La producci¨®n legal de ilegales
A estas alturas, lo que uno se pregunta es si es posible hoy una discusi¨®n realmente seria sobre los fen¨®menos migratorios, una reflexi¨®n p¨²blica capaz de prescindir de las demagogias pol¨ªticas y las trivializaciones medi¨¢ticas. Al hablar del asunto migratorio parece que no tengan cabida ni los conceptos claros ni los datos ver¨ªdicos, y s¨®lo resulten pertinentes argumentos arbitrarios y hechos inexistentes o distorsionados.Puestos a repasar algunas de las leyendas en torno a las que gira hoy todo cuanto se dice sobre la inmigraci¨®n en Espa?a, la primera en ser citada deber¨ªa ser la de que estamos siendo v¨ªctimas de una especie de invasi¨®n. Es f¨¢cil reconocer en el tratamiento que recibe la llegada de inmigrantes el inter¨¦s del Gobierno y sus aliados -incluyendo ahora al PSOE- en justificar la modificaci¨®n de la todav¨ªa vigente -pero nunca aplicada- Ley de Derechos y Libertades de los Extranjeros en Espa?a, y hacerlo en nombre de la urgencia de protegernos de lo que se escenifica como una avalancha masiva de menesterosos indeseables. Los datos son aqu¨ª contundentes: tendr¨ªan que llegar muchos miles de inmigrantes m¨¢s para que pas¨¢ramos de nuestro discreto 1,5% de extranjeros al 6% de la media europea, por no hablar del 10% que se registra en Francia, Alemania o B¨¦lgica. En estas mismas p¨¢ginas se informaba hace poco (EL PA?S, 30 de septiembre) de los 2.400 nuevos inmigrantes que se registraban al mes en Barcelona, pero tambi¨¦n de lo lejos que estaba el 3,5% resultante, respecto de la poblaci¨®n total, del 21% de Francfort, del 16% de Viena, del 15,4% de Bruselas o del 16,6% de Par¨ªs.
La segunda ficci¨®n a destacar tiene que ver con el origen de los inmigrantes, presentados melodram¨¢ticamente por los medios de comunicaci¨®n como fugitivos de la hambruna que afecta a los pa¨ªses pobr¨ªsimos de los que proceden. Bien. Est¨¢ claro que ni los inmigrantes que se desplazan son los m¨¢s pobres de sus pa¨ªses ni esos pa¨ªses de origen son tampoco los m¨¢s pobres. De hecho, la inmigraci¨®n suele proceder de pa¨ªses de desarrollo medio y est¨¢ nutrida de personas con una capacidad econ¨®mica suficiente como m¨ªnimo para costearse el viaje, en no pocos casos profesionales especializados o licenciados universitarios. En cambio, el discurso oficial sobre el tema se funda en la falsa premisa de que los flujos migratorios tienen su motor en las necesidades de unas miserabilizadas naciones emisoras, lo que convierte a los pa¨ªses anfitriones en "acogedores" de n¨¢ufragos desesperados y hace que en los debates a las posiciones xen¨®fobas se les opongan razones basadas tan s¨®lo en la misericordia y los buenos sentimientos.
Son esas leyendas sobre el origen traum¨¢tico y convulsivo de las corrientes migratorias hacia Europa las que permiten legitimar la urgencia de "regularlas" mediante endurecimientos legales y actuaciones policiales. El bulo de la oleada desbocada de inmigrantes oculta una verdad que cualquier estudiante de demograf¨ªa podr¨ªa certificar: toda regulaci¨®n gubernamental de flujos migratorios de car¨¢cter econ¨®mico sobrerregula algo que ya est¨¢ regulado por el propio mercado de trabajo. Los movimientos migratorios no son la consecuencia de una suerte de espasmo colectivo descontrolado, ni est¨¢n abandonados a la irracionalidad que se les suele atribuir. Al contrario, los procesos migratorios son un ejemplo de sistema autorregulado, se gestionan a s¨ª mismos en secreto a partir de l¨®gicas racionales y obedecen ante todo a la demanda de mano de obra no cualificada por parte de los pa¨ªses receptores.
En otras palabras. Un inmigrante no se desplaza si no tiene una cierta seguridad de que va a encontrar trabajo. El inmigrante no se mueve a ciegas, ni ha tomado su decisi¨®n llevado por una mera ilusi¨®n o un impulso irreflexivo. Sabe qu¨¦ tiene que hacer, a d¨®nde debe ir, qui¨¦n le est¨¢ esperando en destino y qu¨¦ pasos debe dar para obtener un empleo que en cierta manera ya le estaba esperando. Dicho de otro modo: vienen los inmigrantes que tienen que venir y que vendr¨¢n de todas formas, sea cual sea la legislaci¨®n con que se les reciba. De esto ¨²ltimo se deriva otra evidencia escamoteada. Las leyes limitadoras no regulan el ingreso de inmigrantes, b¨¢sicamente porque, repit¨¢moslo, continuar¨¢n llegando los inmigrantes que la estructura laboral vaya reclamando en cada momento. Restringiendo la entrada de inmigrantes lo que se consigue es justamente lo contrario de lo que se dice buscar, puesto que los extranjeros que tantas dificultades han tenido que superar para llegar se ven disuadidos de regresar a sus pa¨ªses. Las trabas a la hora de admitir trabajadores extranjeros no frenan las entradas, sino las salidas.
No nos enga?emos, lo que se obtiene con las leyes de extranjer¨ªa no es regular la entrada de inmigrantes, sino regular, jerarquiz¨¢ndola, la estancia de los que acabar¨¢n pasando las fronteras igualmente y que quedar¨¢n divididos en "legales" e "ilegales". Es decir, lo que una ley como la que se est¨¢ aprobando en el Parlamento espa?ol consigue no es s¨®lo regularizar a unos inmigrantes, sino b¨¢sicamente desrregularizar a otros. La Ley de Extranjer¨ªa en marcha es una m¨¢quina de producir trabajadores j¨®venes condenados a conocer las m¨¢s brutales expresiones de esa misma precarizaci¨®n laboral que afecta a la mayor parte de la poblaci¨®n laboral, incluyendo la nativa.
El resultado final no es, por tanto, que haya menos inmigrantes. Habr¨¢ exactamente los mismos. Lo que suceder¨¢ es que se renovar¨¢ y aumentar¨¢ el actual ej¨¦rcito de sin papeles sometidos a condiciones de trabajo infames, sobreexplotados, temerosos, sin apenas derechos ciudadanos, sujetos a un permanente estado de excepci¨®n, un subproletariado destinado a satisfacer las demandas menos confesables del mercado laboral. De lo que se trata -conscientemente o no- es de sumergir la mano de obra destinada a una estrat¨¦gica econom¨ªa no menos sumergida, clandestinizar los contingentes de trabajadores abocados a alimentar los segmentos m¨¢s salvajes del orden capitalista. La finalidad de la nueva Ley de Extranjer¨ªa no reside en cerrarle el paso a unos inmigrantes que se sabe que acabar¨¢n entrando de un modo u otro, sino en asegurarse de que quedar¨¢n a la intemperie en un Estado de derecho que no lo habr¨¢ de ser para ellos.
Manuel Delgado es miembro de la Comisi¨®n sobre Inmigraci¨®n del Parlament de Catalunya.
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