El Gobierno brit¨¢nico desoy¨® a los cient¨ªficos y minimiz¨® el riesgo de contagio de las 'vacas locas'
Un comit¨¦ de expertos determina que Londres actu¨® a destiempo y negligentemente ante la crisis
El comit¨¦ de expertos independientes creado por el Ejecutivo laborista hizo p¨²blicas sus conclusiones sobre la actuaci¨®n anterior a 1997 de la Administraci¨®n brit¨¢nica ante la crisis de las vacas locas. El informe culpa a ministros y altos funcionarios de la anterior etapa conservadora de haber deso¨ªdo a los cient¨ªficos, minimizado riesgos y no haber suministrado a tiempo a la ciudadan¨ªa datos sobre el peligro de consumir de carne infectada con la enfermedad mortal. Aunque el dictamen indica que no hubo enga?o deliberado, s¨ª califica de negligencia inaceptable el intento de no alarmar a la poblaci¨®n y la lenta reacci¨®n oficial.
A pesar de que el informe critica con nombres y apellidos s¨®lo a unos pocos ex ministros de Agricultura y Sanidad, as¨ª como a varios de los altos funcionarios que despachan con ellos, la condena a la falta de comunicaci¨®n entre las distintas instancias oficiales y los retrasos en aplicar y supervisar las medidas de seguridad impuestas por el propio Gobierno equivalen a una negligencia grave. Del texto, que suma 16 vol¨²menes y cuya elaboraci¨®n ha costado 27 millones de libras (7.425 millones de pesetas), se desprende que los gobernantes hicieron caso omiso de sus obligaciones para con la ciudadan¨ªa y no adoptaron las necesarias medidas de cautela. Antes al contrario, se empe?aron en asegurar durante m¨¢s de una d¨¦cada que la carne de res brit¨¢nica era apta para el consumo en lugar de proteger a la poblaci¨®n. Si bien la epidemia no pudo ser evitada, s¨ª hubiera sido factible combatirla antes de haber comprendido las instancias p¨²blicas la trascendencia de los problemas de la caba?a bovina."De los cient¨ªficos se esperaba que dieran todas las respuestas, pero su falta inicial de pruebas concluyentes fue interpretada por las autoridades como si el contagio no fuera posible. El p¨²blico fue traicionado porque no se le consider¨® capaz de asumir los riesgos de la situaci¨®n como adultos. Ello unido al hecho de que las reses eran alimentadas con piensos de vaca y oveja convirti¨® la epidemia en un desastre", dijo ayer Lord Phillips, que ha coordinado la elaboraci¨®n del estudio por parte de un equipo de cient¨ªficos, juristas y expertos independientes.
Uno de los extremos m¨¢s delicados de toda la crisis, esto es, averiguar si el anterior Ejecutivo conservador antepuso los intereses de la industria c¨¢rnica a la salud publica, qued¨® por fin despejado. No hubo malicia por parte del Ministerio de Agricultura, pero sus titulares fueron presionados por su propio partido y por los ganaderos para que mantuvieran la confianza del consumidor a base de promover la carne aut¨®ctona. "Hubo por tanto un conflicto de intereses que no fue solventado adecuadamente por el Gobierno", a?ade lord Phillips. En cuanto al departamento de Sanidad, no supo imponer las necesarias normas de higiene para evitar que la carne infectada entrara en la cadena alimentaria. Y sobre todo fall¨® de plano a la hora de asegurarse, junto con Agricultura, de que los mataderos desechaban desde 1987 los cerebros, m¨¦dulas espinales y bazos de las reses, las partes m¨¢s peligrosas para la salud. No hay que olvidar que Agricultura hab¨ªa reconocido la encefalopat¨ªa bovina como una enfermedad singular en 1986, pero tard¨® m¨¢s de un a?o en comunic¨¢rselo a Sanidad. Un desfase criticado de plano por el informe.
Entre los pol¨ªticos censurados aparecen dos ministros de Agricultura, John MacGregor(1987-1989) y John Gummer (1989-1993). El primero tard¨® tanto en decidirse a compensar a los ganaderos por sus p¨¦rdidas, hecho que favoreci¨® sin propon¨¦rselo que estos siguieran vendiendo como sanas reses enfermas. Para cuando les ofreci¨®, en 1990, un precio razonable por cada ejemplar sacrificado, casi un mill¨®n de cabezas infectadas hab¨ªa sido ya consumido. El caso de Gummer forma m¨¢s bien parte de la imaginer¨ªa de la epidemia. Cuando le dio una hamburguesa a su hija peque?a en p¨²blico, tambi¨¦n en 1990, hac¨ªa dos a?os que su departamento hab¨ªa ordenado el sacrificio de reses mayores de 30 meses.
Dado que las conclusiones de lord Phillips culpan tanto al anterior Gobierno conservador como a la forma misma en que act¨²a "la maquinaria del poder", el actual Ejecutivo laborista se emple¨® ayer a fondo en primar la tragedia de las 85 v¨ªctimas contabilizadas hasta hoy entre muertos y enfermos sobre la b¨²squeda de villanos. "Esto ha sido una cat¨¢strofe nacional y de ah¨ª que hayamos decidido compensarles tanto desde el punto de vista econ¨®mico como con ayudas para que cuiden a los que est¨¢n hoy en cama", dijo Nick Brown, ministro de Agricultura. Horas antes de su comparecencia ante la C¨¢mara de los Comunes, el primer ministro, Tony Blair, hab¨ªa recibido un v¨ªdeo casero donde aparec¨ªa Donnamarie McGivern, fallecida en 1997 a los 17 a?os. Ausente y sin poder moverse, su estado conmovi¨® al l¨ªder laborista y ha podido contribuir a la decisi¨®n de ayudar a las familias afectadas.
"Lo sab¨ªan y no hicieron nada"
A los 15 a?os, Donna McIntyre, una muchacha escocesa hija de un electricista de Aberdeen, ten¨ªa el pelo rizado, una sonrisa despreocupada y el aspecto de quien cuida al detalle su apariencia f¨ªsica. Hoy ha cumplido 21 a?os y pasa las horas acurrucada en un sill¨®n del hospital donde la cuidan. Apenas conoce a su familia, le cuesta andar y en sus escasos momentos l¨²cidos pregunta si va a morir.
Donna padece la mortal enfermedad de las vacas locas en su versi¨®n humana, y los m¨¦dicos dudan de que llegue a la pr¨®xima primavera. Para su padre, Billy, esta muerte lenta es una tragedia intolerable. Durante meses crey¨® que su hija padec¨ªa una demencia precoz y se sent¨ªa casi avergonzado. Ahora acusa sin miramientos a los que considera responsables de su sufrimiento: "Los pol¨ªticos estaban informados de las porquer¨ªas que com¨ªamos y no hicieron nada. Espero que a Tony Blair se le atragante el desayuno cuando lea lo de mi hija", dice.
La pasada Pascua, Billy estuvo con Donna y la joven hasta pens¨® en dejar su trabajo de recepcionista y buscar otro empleo cerca de la casa paterna. Luego todo cambi¨®. Donna desapareci¨® durante dos meses, un comportamiento inusitado en ella. Para cuando la encontraron, ya no era la misma. Ten¨ªa un extra?o eccema en la piel y mov¨ªa las piernas de una forma rara. Como si no formaran parte de su cuerpo.
Las familias de las 74 v¨ªctimas mortales de la encefalopat¨ªa bovina registradas hasta la fecha podr¨ªan haber sacado de dudas a su progenitor de inmediato. La chica se hab¨ªa contagiado comiendo carne de res contaminada y la neuropat¨ªa empezaba a destruir su cerebro.
"A Donna le gustaban las hamburguesas y los pasteles de carne, pero nunca pens¨¦ que pudiera tener una enfermedad de las que salen en la televisi¨®n", repite ahora Billy McIntyre, que la ha encontrado m¨¢s de una vez escondida como un animal herido junto a la cama del hospital y con expresi¨®n de terror. La misma que ten¨ªa Clare Tomkins, una joven de 24 a?os que llevaba 11 siendo vegetariana y muri¨® infectada en 1998 "con los ojos llenos de miedo", seg¨²n ha recordado su padre, Roger. ?l es uno de los miembros del grupo de familiares que han unido sus fuerzas para pedir una disculpa oficial y una compensaci¨®n econ¨®mica por lo ocurrido.
En casa de los McIntyre, lo peor est¨¢ a¨²n por llegar. Dentro de poco Donna perder¨¢ la voz y la vista y ser¨¢ incapaz de tragar. Tendr¨¢n que ponerle una sonda g¨¢strica y ayudarla en sus necesidades m¨¢s ¨ªntimas. El mismo final desesperado que aguarda tambi¨¦n a otros 11 pacientes desahuciados ya por los m¨¦dicos en el Reino Unido .
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