El agua del Ebro, para qu¨¦
Intento responder con estas pocas l¨ªneas al art¨ªculo de Vicent Franch, A de Arag¨®n y de Agua que public¨® EL PA?S el pasado mi¨¦rcoles. En el mismo, el columnista lamentaba que la reacci¨®n de la sociedad aragonesa, a trav¨¦s de la manifestaci¨®n de Zaragoza del pasado d¨ªa 8, ensombreciera la celebraci¨®n del Nou d'Octubre; que habr¨ªa sido ¨¦sta una fecha hist¨®rica en la que la Comunidad se felicitase de la presentaci¨®n del anteproyecto del Plan Hidrol¨®gico Nacional (PHN), cuya piedra angular es el trasvase del Ebro.Mi primera reacci¨®n fue de indignaci¨®n al observar que el PHN era considerado fr¨ªvolamente por el autor como un "logro" que la manifestaci¨®n aragonesa hab¨ªa venido a malograr. Esta consideraci¨®n me parece adolecer de una gran insolidaridad, puesto que s¨®lo basa su apreciaci¨®n en las ventajas que dicho proyecto pueda suponer para la Comunidad Valenciana, sin tener en cuenta lo que en otros territorios del Estado se tendr¨ªa que pagar para satisfacer las demandas del litoral mediterr¨¢neo.
"Va y vienen los aragoneses y nos aguan la fiesta", sostiene Vicent Franch. Fue ciertamente la de Zaragoza una respuesta multitudinaria orquestada por el Gobierno de la Comunidad, cuya magnitud s¨®lo se puede explicar por la cerrada y secular oposici¨®n que Arag¨®n ha presentado a que su rico vecino se llevara el agua para Barcelona. En ello yo entiendo que ha habido una cierta manipulaci¨®n de la sociedad consistente en hurgar en sus m¨¢s viejas heridas. La respuesta aragonesa ha sido el rechazo de un modelo de desarrollo que prima las zonas ricas en detrimento de las menos ricas; rechazo a presenciar impasibles el abandono de sus tierras para que la Espa?a opulenta vea aumentar su riqueza colectiva.
Muchos defensores del trasvase apuntan la posibilidad de que las comunidades receptoras pudiesen pagar un alto tributo a la Comunidad aragonesa para poder disfrutar de su m¨¢s preciado recurso natural. Otros se?alan que el mismo PHN considera la completa realizaci¨®n de las propuestas del Pacto del Agua, lo que ya deber¨ªa contentar al sector agr¨ªcola aragon¨¦s. Pero una cosa no se puede considerar sin la otra. Para que el r¨ªo transporte el caudal necesario a las demandas creadas incluso en meses de estiaje, habr¨ªa que almacenar el agua en la cuenca del Ebro en grandes embalses. El uso de los mismos podr¨ªa satisfacer a los agricultores del Altoarag¨®n, por ejemplo, que ver¨¢n por fin atendida su deuda hist¨®rica; ahora bien, su construcci¨®n incidir¨ªa en la despoblaci¨®n que ya sufren estas tierras, tradicionalmente deprimidas. Preg¨²ntense, por favor, si de verdad desean hacer de esa tierra, que ustedes visitan en verano en busca del frescor de las cumbres, un dep¨®sito para almacenar el agua que derrocharan a la vuelta al trabajo.
El verdadero quid de la cuesti¨®n radica a mi entender en saber a qui¨¦n va a favorecer esta costos¨ªsima y pol¨¦mica desviaci¨®n de caudales entrecuencas. Si va a servir para atender al campo, nos damos de bruces contra la promesa que encierra el mismo PHN de no permitir la creaci¨®n de nuevos regad¨ªos y de modernizar los existentes. ?Para qu¨¦ se necesita entonces semejante volumen de agua si se va a optimizar el uso de la ya existente? ?Para el almacenamiento de excedentes generados por el trasvase? Si se optimizara el uso del agua para regad¨ªos, la cifra del 85% de los recursos h¨ªdricos para agricultura descender¨ªa y compensar¨ªa el porcentaje de uso para agua de boca. Considerando esto as¨ª, la necesidad inducida de satisfacer la demanda tur¨ªstica ser¨ªa banal, puesto que este sector dispondr¨ªa de mucho mayor volumen de agua. M¨¢s a¨²n si se modernizasen tambi¨¦n los sistemas de canalizaci¨®n, tanto de irrigaci¨®n como de consumo humano, que pierden hoy por hoy, en su obsolescencia, hasta un 50% del flujo.
El Pa¨ªs Valenciano es una Comunidad en donde no abunda el agua, un desierto en muchas zonas del que se pretende hacer un vergel a manguerazo limpio. Una tierra ¨¢rida que se permite el lujo de so?ar con la construcci¨®n de sedientos parques acu¨¢ticos, de suntuosos campos de golf, de infinidad de mansiones unifamiliares engalanadas de verdes c¨¦spedes a la inglesa. Una tierra de promisi¨®n al estilo de Las Vegas que, como la megal¨®mana ciudad estadounidense, requiere proyectos fara¨®nicos y de gran repercusi¨®n medi¨¢tica. Proyectos que no admiten discusi¨®n so pena de verse relegado al ostracismo de sus conciudadanos, sedientos de una soluci¨®n f¨¢cil y r¨¢pida, tal es el clima de opini¨®n que los grandes interesados han conseguido crear en la sociedad.
?Qui¨¦nes deben pues de ser estos interesados? Aquellos a quienes tales obras de infraestructura beneficien directamente: los grandes constructores, y, en ¨²ltima instancia, aquellos cargos pol¨ªticos encargados de propiciar el clima de opini¨®n conveniente a su aceptaci¨®n. Habiendo tanto en juego, no es extra?o que las otras opciones -igual de caras, igual de efectivas, pero menos impactantes desde los puntos de vista medioambiental y social- sean menospreciadas y criticadas. Por eso se atreve Vicent Franch a tachar a aquellos valencianos que acudieron a Zaragoza "a firmar equ¨ªvocos y demag¨®gicos papeles que no ayudan a nada", de "gente que no representa a nadie". Considero que cualquier intento de acallar las voces disidentes, por poco numerosas que sean, es muestra de un complejo de superioridad moral, cuando no de autoritarismo. Hemos de escuchar pues las razones de todas las partes implicadas para evitar as¨ª que la facilidad de lo aprendido a machamartillo no nos ciegue en la emisi¨®n de nuestros juicios.
Francisco Dom¨ªnguez es miembro de Ecologistas en Acci¨®n-Arag¨®n y profesor de la Universidad de Alicante.
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