial de Comercio (antiguo GATT), que no responde a ning¨²n control al uso de las democracias parlamentarias pero que puede vetar cualquier legislaci¨®n nacional en materia laboral o de seguridad industrial, por ejemplo, como "contraria a la libertad de comercio". O de una instituci¨®n como el propio FMI, tampoco muy transparente ni controlada, que contribuy¨® encima a potenciar la grave crisis asi¨¢tica con sus incompetentes recomendaciones. Un organismo, adem¨¢s, v¨ªctima de los dictados del pensamiento ¨²nico globalizador impuesto por los intereses financieros estadounidenses y su control sobre los medios medi¨¢ticos (y valga la redundancia) en olvido de sus inicios, puesto que tampoco cabr¨ªa olvidar que uno de sus principales art¨ªfices, Harry Dexter White -partidario de que los grandes ganadores en el comercio internacional compensaran a los pa¨ªses subdesarrollados- fue uno de los primeros objetivos inquisitoriales del Comit¨¦ de Actividades Antimericanas.
El inicio de la moderna izquierda europea, en su vertiente intelectual, corresponde a un franc¨¦s ejerciente de periodista: Zola, con su c¨¦lebre J'accuse defendiendo al jud¨ªo Dreyfuss frente al siempre rampante antisemitismo. Hay que atribuir a otro periodista franc¨¦s (francoespa?ol) el nuevo art¨ªculo que marca una ¨¦poca en la izquierda actual. Me refiero a Ignacio Ramonet y a su Desarmar los mercados financieros (1997), origen evidente y reconocido del movimiento internacional ATTAC (Acci¨®n para una Tasa Tobin de Ayuda a los Ciudadanos, m¨¢s o menos seg¨²n los idiomas). Este movimiento internacional, no gubernamental, potente y de extens¨ªsima implantaci¨®n -Seattle y Praga no le son ajenos- es en s¨ª mismo un clar¨ªsimo ejemplo de la barrera que separa a la izquierda institucional, tomo prestado el t¨¦rmino a Modonesi, de la izquierda social. En ¨¦sta hay pulsiones ¨¦ticas sin proyecto pol¨ªtico; hay ultraradicalismo anarcosectario y trasnochado -la televisi¨®n nos ha dado puntual cuenta-. Y hay quien mantiene un horizonte pol¨ªtico, una izquierda de "movimiento" -que utiliza de la forma m¨¢s inteligente, como ATTAC, Internet y sus posibilidades movilizadoras y pedag¨®gicas- que busca conquistar, en t¨¦rminos gramscianos, "posiciones" a medio y largo plazo. Frente a ella, y no buscando casi nunca la obligada conjunci¨®n, tenemos a la izquierda institucional que centra su acci¨®n, casi de forma exclusiva, en la presencia, la influencia y la labor, desde y por el interior de las instituciones estatales. Una tendencia que confunde la alternancia con las aut¨¦nticas alternativas, lo cual la puede conducir a ser un ant¨ªdoto frente a ellas. Que concibe el sistema de partidos como un pluralismo acotado y homog¨¦neo, con una tendencia preferiblemente bipartidista, que garantice la rotaci¨®n, la alternancia, sin sobresaltos. Y cuya consecuencia es una concepci¨®n del partido como una agencia de reclutamiento de funcionarios p¨²blicos, que tiende simplemente a la ocupaci¨®n, actual o futura, de las instituciones. No siempre como un instrumento de participaci¨®n de los de abajo, sino frecuentemente como un aparato de legitimaci¨®n de las pol¨ªticas p¨²blicas, aunque sean un plato desagradable de digerir.
En cualquier caso, dif¨ªcil es no coincidir con Ramonet en que es necesario desarmar al poder financiero si se quiere evitar que el mundo de nuestro siglo, el XXI, se siga transformando en una jungla donde los predadores impongan su ley.
Segundo Bru es catedr¨¢tico de Econom¨ªa Pol¨ªtica y senador socialista por Valencia.
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