El rumbero conceptual RAM?N DE ESPA?A
Ahora que tanto se lleva la autenticidad, en lo musical y en general, apetece reivindicar a un m¨²sico que nunca fue aut¨¦ntico ni maldita la falta que le hizo. Prefiero recordar a Gato P¨¦rez como un brillante intruso en el mundo de la rumba, como un artista conceptual que se acerc¨® a algo que le era ajeno y no par¨® hasta que se lo apropi¨®. Para mucha gente, esa condici¨®n de intruso trabajaba en su contra: no era gitano, no naci¨® en el barrio de Gracia, carec¨ªa de aut¨¦ntico sabor, no sab¨ªa moverse en un escenario y sus letras eran demasiado complicadas para un g¨¦nero supuestamente primario. Para m¨ª, todas esas supuestas lacras eran, por el contrario, bazas que jugaban a su favor: gracias a un extranjero rellenito y poco sabros¨®n, la rumba catalana se dirigi¨® hacia lugares con los que nunca hab¨ªan so?ado admirables patriarcas del g¨¦nero como Peret y El Pesca¨ªlla.Como el protagonista de la novela de Mars¨¦ El amante biling¨¹e, Gato decidi¨® un buen d¨ªa ser otro. El intelectual argentino de amplia cultura jazz¨ªstica mut¨® en rumbero conceptual y se intern¨® en un g¨¦nero que hasta entonces le hab¨ªa sido ajeno. Al no formar parte de ninguna tradici¨®n, se sinti¨® libre para hacer lo que le viniera en gana, y el resultado fueron unos discos espl¨¦ndidos que iban m¨¢s all¨¢ de la broma o el homenaje humor¨ªstico (y que tal vez por eso, por su ir¨®nica seriedad, no alcanzaron las ventas que merec¨ªan).
Cuando Gato empez¨® a componer sus rumbas, en Barcelona escribir canciones estaba muy mal visto y era algo que s¨®lo se les toleraba a figuras del underground local, como Sisa y Pau Riba. Divertirse escuchando m¨²sica tampoco gozaba de mucha consideraci¨®n, como sabr¨¢ todo aquel que haya padecido a las bandas layetanas deudoras (o eso cre¨ªan ellas) de Miles Davis y Weather Report. En aquella ¨¦poca, la m¨¢xima alegr¨ªa que se permit¨ªa el noct¨¢mbulo zelestial era la Orquestra Plateria, aunque siempre teniendo en cuenta que aquello no era m¨¢s que un bromazo, pues lo aut¨¦nticamente progresista era dormitar a los sones de M¨²sica Urbana o Blay Tritono.
En ese ambiente sopor¨ªfero, Gato tuvo las santas narices de decir que le gustaba la rumba y de ponerse a escribir canciones inteligentes y divertidas. Lo ten¨ªa todo en contra: por un lado, la ortodoxia zelestial; por el otro, la ortodoxia rumbera. Poni¨¦ndose ambas por montera, Gato ech¨® por la calle de en medio y reinvent¨® un g¨¦nero conocido hasta entonces por su autenticidad: as¨ª cre¨® la falsa rumba, la rumba conceptual o la rumba literaria, como se prefiera. Una rumba que funcionaba a dos niveles y que ten¨ªa varias lecturas: como m¨²sica de fondo, reinventaba el sentimiento y la jarana, y escuchada atentamente, exhib¨ªa unos textos soberbios, que explicaban historias y que ten¨ªan una vida propia.
No, Gato nunca fue aut¨¦ntico, pero gracias precisamente a sus artificios, a su propia reinvenci¨®n y a su cerebro porte?o, la rumba se intern¨® por senderos nunca antes recorridos y escasamente explorados durante estos 10 a?os que llevamos sin la presencia iluminadora de tan peculiar inventor de rimas y sonidos.
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