Dudar o no dudar
JAVIER MINAErrar es humano, lo sabemos desde que lo dijo un sabio en lat¨ªn, pero quiz¨¢s lo sea m¨¢s dudar. En cambio, valerse de una pistola deshumaniza. Establecer la equivalencia perfecta entre la imagen de quien se toma por enemigo y la bala que lo suprimir¨¢, sin que en el proceso entren m¨¢s c¨¢lculos que los derivados de la oportunidad o de las condiciones m¨¢s id¨®neas para el disparo, s¨®lo est¨¢ al alcance de los fan¨¢ticos. Por eso no puede ocurr¨ªrseles m¨¢s que a ellos la macabra broma de escribir el nombre de sus colegas asesinos en las bombas destinadas a suprimir a otros seres humanos. Y no porque sean especialmente retorcidos sino porque su mundo de equivalencias monol¨ªticas no les da para m¨¢s: el medio es el mensaje. La bala es el muerto, el objetivo es la bala y en su cabeza enferma no cabe ni el asomo de una duda. Cuando asesinaron a Luis Portero ten¨ªan muy claro que borraban un enemigo de la lista y manten¨ªan activa la danza de la muerte, el contrap¨¢s del terror.
Al resto de los mortales, sin embargo, nos entran dudas. Hasta las dudas m¨¢s tontas. Por eso no quiero entrar aqu¨ª en las m¨¢s solemnes, que tienen que ver con la actitud a tomar con quienes erraron oxigenando a una banda de asesinos a la que sus propios excesos estaba llevando a la desaparici¨®n -Hanna Arendt ya nos previno, pero ha sido en balde, contra el impulso que se da al totalitarismo s¨®lo con emitir este pensamiento: son unos criminales detestables pero, ?qu¨¦ h¨¢biles son!-, o sobre qu¨¦ pol¨ªtica hidrol¨®gica resultar¨¢ m¨¢s conveniente, no, preferir¨ªa consi-derar las dudas tan tontas que nos entran a las gentes de a pie. Yo mismo, sin ir m¨¢s lejos -aunque a veces me miro y no me veo cerca-, he estado dudando sobre si escribir esto que escribo. Por un lado, concurre el hast¨ªo de volver sobre un tema que ganar¨ªa mucho si se sustituyese tanta menudencia informativa sobre si ¨¦ste ha comido o ha hecho una pedorreta en un juicio, por m¨¢s reflexi¨®n, pero, por otro, no parece decente silenciar que hayan asesinado a Portero.
Pues bien, si esto de errar es humano tendr¨¢ que ser general; por eso, cuando uno se cruza en la calle con quienes a la hora de manifestar el tributo al muerto y la repulsa por el crimen van en direcci¨®n contraria supone que tambi¨¦n est¨¢n dudando. Tal vez sopesan la conveniencia de un acto que les parece testimonial, quiz¨¢ no comulguen con los convocantes, acaso s¨®lo buscan agarrarse al pretexto de una consigna para ocultar su poca inclinaci¨®n a se?alarse, o puede que en su balanza interior pese toda-v¨ªa un poco m¨¢s el miedo que el sentimiento de justicia. Qui¨¦n sabe, pero han de ser las dudas las que hacen que unas veces las calles est¨¦n llenas de gente y otras s¨®lo recojan a unos cientos. La buena noticia consiste en que en el tribunal del fuero interno todos han condenado a los terroristas -todos excepto la minor¨ªa que, al identificarse con ellos, se asimila a ellos-, de ah¨ª que s¨®lo sea cuesti¨®n de tiempo que las vacilaciones se despejen. A eso contribuir¨¢ no s¨®lo la condena sin paliativos del terrorismo sino la adopci¨®n de las medidas pol¨ªticas -lo policial tambi¨¦n entrar¨ªa ah¨ª- tendentes a forzarle a que se autodisuelva, al par que protegen al ciudadano.
De lo contrario seguir¨¢ no s¨®lo la muerte sino el totalitarismo que la predica y que la tiene en nada s¨®lo para demostrar que son una y la misma cosa. Un buen conocedor del tema, Arthur Koestler, dijo: "En el seno del Partido, la muerte no constitu¨ªa ning¨²n misterio, ni ten¨ªa aspecto rom¨¢ntico alguno, sino que era una consecuencia l¨®gica, un factor con el que hab¨ªa que contar, y que m¨¢s bien ten¨ªa un car¨¢cter abstracto. No se hablaba de la muerte con frecuencia, ni se empleaba la palabra ejecuci¨®n, siendo la expresi¨®n acostumbrada, liquidaci¨®n f¨ªsica. Y estas palabras, liquidaci¨®n f¨ªsica, no evocaban tampoco m¨¢s que una idea concreta: la cesaci¨®n de la actividad pol¨ªtica. El acto de morir, en s¨ª mismo, no era m¨¢s que un detalle t¨¦cnico que no presentaba inter¨¦s". ?Se puede dudar de que los terroristas est¨¦n en eso? Lo cierto es que un totalitarismo tan palmario deja poco campo a la duda. ?O no?
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