Primer asalto
Lleg¨® Rivaldo, le peg¨® tres rivaldazos al Milan, y puso el derby al rojo vivo.Sucedi¨® el mi¨¦rcoles en el estadio Giuseppe Meazza, ante la pandilla de chatarreros en que Zaccheroni ha convertido el inolvidable equipo de demolici¨®n que empezaba en Franco Baresi y terminaba en Marco van Basten. Salvo la nost¨¢lgica presencia de Maldini, no queda nada de aquel acorde¨®n de Arrigo Sacchi que ampliaba o reduc¨ªa el campo a voluntad. Los tifosi lo recuerdan muy bien: en caso de peligro ocupaba el primer tercio de cancha, y luego se reun¨ªa en una estrecha formaci¨®n que maniobraba, compacta, a una precisa orden de Franco Baresi; cuando quer¨ªas darte cuenta, recuperaba la pelota, te ganaba la espalda y convert¨ªa un apuro en un fil¨®n. Pero, aunque con el paso de los a?os y de los entrenadores el ¨®xido se ha apoderado de Gattuso y sus amigos, nunca es f¨¢cil abrirse camino en una ferreter¨ªa italiana: agrupan todo el material de desguace, empiezan a chirriar y te llenan el cuerpo de metralla.Por eso tuvo tanto valor la aparici¨®n de Rivaldo. En realidad se limit¨® a cumplir la profec¨ªa de Guardiola: resucit¨® en Anoeta, viaj¨® a Mil¨¢n, se meti¨® sin miedo en la cueva de Berlusconi, busc¨® un hueco entre las espinilleras, dispar¨® por bajo y marc¨® el primero; con los tobillos todav¨ªa calientes, busc¨® un fallo en el perfil de la barrera, dispar¨® por alto y marc¨® el segundo. Finalmente encontr¨® un claro en el ¨¢rea peque?a, se lanz¨® en plancha, marc¨® el tercero, y cit¨® al Madrid para hoy mismo en el Camp Nou.
En el otro bando, Luis Figo hac¨ªa sus propios ejercicios de rehabilitaci¨®n. Sin perder su misteriosa sonrisa de fadista, decidi¨® ganarse el Bernab¨¦u por el viejo procedimiento musical: se puso a jugar con el coraz¨®n. Ten¨ªa enfrente a los tozudos ganapanes del Bayer Leverkusen, tambi¨¦n conocidos como Los chicos de la aspirina; gente inquebrantable en su pesadez: en vez de chirriar, zumban.
Para evitarse dolores de cabeza, Figo tir¨® de repertorio. Media hora m¨¢s tarde el exigente p¨²blico local le hab¨ªa visto aparecer por todos los ¨¢ngulos. Como siempre eligi¨® la mejor soluci¨®n para cada problema: si era necesario descargar tensi¨®n con alg¨²n pase sencillo, no ten¨ªa inconveniente en hacerse pasar por un pe¨®n de brega; si era necesario hacer un gesto de autoridad, mejor a¨²n: armaba la pierna, enganchaba por aqu¨ª, sal¨ªa por el lado contrario, y acto seguido, como de costumbre, adelantaba el ment¨®n.
Era entonces cuando Luis se hac¨ªa m¨¢s reconocible. Sin el m¨¢s m¨ªnimo sentimiento de urgencia se pon¨ªa a separar a los amigos de los enemigos, ajustaba el punto de mira y met¨ªa esos pases oblicuos tan suyos que empiezan dirigi¨¦ndose hacia un palo y terminan cayendo junto al otro. Mientras los alemanes jugaban con el metr¨®nomo y consegu¨ªan aguantar en el marcador, ¨¦l volv¨ªa a rodearlos con su campo magn¨¦tico, enganchaba por aqu¨ª, sal¨ªa por el lado contrario, y acto seguido, como de costumbre, adelantaba el ment¨®n, recetaba el pase m¨¢s conveniente y por fin pon¨ªa de pie al estadio Bernab¨¦u.
Dicho con otras palabras: lleg¨® Figo, le peg¨® cuatro figazos al Bayer Leverkusen y se cit¨® con Rivaldo en el Camp Nou.
Esta noche, gran velada.
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