Mi¨¦rcoles
Hoy es mi¨¦rcoles; f¨ªjense bien, porque es el ¨²nico d¨ªa de la semana del que no se habla en los ascensores. En los ascensores se hace una cr¨ªtica implacable del transcurso invariable de los d¨ªas. El lunes se lleva los peores resultados: "Aqu¨ª, de lunes, y adem¨¢s perdi¨® mi equipo". Los martes no se quedan detr¨¢s en la consideraci¨®n p¨¦sima que la gente tiene del transcurrir laboral del tiempo; la segunda parte de la semana desata efluvios m¨¢s positivos: seg¨²n los usuarios del primer tramo de los pisos, el jueves es una ocasi¨®n propicia, porque anuncia la cercan¨ªa inmediata del fin del calvario; el viernes ya es un s¨¢bado mitigado y por tanto una jornada venturosa: "Aqu¨ª de viernes, encantado". Y del fin de semana s¨®lo se habla para a?orarlo despu¨¦s de deplorar que aparezca otra vez la semana con su sudorosa anticipaci¨®n de fatigas. Pero el mi¨¦rcoles, ah, el mi¨¦rcoles es un d¨ªa maldito del calendario, de ¨¦l no habla nadie, es una jornada situada en la tierra de nadie que hay entre el reproche y la esperanza, est¨¢ ah¨ª, en la median¨ªa, sin adjetivos, un hu¨¦rfano del calendario. Enfrascado entre las aguas sucias del pasado y la esperada brillantez del porvenir que empieza el jueves, el mi¨¦rcoles es un d¨ªa perplejo, solitario, el ¨²nico d¨ªa verdaderamente laboral de la semana. El escritor cubano Eliseo Alberto asegura, en el t¨ªtulo de una novela suya, que la eternidad empieza un lunes, en el folklore iberoamericano hay rumorosas alabanzas de los lunes ("yo ser¨¦ siempre lunes sin remedio") y hay canciones magn¨ªficas en las que el protagonismo del s¨¢bado indica claramente que es verdad que todo lo que es final parece el principio de la felicidad. Pero del mi¨¦rcoles no han dicho nada ni los cantantes italianos. El ascensor es el term¨®metro de la capacidad de conversaci¨®n que tiene la gente que entra sin argumentos en los edificios; si en la segunda planta alguien ya pronunci¨® algo sobre el lunes, el viernes o el martes, es que ah¨ª se acab¨® la conversaci¨®n, es mejor dejarla. Pero si un d¨ªa alguien le pronuncia en el transcurso de los primeros pisos la palabra mi¨¦rcoles, preste atenci¨®n, he ah¨ª un existencialista, un hombre desenga?ado de conversaciones anteriores, una persona desesperada que por fin tiene una palabra a la que asirse. La palabra mi¨¦rcoles. M¨ªrenla bien, porque nadie la va a decir en el d¨ªa de hoy en la oficina.
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