Nuevas acusaciones contra P¨ªo XII por la actitud del Vaticano ante el holocausto

Trabajan con el sigilo de un c¨®nclave, hospedados incluso en la misma residencia que acoger¨¢ a los cardenales que elijan al pr¨®ximo Papa, pero las filtraciones no han tardado en producirse. Y hablan de silencios y omisiones. La comisi¨®n mixta de expertos jud¨ªos y cat¨®licos encargada de aclarar la actitud de P¨ªo XII ante el holocausto ha concluido que este pont¨ªfice no estuvo a la altura de las circunstancias en aquella terrible ocasi¨®n.

P¨ªo XII era m¨¢s anticomunista que antifascista, crey¨® que el nazismo era un fen¨®meno pasajero, era m¨¢s diplom¨¢tico que pastor y tuvo miedo de a?adir le?a al fuego si alzaba su voz contra las barbaridades de Hitler. Esas son algunas de las explicaciones escuchadas ayer entre los analistas cat¨®licos para mitigar los efectos de una filtraci¨®n. Pero no era posible que el Pont¨ªfice desconociera el drama que algunas minor¨ªas estaban sufriendo en muchos pa¨ªses europeos, porque algunos de sus nuncios apost¨®licos enviaron a la Santa Sede reiterados informes sobre la situaci¨®n. Elegido papa en 1939, P¨ªo XII fue nuncio en Berl¨ªn entre 1217 y 1929, y secretario de Estado de P¨ªo XI. En 1963, el dramaturgo Rolf Hochhuth, en su drama El Vicario, un gran esc¨¢ndalo en toda Europa, suscit¨® la pol¨¦mica que ahora se intenta despejar. El Vaticano ha paralizado la beatificaci¨®n de este pont¨ªfice, que Juan Pablo II quer¨ªa realizar junto a la de Juan XXIII. Ha sido el peri¨®dico franc¨¦s Le Monde quien se alz¨® con las secret¨ªsimas conclusiones de la comisi¨®n mixta de jud¨ªos y cat¨®licos, entregadas ya al cardenal Edward Cassidy, presidente del Consejo pontificio para el di¨¢logo con el judaismo, e inmediatamente la prensa italiana las recogi¨® con gran sobresalto. "Sombras sobre el Vaticano", titula La Repubblica. "Preguntas sin respuesta", dice La Stampa. "Nuevas preguntas para un silencio", escribe Corriere della Sera.

Seg¨²n las revelaciones de Le Monde, hay 45 puntos pendientes de aclarar -los expertos de la comisi¨®n se quejan, adem¨¢s, de que sigue habiendo archivos inaccesibles-, entre los que destacan el silencio del Vaticano ante la criminal noche de los cristales, el 9 de noviembre de 1938; por qu¨¦ P¨ªo XII dijo s¨ª a las leyes raciales del r¨¦gimen del mariscal Petain en Francia, una actitud por la que, m¨¢s tarde, el general Charles de Gaulle estuvo a punto de expulsar del pa¨ªs a gran parte de los obispos cat¨®licos -P¨ªo XII envi¨® con urgencia al cardenal Roncalli, futuro Juan XXIII, para que aplacara las iras del presidente de la Rep¨²blica francesa, que finalmente se conform¨® con el exilio de media docena de prelados-, y por qu¨¦ recibi¨® en 1943 en Roma a Ante Pavelic, el l¨ªder del Estado fascista croata que masacr¨® a cientos de miles de serbios, jud¨ªos y gitanos. La prensa conservadora italiana se ha tomado alguna venganza se?alando en este caso que el visto bueno al r¨¦gimen colaboracionista de Vichy sali¨® directamente de la secretar¨ªa de Estado vaticana, cuyo titular era el cardenal Montini, futuro papa Pablo VI.

El cat¨®lico John Morley, que forma parte de la comisi¨®n mixta, rechaz¨® ayer la existencia de un enfrentamiento con los estudiosos jud¨ªos que haya "ofuscado una serena investigaci¨®n" y a?adi¨® que algunos documentos "pueden ser interpretados de diferentes formas". Su compa?ero Bernard Suchecky record¨® que "el anacronismo es el gran enemigo de la historia" y que "no se puede aplicar a la Santa Sede de la ¨¦poca la visi¨®n del mundo que tenemos hoy". El antijuda¨ªsmo cat¨®lico solamente fue puesto en tela de juicio tras el Concilio Vaticano II, a?adi¨® Suchecky.

Por parte cat¨®lica integran la comisi¨®n de expertos Eva Fleischer, de la Universidad norteamericana de New Jersey, Gerald Fogarty, jesuita y profesor de la Universidad de Virginia, y John Marley, de la Universidad de Setton Hall. Los historiadores jud¨ªos autorizados por el Vaticano a hurgar en sus archivos, adem¨¢s del citado Sucherty, son Michael Marrus, profesor de estudios sobre el Holocausto en la Universidad de Toronto (Canad¨¢), y Robert Wistrich, de la universidad hebraica de Jesural¨¦n.