Nunca es tarde para cambiar c¨®digos
Las mujeres aprenden a superar el estr¨¦s y aumentan su autoestima en las escuelas de madres
Es como un b¨¢lsamo; a todas les gusta. Y todas aseguran que cuando van a la escuela se sienten mejor. Las escuelas de madres proponen algo sencillo: que las mujeres se formen y aprendan a ser madres y personas.Hace m¨¢s de 20 a?os que la profesora Ana Mar¨ªa Carrasco impulsa varias escuelas de madres. Las llama as¨ª porque los padres, "ni por equivocaci¨®n", aclara, aparecen por ellas. "Si mi mujer lo hace muy bien, ?por qu¨¦ voy a tener que ir yo?", dice Ana Mar¨ªa que le cuentan los hombres -en este caso padres-, cuando les pregunta por qu¨¦ no asisten ellos tambi¨¦n a la escuela.
Y, sin embargo, no hay nadie que no se sienta feliz en estos cursos. No hay m¨¢s que verlas. Se entusiasman contando c¨®mo han aprendido a comunicarse con sus hijos y, en general, con toda la familia; c¨®mo han conseguido superar el estr¨¦s que les genera su condici¨®n de amas de casa; o c¨®mo, ahora, se relacionan y ayudan entre ellas. Precisamente, esto ¨²ltimo es lo que la profesora Carrasco destaca como uno de los logros m¨¢s importantes de este tipo de experiencias.
Las madres recuerdan tambi¨¦n -algunas llevan diez a?os asistiendo a estas escuelas- lo bien que se sienten al haber mejorado su autoestima y eliminado complejos. Asimismo, todas aseguran que desde que asisten a clase tienen m¨¢s facilidad de palabra y saber m¨¢s que antes de muchas m¨¢s cosas...
"Ya no queremos ser las amas de casa perfectas; aqu¨¦llas que para salir a la calle ten¨ªan que dejar cada cosa en su sitio", comenta Mar¨ªa Jes¨²s Mor¨®n, madre de cuatro hijos, y una de las veteranas de la escuela de madres del IES Azahar, en el barrio Los Pr¨ªncipes del Pol¨ªgono Norte de Sevilla.
Estas mujeres -Charo Olivas, Dori Carrasco, Maria del Carmen Velasco, Mar¨ªa Jes¨²s Mor¨®n, Amparo Ga?¨¢n, son algunas de ellas- , tienen ahora las cosas m¨¢s claras y as¨ª, aseguran, se lo hacen ver a sus maridos. Claro que ¨¦stos parece que no quieren enterarse. Por eso a estas madres les ocurren an¨¦cdotas como la que cuenta Esperanza Jim¨¦nez, de la escuela de madres del C. P. San Ignacio de Loyola: "Resulta que un d¨ªa salimos con una pareja amiga que estaba todo el tiempo pele¨¢ndose; mi marido se puso a darles la charla... ?Les dec¨ªa todo aquello que me hab¨ªa o¨ªdo a m¨ª!"
Y es que estas mujeres no s¨®lo mejoran su formaci¨®n y calidad de vida, sino que, adem¨¢s, inciden sobre el entorno. El marido de Mar¨ªa del Carmen Velasco le habla a su madre de "lo bien" que escribe su mujer, pero a ella jam¨¢s se lo reconoce.
La realidad es que los hombres se callan ante las mujeres que asisten a las escuelas de madres, pero, poco a poco, empiezan a relacionarse con ellas y con el resto de la familia con c¨®digos nuevos. "Y es que si asistiesen a estas escuelas todos los padres y madres, nadie tendr¨ªa problemas con el alumnado en las escuelas", dice la profesora Carrasco. Las critican pero no se atreven a oponerse a que vayan un par de horas, cada 15 d¨ªas, a la escuela.
Aunque el principal objetivo de la escuela de madres es mejorar la educaci¨®n de los hijos, las madres eligen un temario muy amplio: t¨¦cnicas de estudio, el sexo, los horarios de salida, la movida, las drogas, el acceso al trabajo.
"Al final terminamos proponiendo temas que nos afectan directamente a nosotras", explica Mar¨ªa del Carmen Velasco. Cada curso organizan monogr¨¢ficos sobre autoestima y estr¨¦s, prevenci¨®n de algunos tipos de c¨¢ncer, alimentaci¨®n, o como evitar los celos entre los hermanos.
Son muchas y muy variadas las propuestas pedag¨®gicas que las madres se hacen a s¨ª mismas. Y siempre tratan de trasladar su experiencia a la barriada. Aunque no les hacen caso. "La mayor¨ªa piensa que nos pasa algo", afirma Dori Carrasco. Lo importante, aseguran, es que aprenden a pensar y a respetar las opiniones de los dem¨¢s. Tambi¨¦n dicen haberse dado cuenta de que nadie tiene "hijos exclusivos".
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