El PNV y el proceso de paz en el Ulster
A menudo, los dirigentes peneuvistas justifican su di¨¢logo con ETA mediante la comparaci¨®n con quienes en Irlanda entablaron conversaciones con el IRA. Sin embargo, los nacionalistas vascos omiten mencionar las bases sobre las que se sustent¨® el di¨¢logo con los terroristas en Irlanda. All¨ª el di¨¢logo que ha conducido a la paz no se ha basado en la radicalizaci¨®n del nacionalismo democr¨¢tico, sino en la constitucionalizaci¨®n del nacionalismo violento, fen¨®meno opuesto a lo que ha intentado la direcci¨®n del PNV al atender a las exigencias de sectores independentistas. La superaci¨®n del proyecto autonomista tradicionalmente defendido por el PNV es totalmente contraria a la evoluci¨®n que el nacionalismo irland¨¦s ha experimentado y que debe considerarse como una de las claves del ¨¦xito del proceso de paz.Fue s¨®lo despu¨¦s de que ETA asesinara a m¨¢s de media docena de personas cuando Xabier Arzalluz reconoci¨® el fracaso de su apuesta por el di¨¢logo con HB y su brazo armado indicando que "el problema es que no saben salir despu¨¦s de 40 a?os" de violencia. Esta afirmaci¨®n parec¨ªa asumir que exist¨ªa una voluntad por parte de ETA de abandonar la violencia, si bien los hechos han demostrado lo contrario. En cambio, el proceso de paz norirland¨¦s ha sido posible porque ha habido una voluntad por parte de los principales actores de poner t¨¦rmino al conflicto armado. Una vez exist¨ªa esa voluntad, el problema radicaba en consensuar un m¨¦todo para lograr esa conclusi¨®n. La b¨²squeda del mismo y su puesta en pr¨¢ctica indudablemente iba a resultar compleja, pero lo esencial era que todos coincid¨ªan en el objetivo final de ese m¨¦todo: una Irlanda del Norte sin violencia.
Martin McGuinness as¨ª se lo transmiti¨® al Gobierno brit¨¢nico cuando le hizo llegar el siguiente mensaje en 1993: "El conflicto se ha acabado, pero necesitamos vuestro consejo sobre c¨®mo concluirlo. Deseamos tener un alto el fuego no declarado con el fin de mantener un di¨¢logo que lleve a la paz. No podemos anunciar semejante movimiento porque confundir¨¢ a los voluntarios, ya que la prensa lo malinterpretar¨ªa como una rendici¨®n. No podemos ofrecer p¨²blicamente la renuncia de violencia que desea el ministro , pero ser¨ªa dada en privado siempre que estuvi¨¦ramos seguros de que no estamos siendo enga?ados". McGuinness niega que ¨¦sas fueran sus palabras. Sin embargo, Denis Bradley, un antiguo sacerdote que celebr¨® el matrimonio de McGuinness y actu¨® como intermediario entre los republicanos y los brit¨¢nicos desde la d¨¦cada de los setenta, asegura que ¨¦l fue uno de los autores de esa nota que sintetizaba la postura del l¨ªder del IRA tal y como le fue expresada a trav¨¦s de los estrechos contactos entre ambos.
Es muy significativo que ni brit¨¢nicos ni republicanos han hecho p¨²blicos algunos de los contactos secretos que precedieron al alto el fuego. Fuentes pr¨®ximas a ambos aseguran que en esos contactos los republicanos mostraban claramente su voluntad de poner t¨¦rmino al conflicto a pesar de que ello no supusiera la materializaci¨®n de sus exigencias m¨¢ximas. Al seguir ocultando el contenido de esos contactos se satisface el secretismo requerido por McGuinness en el mensaje arriba citado.
Esta postura del IRA era muy diferente a la que en 1988 mostr¨® el grupo cuando otro de sus l¨ªderes, Gerry Adams, se entrevist¨® en secreto con Martin Mansergh, representante del Gobierno irland¨¦s. ?ste no percibi¨® en Adams "un compromiso firme de detener la violencia ni deseos de alcanzar la paz", por lo que decidi¨® cortar los contactos. Ese mismo a?o, Adams inici¨® un di¨¢logo con John Hume, l¨ªder del SDLP, el principal partido nacionalista en la regi¨®n. Tampoco trajo la paz porque los intereses de ambos l¨ªderes eran contrapuestos: el SDLP deseaba que el Sinn Fein persuadiera al IRA de que abandonara la violencia, pero el Sinn Fein quer¨ªa que el SDLP se apartara de cualquier iniciativa que no garantizara la unificaci¨®n de Irlanda.
En 1989 retomaron el di¨¢logo que a?os despu¨¦s desembocar¨ªa en el documento Hume-Adams, cuyo esp¨ªritu se asemejaba bastante al de la Declaraci¨®n de Lizarra. En ¨¦l se reconoc¨ªa el derecho a la autodeterminaci¨®n del pueblo irland¨¦s en su conjunto y que su ejercicio podr¨ªa derivar en la unidad entre el Norte y el Sur de la isla. Una de las razones por la que los brit¨¢nicos rechazaron un documento que incluso el premier irland¨¦s Albert Reynolds describi¨® como "nacionalista" y "desequilibrado", fue la ambig¨¹edad sobre el llamado principio del consentimiento. En aquel entonces, Hume y Adams no reconocieron expl¨ªcitamente y con claridad lo que luego s¨ª aceptaron de forma inequ¨ªvoca como uno de los pilares del proceso de paz que gener¨® el Acuerdo de Viernes Santo: que la autodeterminaci¨®n de Irlanda quedaba condicionada a la autodeterminaci¨®n de los habitantes de Irlanda del Norte, donde los unionistas constitu¨ªan la mayor¨ªa. O sea, que no habr¨ªa Irlanda unida sin el consentimiento de los unionistas.
En 1993 Hume, al igual que el PNV tras la firma de Lizarra, critic¨® a su Gobierno por rechazar esa propuesta nacionalista elaborada con Adams que defini¨® como la f¨®rmula para la paz. Los brit¨¢nicos tem¨ªan que el apaciguamiento del IRA con ambiguas promesas sobre la realizaci¨®n de sus objetivos s¨®lo alimentar¨ªa sus expectativas. Sus temores pueden resumirse con el argumento utilizado por Anasagasti en el contexto vasco: "ETA es una fiera que s¨®lo se calmar¨¢ si te dejas comer por ella, no por que la acaricies". No obstante, el PNV ha acariciado a la fiera sustituyendo su tradicional autonomismo por un soberanismo m¨¢s pr¨®ximo a los planteamientos de ETA. Como he sintetizado en las l¨ªneas precedentes, una similar radicalizaci¨®n del nacionalismo democr¨¢tico fue uno de los caminos que Hume tante¨® en sus esfuerzos por seducir al IRA, pero que finalmente desech¨® obligando a los republicanos a acometer una constitucionalizaci¨®n que les ha llevado a aceptar una mera autonom¨ªa para Irlanda del Norte.
La evoluci¨®n del IRA hacia las posturas defendidas por el nacionalismo constitucional se aprecia al comparar su actual aceptaci¨®n de un Gobierno aut¨®nomo con las exigencias que en 1972 expuso al Gobierno brit¨¢nico: autodeterminaci¨®n del pueblo irland¨¦s, retirada brit¨¢nica y amnist¨ªa para sus presos. Al imponer entonces esas condiciones maximalistas, estaban autom¨¢ticamente rechazando una soluci¨®n pol¨ªtica, pues semejantes exigencias s¨®lo podr¨ªan obtenerse mediante la fuerza, opci¨®n que ya hab¨ªan descartado al considerar imposible una victoria militar sobre los brit¨¢nicos. Los documentos de ETA demuestran que su planteamiento no es muy diferente al del IRA en aquella ¨¦poca. ETA presenta como "razonables argumentos" para la soluci¨®n del conflicto unos t¨¦rminos incondicionales sin aceptar posiciones intermedias en las que pudiera explorarse el consenso. Con ello la organizaci¨®n demuestra una total incoherencia entre la soluci¨®n pol¨ªtica que dice reclamar y los m¨¦todos militares que ser¨ªan los ¨²nicos capaces de garantizar unas aspiraciones absolutas como las que demanda. Por tanto, no se aprecia voluntad de articular un proceso de resoluci¨®n del conflicto, como la propia ETA reconoce al anteponer la llamada construcci¨®n nacional sobre la paz.
Si, parafraseando a ETA, el IRA hubiese mantenido que la paz s¨®lo se alcanzar¨ªa tras la unificaci¨®n de Irlanda, jam¨¢s se habr¨ªa firmado el Acuerdo de Belfast. Por ello el IRA y el Sinn Fein optaron por un proceso de paz a lo largo del cual no ha sido el nacionalismo constitucional el que ha alterado su ideolog¨ªa, sino el republicanismo violento. Los reveladores documentos sobre los contactos entre ETA y el PNV, as¨ª como el giro soberanista emprendido por este partido demuestran que no han aprendido tan decisiva lecci¨®n del modelo irland¨¦s. El nacionalismo democr¨¢tico no deber¨ªa ignorar que el ¨¦xito del terrorismo depende de las acciones de quienes son sus objetivos. Tanto ETA como el IRA distinguen entre los objetivos de la violencia y los objetivos del terror. Los primeros son las v¨ªctimas mientras que entre los segundos se incluyen las formaciones nacionalistas sobre las que se pretende influir a trav¨¦s de la violencia. Como ha demostrado Irlanda, por ello resultan contraproducentes para la pacificaci¨®n los cambios estrat¨¦gicos de partidos nacionalistas con un apoyo popular del que los radicales carecen al ser interpretados por ¨¦stos como una confirmaci¨®n de la efectividad de su violencia.
Rogelio Alonso es profesor investigador del Institute of Irish Studies en la Queen's University of Belfast y autor de La Paz de Belfast, Alianza editorial, 2000.
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