Testigos del "terror" talib¨¢n
Tres espa?olas se mezclan entre la poblaci¨®n afgana para conocer la situaci¨®n de las mujeres en ese pa¨ªs
"Son como fantasmas que pasean por calles desoladas. Bajo las burkas la vida de las mujeres se paraliza. Es el terror". Embutidas en esos velos (las burkas) como celdas, que cubren el cuerpo de pies a cabeza, la escritora Anna Tortajada, la periodista M¨®nica Bernab¨¦ y la puericultora Merc¨¦ Guilera, todas catalanas, recorrieron durante varios d¨ªas Kabul, y escucharon, de viva voz, las historias de "crueldad" que el r¨¦gimen talib¨¢n -un movimiento fundamentalista isl¨¢mico-, ha impuesto en Afganist¨¢n desde mediados de los noventa, especialmente entre las mujeres. Actualmente controlan m¨¢s del 90% del pa¨ªs.Anna, M¨®nica y Merc¨¦ decidieron visitar ese pa¨ªs despu¨¦s de conocer en Sabadell (Catalu?a) a la presidenta de una ONG que lucha por la asistencia humanitaria de las mujeres afganas. Decidieron, a t¨ªtulo personal, recorrer la zona y contar su experiencia despu¨¦s. Ayer Anna y M¨®nica estuvieron en Madrid para relatar su vivencia y aportar sus conocimientos a la recientemente creada Plataforma de Ayuda a Afganist¨¢n, de la que forman parte El Consejo de la Mujer de la Comunidad de Madrid, la Liga por los Derechos de los Pueblos de Sabadell as¨ª como Ayuntamientos y diversas organizaciones y entidades.
En s¨®lo cuatro d¨ªas, estas mujeres vieron la cara del terror oculta tras un velo azul. Ellas mismas sufrieron en carne propia la angustia de vivir con una rejilla de tela que cubre el rostro. "La burka es talla ¨²nica; te hace una presi¨®n terrible en la cabeza, no ves el suelo que pisas y pierdes el sentido de la orientaci¨®n. Para andar tienes que seguir a alguien", contaron. En ese valle de terror y represi¨®n que es Afganist¨¢n, lo peor, seg¨²n Anna y M¨®nica no son las burkas, sino "la crueldad". "Las mujeres no pueden salir solas, no pueden ir al m¨¦dico, no pueden trabajar y no pueden estudiar", cuentan.
En las calles de Kabul la desesperaci¨®n se ha adue?ado ya de muchas mujeres que, en el peor de los casos, optan por suicidarse. "Supimos que el nivel de suicidios ha crecido de forma alarmante. Hay personas que se dejan arrastrar por la depresi¨®n y no pueden soportarlo". Esta situaci¨®n, cuentan, se ha agudizado sobre todo en las viudas que, al no tener compa?¨ªa masculina no pueden salir y mucho menos trabajar. Y para las que enferman, no hay remedio posible. "Como no puedes ser atendida por un m¨¦dico hombre, no puedes ir al hospital y te tienes que quedar en casa. Muchas est¨¢n muriendo en el parto o por enfermedades banales".
"Por favor, cuando vayas a tu pa¨ªs, cu¨¦ntalo", le dijeron una y otra vez un pu?ado de afganas a estas tres catalanas que se mezclaron entre su gente para conocer de cerca su desgracia. "Cuando se quitan el velo lo que ves son mujeres normales con ganas de hablar y llenas de rabia por la situaci¨®n que padecen", explica M¨®nica.
Gracias a la ONG Hawca, una de las pocas que trabaja en Afganist¨¢n, las dos espa?olas pudieron recorrer tambi¨¦n las organizaciones clandestinas que se vienen gestando all¨ª y que, sobre todo, procuran que las mujeres puedan aprender a leer y escribir. "Aprender a leer y escribir es un delito. Las adultas y las ni?as se organizan en escuelas clandestinas y entran en turnos de cinco minutos para no ser descubiertas. Eso s¨ª, siempre acompa?adas de un hombre".
En los pocos d¨ªas que estuvieron en Kabul, las espa?olas confiesan no haber sentido miedo por su situaci¨®n, sino por el riesgo que corr¨ªan quienes se empe?aban en mostrarles la realidad. Al fin y al cabo, el r¨¦gimen, empecinado en mostrar otra imagen del pa¨ªs les concedi¨® el visado de turista y hasta puso un coche oficial a su disposici¨®n. Para los recorridos clandestinos Anna y M¨®nica tuvieron que mentir y decir que abandonaban el pa¨ªs. As¨ª burlaron el cerco oficial. El peor momento fue cuando un d¨ªa, de madrugada, el conserje del hotel les anunci¨® que a la ma?ana siguiente una cuadrilla talib¨¢n, hombres siempre armados y en enormes veh¨ªculos llegar¨ªa para detener a la joven que les serv¨ªa de int¨¦rprete. "No pudimos dormir. No sab¨ªamos lo que le iba a pasar: era mujer, se relacionaba con extranjeros y estaba trabajando", cuenta Anna. Los talib¨¢n no llegaron, pero otro d¨ªa, detuvieron un autob¨²s, requisaron a los pasajeros y se llevaron a una mujer que llevaba entre sus pertenencias un libro de texto. "No supimos qu¨¦ fue de ella".
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