LOS NEGOCIOS EDITORIALES Se ofrece negro ISABEL USOBIAGA
El reciente fiasco de la novela de una popular presentadora ilumina, seg¨²n la autora, sobre otros ¨¦xitos editoriales.
"Se ofrece negro con novela terminada. Longitud, 269 p¨¢ginas. Garantizado que no hay ning¨²n plagio. Para m¨¢s confianza, poseo una gran experiencia en inform¨¢tica y no almaceno en mi ordenador 'materiales y otras cosas".?Qu¨¦ pensar¨ªamos si ley¨¦semos en la prensa un anuncio de estas caracter¨ªsticas? Est¨¢ claro. Pensar¨ªamos que era un literato desesperado, cansado de presentar su novela ante las editoriales con su propio nombre, el de un desconocido, la cual nadie, salvo sus mejores amigos, se tomaba la molestia de leerla y que, harto de dar vueltas, se le ocurre la posibilidad de sacar una rentabilidad a su trabajo y, aunque sea bajo la firma de otro, hacer que la criatura de sus esfuerzos viera la luz del d¨ªa.
?Pero aceptar eso eso es un enga?o!, ?c¨®mo es posible?, dir¨ªan las personas de buena fe. Pues s¨ª. ?Y qu¨¦ decir adem¨¢s si en el texto adquirido se incluyen plagios?
Si la palabra plagio existe en el diccionario es porque de alguna forma hay que nombrar al hecho de que un autor se apodere de la propiedad intelectual de otro, y est¨¢ claro que este es un hecho que se da. Existe en el caso de que un famoso quiera dar otro salto desde su pedestal y de esta forma aumentar su popularidad con una incursi¨®n en el mundo de la literatura, tal y como podemos verlo en las autobiograf¨ªas que todos los a?os florecen en los escaparates de las librer¨ªas en esta ¨¦poca, destinadas a llenar las hojas de pl¨¢stico de muchos ¨¢rboles ecol¨®gicos el d¨ªa de Navidad. El personaje del negro es en estos casos algo sabido y casi consentido, ya que nadie espera de un torero, de un cantante o de un famoso de la jet que adem¨¢s sea escritor. Pero, sin embargo, es algo que el p¨²blico no se espera de una periodista (y en este caso conocida presentadora de televisi¨®n), que en principio tiene una preparaci¨®n para este asunto de escribir, o por lo menos se le supone, hasta el punto en que probablemente un gran porcentaje de sus compradores se habr¨¢ cre¨ªdo que la tal novela era obra de la persona que la firmaba.
As¨ª pues, cuando se nos descubre que la tan famosa periodista y presentadora de televisi¨®n no s¨®lo no ha escrito su novela, de la que por otra parte ha vedido ya 100.000 ejemplares, sino que ni siquiera se ha tomado la molestia de leerla, nuestra sorpresa no tiene l¨ªmites.
?C¨®mo es posible que se tenga almacenada en el ordenador, con el ¨¢nimo de inspirarse, las novelas de otras escritora? ?Con el trabajo que da escanear tal n¨²mero de p¨¢ginas y lo sencillo que es leerlas en papel! Y a¨²n en el caso en que as¨ª fuera, y por muy poca experiencia que se tenga en inform¨¢tica, imag¨ªnense lo que ocurrir¨ªa si en este art¨ªculo se colase, por obra y gracia de un fallo t¨¦cnico, unos versos de Zorrila como: "?Cuan gritan estos malditos/ pero mal rayo me parta/ si en acabando esta carta/ no pagan caros sus gritos". O aquellos de Calder¨®n que dicen: "Apurar cielos pretendo/ si es que me trat¨¢is as¨ª ?Qu¨¦ delito comet¨ª/ contra vosotros naciendo?/ Y pues si nac¨ª/ ya entiendo/ qu¨¦ delito he cometido"...
Est¨¢ clar¨ªsimo que a la hora de releer lo que he escrito -porque se suele tener la costumbre de leer lo que uno escribe-, en modo alguno me confundir¨ªa con estos artistas de la pluma ni pensar¨ªa: qu¨¦ redondos me han quedado estos versitos, aunque no vengan mucho a cuento. Y es que esto de escribir no es tarea f¨¢cil, y mucho menos lo es para un escritor nobel hacerlo como un autor consagrado.
Lo curioso en este caso es que a la periodista no solamente se le colaron entre sus l¨ªneas varias p¨¢ginas de las novelas de otras escritoras; y no solamente las confundi¨® con las suyas, sino que debi¨® pensar: "Qu¨¦ apa?aditos me han quedado estos cap¨ªtulos. Lo que no entiendo es la raz¨®n por la que he cambiado de nombre a los personajes ni situado la acci¨®n en Los Angeles, ?en qu¨¦ estar¨ªa yo pensando?". Y dicho y hecho -buscar/remplazar por-. Y la verdad es que para esto la chicase se defend¨ªa bien con la inform¨¢tica.
Pero cabe preguntarse c¨®mo pudo confundirse as¨ª. Y no hay que darle muchas m¨¢s vueltas. Esta vez el negro le jug¨® una mala pasada y, para m¨¢s broma, le col¨® un mont¨®n de p¨¢ginas de una escritora de primera fila del g¨¦nero rosa a la que muy posiblemente tambi¨¦n leer¨ªan los posibles compradores de su novela, hasta que alguien dotado de buena memoria relacionase la una con la otra y se tomase la molestia de verificar, tal y como ha sucedido.
Esta s¨ª que es la venganza del negro. Pero no se preocupen por la pobre famosa periodista, las cosas se resolver¨¢n bien para ella, la prensa rosa no perder¨¢ a una de sus mejores exponentes, ya que quien plagia a un plagi¨®n tiene 100 a?os de perd¨®n.
Isabel Usobiaga Say¨¦s, es m¨¦dico psicoanalista.
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