74 muertos y cuatro millones de reses sacrificadas
M¨¦dula y cerebro
La vaca 133 ocupa un lugar especial en los anales m¨¦dicos del Reino Unido. De raza frisona (holandesa), pero criada en suelo brit¨¢nico, fue la primera en mostrar, en diciembre de 1984, en una granja de Surrey (al sur de Inglaterra) los s¨ªntomas de una extra?a enfermedad. Las patas le fallaban y, aletargada, se ca¨ªa inesperadamente. Dos meses despu¨¦s de que su due?o informara al veterinario, la res hab¨ªa muerto. Ten¨ªa la encefalopat¨ªa espongiforme bovina (EEB), un mal degenerativo que agujerea el cerebro. Desde entonces la enfermedad se ha cobrado 74 vidas y arruin¨® la reputaci¨®n del Gobierno conservador de la ¨¦poca por asegurar, durante 12 a?os m¨¢s, que la carne brit¨¢nica de vacuno era apta para el consumo.En 1986, el Ministerio de Agricultura reconoci¨® la encefalopat¨ªa bovina como enfermedad que deb¨ªa ser notificada. La advertencia sirvi¨® de poco. El entonces titular de Agricultura, John MacGregor, no fue informado hasta 1987. Un a?o despu¨¦s se prohibi¨® alimentar a las reses con piensos elaborados con restos de ovejas, que padecen scrapie, la versi¨®n de la encefalopat¨ªa en el ganado lanar. Los cient¨ªficos sostienen que ese tipo de alimento fue el causante de la epidemia.
En 1988 empez¨®, adem¨¢s, el sacrificio de reses infectadas. Han pasado por mataderos especializados unos cuatro millones de cabezas. En 1999 hubo 2.250 casos confirmados. Otras 827.000 reses han sido sacrificadas hasta hoy.Con la lentitud que ha caracterizado todo el proceso, el Gobierno prohibi¨® en 1989 la venta de m¨¦dula espinal y cerebro de las reses. A pesar de que las precauciones crec¨ªan, John Gummer, nuevo ministro conservador de Agricultura, asegur¨® en 1990 que no hab¨ªa pruebas "en ninguna parte del mundo" de que la enfermedad hubiera atravesado la barrera de las especies infectando al hombre. Para demostrar la confianza del Gobierno en la carne local, le dio en p¨²blico a su peque?a hija Cordelia una hamburguesa. Cinco a?os m¨¢s tarde, su sucesor, Douglas Hogg, segu¨ªa manteniendo que el contagio era imposible. La muerte, en mayo de 1995, de Stephen Churchill, de 19 a?os, por la variante humana del mal, precipit¨® las cosas. Para cuando Stephen Dorrell, entonces ministro de Sanidad, anunci¨® en 1996 que la transmisi¨®n era posible, hab¨ªa ya 10 muertos. El posterior veto europeo a la exportaci¨®n de vacuno, levantado en 1998, le ha costado al pa¨ªs 4.000 millones de libras. Con la victoria laborista en 1997, Blair trat¨® de recuperar a la ciudadan¨ªa y encarg¨® el informe oficial ahora publicado.
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