La Arcadia feliz
Vivimos una sociedad que tiene como objetivo primero mantener una actitud ang¨¦lica heredera de la nefasta moral victoriana; conservadurismo humanizado, le llaman por otras latitudes, mientras que aqu¨ª nos complacemos en derramar nuestra buena voluntad y belleza de alma, con independencia de que en la esquina de al lado est¨¦n apiolando a un pr¨®jimo. No importa, no lo vemos, estamos sanos y los enfermos tienen su lazareto.Taurinamente, la versi¨®n de esta Arcadia feliz para memos se traduce en el irreprochable enunciado de darle oportunidades al toro para que luche por su vida y, si se la gana, que termine sus d¨ªas padreando en la dehesa. Id¨ªlico.
La triste verdad es que se dispensa a granel el pretendido honor y no se le hace al toro excepcional que lo merece por tipo, reata, pelea en todos los tercios y cumplimiento con el compromiso de bravura y fiereza que implica su raza.
Dehesilla / V¨¢zquez, Ponce, Juli
Toros de La Dehesilla, desiguales y blandos; 2?, indultado.Curro V¨¢zquez: estocada baja (oreja); tres pinchazos y cinco descabellos (bronca). Enrique Ponce: aviso y se indulta al toro (dos orejas y rabo simb¨®licos); estocada desprendida (dos orejas). El Juli: media estocada corta y dos descabellos (ovaci¨®n y saludos); estocada trasera (dos orejas). Los dos ¨²ltimos salieron a hombros. Plaza de Ja¨¦n, 18 de octubre. 4? corrida de abono. M¨¢s de tres cuartos de entrada.
As¨ª, en segundo lugar, apareci¨® un ejemplar de escaso trap¨ªo, al que Ponce recet¨® unas buenas ver¨®nicas rodilla en tierra y otras abriendo el comp¨¢s, con el ¨²nico pero de subir la mano de dentro, lo que le restaba hondura al lance. Un puyazo trasero y toro al suelo. Repartieron banderillas por el lomo mientras que Mariano de la Vi?a echaba el capote al cielo para evitar la claudicaci¨®n, cuidado que no tuvo Ponce al empezar por bajo (!) y mandarlo al santo suelo rodado como una croqueta.
Despu¨¦s, el toreo fue bueno, en cuatro series de a cuatro, dos por cada lado, presurosos algunos naturales y separada cada serie de la siguiente por un largo paseo -fueron cinco- para que el amigable oponente recuperara fuerzas. Luego vinieron pases desmayados, circulares en cadena, otros m¨¢s por bajo, el intento de indulto, el aviso de la presidencia, la petici¨®n popular y el pa?uelo naranja. Por supuesto que Ponce redonde¨® el triunfo y se lo puso cuesta arriba al Juli, pero el indulto fue insulto, por muy ang¨¦lico y humanizado que quisiera parecer y por mucho que el p¨²blico se divirtiera jugando a los pastorcillos.
En el orden natural de las cosas, Curro V¨¢zquez tore¨® con mucho gusto, clase, parsimonia, facilidad y lejan¨ªa. Mucha torer¨ªa y enorme paliza al pico de la muleta que seguramente acab¨® deshilachada. En el cuarto fue el sainete por lo militar, a la antigua, pero es preferible la bronca desnuda al taparse encubierto.
En el quinto, Ponce se quit¨® las alas y estuvo en mortal. Muchos pases y paseos, de lejos y hacia fuera, muy del agrado del p¨²blico.
Hay que reconocer que, con el indulto, Ponce le pis¨® la manguera al Juli, cosa que no se debe hacer entre bomberos. El tercer toro se fue demasiadas veces al suelo y el p¨²blico pas¨®. El sexto le proporcion¨® un triunfo que fue m¨¢s por voluntad que por lucimiento, dif¨ªcil de conseguir con un toro que acab¨® en chiqueros.
De todas formas, la noticia del d¨ªa fue la del indulto; a este paso, cuando a Enrique Ponce se le antoje indultar a un filete, tendr¨¢n que clonarlo.
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