Empezar de nuevo desde cero
"Mis manos tocaban pacientes y ahora tocan ollas y planchas". Quien habla es una de las muchas mujeres ecuatorianas que han llegado en los ¨²ltimos meses a Barcelona. Hay 1.821 ecuatorianos con permiso de residencia en Catalu?a, aunque el n¨²mero de inmigrantes de Ecuador que vive en esta comunidad es mucho m¨¢s elevado ya que la mayor¨ªa est¨¢ en situaci¨®n irregular. Si bien antes eran los hombres los que se marchaban en busca de trabajo, ahora tambi¨¦n emigran muchas mujeres, en concreto a Espa?a, donde hay demanda en el servicio dom¨¦stico. La mayor parte de ecuatorianas, desde m¨¦dicas hasta peluqueras, halla trabajo en casas como empleadas del hogar, el ¨²nico empleo donde no hay contratos por medio y, por tanto, no necesitan papeles.Sara (su nombre, como todos los del reportaje, ha sido cambiado) es m¨¦dica, y en Ecuador ejerc¨ªa como cirujana. Cobraba 20.000 pesetas al mes. En Barcelona, donde lleg¨® hace tres meses, ha conseguido ahorrar en tres meses 90.000 pesetas para enviar a sus dos hijas, que viven all¨ª con su abuela. Su marido, ingeniero de profesi¨®n, trabaja como pintor y ha conseguido los documentos que regularizan su situaci¨®n y un contrato: 130.000 pesetas al mes. Es un privilegiado, aunque trabaja 14 horas diarias seis d¨ªas a la semana.
Todos los inmigrantes ecuatorianos comparten piso para ahorrar y enviar dinero a su pa¨ªs: el principal objetivo de la mayor¨ªa. Sara y su marido lo comparten con otros nueve compatriotas, pero tienen la suerte de disponer de una habitaci¨®n para ellos solos por 30.000 pesetas mensuales (cuando llegaron compart¨ªan cuarto con otras cinco personas). El ba?o y la cocina son comunitarios, y hay que hacer turnos para todo. Algunos incluso duermen en los pasillos y en el sal¨®n cocina, en habitaciones improvisadas. El hacinamiento en las casas es muy com¨²n entre los ecuatorianos y, adem¨¢s, Sara se queja de que los propios compatriotas les explotan: "El ecuatoriano que subarrienda cobra precios elevados". A sus 46 a?os, Sara se averg¨¹enza de que tantos profesionales est¨¦n "fregando pisos. Aqu¨ª nos tienen como sirvientes", afirma . Y a?ade: "En este pa¨ªs tus valores humanos son declinados".
Sara, como los otros 200.000 ecuatorianos que han dejado Ecuador en los ¨²ltimos seis meses, se vio obligada a emigrar por la fuerte crisis econ¨®mica que azota el pa¨ªs, agravada por la p¨¦rdida de su moneda oficial, el sucre. Los bajos sueldos, los altos precios y el cierre de muchas empresas han favorecido la continua huida de los ecuatorianos a la tierra prometida: Espa?a. Pero cuando llegan aqu¨ª se encuentran con la triste realidad de esa tierra prometida: malviven en pisos repletos de gente; dejan a sus familias atr¨¢s, pierden la autoestima ya que se ven obligados a trabajar en lo que encuentran y muchos deambulan por las calles sin poder volver a su pa¨ªs. Adem¨¢s, los documentos para regularizar su situaci¨®n no son f¨¢ciles de conseguir. Y viven con el continuo temor a la autoridad. "Soy como una fugitiva que anda con temor. Cada vez que veo un polic¨ªa me escondo", explica sin poder contener la emoci¨®n.
"Aqu¨ª hasta los hombres ecuatorianos lloran", dice. Todos hablan con l¨¢grimas. Mar¨ªa, que en estos momentos ya est¨¢ en su pa¨ªs de vuelta, no pod¨ªa evitar que los ojos se le humedecieran cada vez que mencionaba la palabra Ecuador. Vendi¨® su coche para comprarse un billete a Barcelona, y tras ocho meses trabajando en una casa ha vuelto a su pa¨ªs sin conseguir recuperar el dinero del coche. La desestructuraci¨®n familiar -su marido y sus tres hijos se quedaron all¨ª- ha podido con ella. "Esto para m¨ª es una esclavitud. Nunca antes hab¨ªa sufrido tanto, no se lo deseo ni a mi peor enemigo", dec¨ªa hace unas semanas. Trabajaba 12 horas diarias y ganaba 100.000 pesetas al mes. La mayor parte de ese dinero se lo enviaba a su familia.
Peluquera de profesi¨®n, Mar¨ªa compart¨ªa piso con otros 16 ecuatorianos cerca de la catedral de Barcelona, donde se concentra la mayor¨ªa. Ten¨ªa que hacer cola para ba?arse o comer, y aseguraba que la mayor¨ªa s¨®lo come una vez al d¨ªa -casi siempre pollo-, para ahorrar. Nunca tuvo documentos en regla, aunque en la casa donde trabajaba se ofrecieron para ayudarla a conseguirlos. "No quiero los papeles, no quiero volver nunca a Espa?a", dec¨ªa enfurecida.
Barcelona se encuentra entre las ciudades espa?olas m¨¢s pobladas por los ecuatorianos, junto con Madrid, Murcia y Valencia. En estas ciudades, quienes tienen m¨¢s suerte encuentran trabajo en la construcci¨®n, la hosteler¨ªa, la agricultura y el servicio dom¨¦stico. Muchos han dejado hipotecas y han vendido sus pertenencias para pagar el pasaje a Espa?a. Es el caso de Tom¨¢s. Dej¨® su casa "en prenda", y a finales de 2000 (tras un a?o en Barcelona) acabar¨¢ de pagar la deuda, a lo que destina la mayor parte de lo que ¨¦l y su mujer ahorran. "En dos a?os nos volvemos para all¨¢ definitivamente", dice Tom¨¢s. Dos a?os es el horizonte que se marcar muchos ecuatorianos para regresar a su pa¨ªs. No todos aguantan: Mar¨ªa se fue despu¨¦s de vivir ocho meses en Barcelona.
El proyecto 'Empl¨¦ate'
C¨¢ritas Barcelona atendi¨® en el primer semestre del a?o a cerca de 2.000 ecuatorianos, cuando el a?o pasado fueron 900 en total. La organizaci¨®n atiende a los inmigrantes reci¨¦n llegados con un programa de formaci¨®n e inserci¨®n sociolaboral. "Ahora el grueso es de ecuatorianos, pero est¨¢ abierto a todo el mundo", afirma Mercedes Rubio, responsable del Programa de Formaci¨®n e Inserci¨®n de C¨¢ritas. Tambi¨¦n se desarrolla el proyecto Empl¨¦ate, donde se adaptan las capacidades de cada persona al nuevo pa¨ªs y a las ofertas de empleo. "Nos llaman las empresas y hacemos de mediadiores", explica Rubio, quien se?ala que la situaci¨®n que se vive es contradictoria: hay empresas que carecen de mano de obra, pero "por la falta de documentaci¨®n es imposible que se llegue a la contrataci¨®n".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Integraci¨®n social
- Ecuador
- C¨¢ritas Diocesana
- Inmigrantes latinoamericanos
- Extranjeros
- Barcelona
- Ayuntamientos
- Pol¨ªtica exterior
- Inmigrantes
- ONG
- Administraci¨®n local
- Sudam¨¦rica
- Pol¨ªtica social
- Inmigraci¨®n
- Catalu?a
- Am¨¦rica
- Solidaridad
- Relaciones exteriores
- Migraci¨®n
- Espa?a
- Demograf¨ªa
- Administraci¨®n p¨²blica
- Sociedad