De hecho y de derecho J. J. P?REZ BENLLOCH
Adm¨ªtasenos la obviedad: este pa¨ªs ha cambiado y mejorado. De otro modo estar¨ªamos ahora enzarzados en una pol¨¦mica vidriosa, agobiante y anacr¨®nica a prop¨®sito del proyecto de ley de la Generalitat Valenciana por el que se regulan las uniones de hecho. Y no ha sido as¨ª. El texto legal aprobado por el Gobierno auton¨®mico, y que ha sido divulgado, apenas si ha suscitado reacciones negativas y se pueden contar con los dedos de una mano las subidas de tono. Lo cual, insistimos, delata un plausible grado de madurez social, por m¨¢s que algunos la confundan con la indiferencia o el secular meninfotisme que equivale al vivir y dejar vivir, que no es mala pauta de convivencia.Como era de esperar, y sobre todo pertinente en un r¨¦gimen plural, la Iglesia, se ha dejado o¨ªr por boca de algunos de sus pastores m¨¢s calificados y ciertos de sus guardias pretorianos. El arzobispo de Valencia, monse?or Garc¨ªa Gasco, sac¨® a colaci¨®n el presunto espantajo de las "utop¨ªas marxistas", lo que quiz¨¢ pudo abrumar a su grey, pero dudosamente iluminarla en punto a las parejas desamparadas de todo refrendo legal; el prelado de Segorbe, Juan Antonio Reig, consecuente con su l¨ªnea tridentina, ha dicho en la Hoja parroquial de la di¨®cesis que "tratar de equiparar las uniones de hecho a la familia es una involuci¨®n cultural como no la ha habido desde hace tres mil a?os", lo que, como m¨ªnimo, ha de dejarnos estupefactos. Otros opinantes y comentaristas han vertido juicios de distinto signo, aunque todos ellos moderados.
Lo cual, y dicho a modo de corolario, prueba que la ley en cuesti¨®n llega en el momento oportuno debido a que la sensibilidad mayoritaria est¨¢ abonada para este g¨¦nero de novedades. Y haber pulsado la oportunidad es un m¨¦rito que le corresponde a este gobierno del presidente Zaplana, que, dicho sea de paso, bien pudo dejarla pasar para que fuese otro partido, o cuanto menos otra legislatura, la que pechase con el riesgo de una contestaci¨®n mayor.
Sin embargo, tampoco habr¨ªa de chocarnos tanto que la Consejer¨ªa de Bienestar Social, regida por Rafael Blasco, acometiese esta innovaci¨®n. El citado consejero tiene una singular propensi¨®n a elaborar leyes de fuste. De su tr¨¢nsito por la Generalitat al frente de distintos departamentos queda una estela legislativa nutrida por las leyes del Gobierno Valenciano, la de Funci¨®n P¨²blica, la de RTVV, la de S¨ªmbolos de la CV, las de Impacto Ambiental y la de Parajes Naturales, entre otras. Es posible que ¨¦sta que glosamos haya sido la m¨¢s azarosa por las fibras religiosas e institucionales que sacude, pero asimismo, y por lo dicho, la m¨¢s tentadora. Incluso las presiones y reticencias provocadas han sido, a buen seguro, un aliciente para estos dos navegantes de la pol¨ªtica que son el molt honorable y el consejero.
Parida la ley, sin m¨¢s sangre derramada que la arriba anotada, no han faltado comunidades aut¨®nomas que se hayan interesado por la letra y la praxis que la ha parido, lo que reitera la saz¨®n del proyecto, pues se trata de un fen¨®meno -las uniones de hecho- com¨²n y general que estaba reclamando este espaldarazo. Ahora, y aunque algunos sectores del PP hayan de hacer de tripas coraz¨®n, no va a quedar m¨¢s remedio que apuntarse al carro y dar pruebas renovadas del centrismo predicado con leyes similares. En esta ocasi¨®n, no parece discutible que el Pa¨ªs Valenciano se ha convertido en un referente estatal, como tanto gusta repetir a los prohombres de la Generalitat.
Por ¨²ltimo, no debemos dejar de mencionar la expresa y comedida anuencia de los colectivos m¨¢s beneficiados, los de gays y lesbianas. Son posiblemente lo que mejor han comprendido la dificultad del proyecto por las concepciones a menudo irreconciliables que converg¨ªan. Han sido los m¨¢s tolerantes con las forzosas lagunas y limitaciones de la ley, impuestas generalmente por la carencia de competencias estatutarias y jur¨ªdicas para colmarlas. Pero esa ser¨¢ una pr¨®xima batalla. Por el momento, las uniones de hecho ya pueden ser de derecho y amparadas por los poderes p¨²blicos. ?Qui¨¦n nos lo iba a decir?
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