El dolor de abandonar La Zamarra
Cambi¨® una casa con vistas al madrile?o Parque del Retiro por un modesto piso que mira a una corrala sin historia en el barrio de Xirivella. Dolores Vargas dej¨® atr¨¢s los rostros del papel cuch¨¦ por caras an¨®nimas que no reconoc¨ªan la suya. Regal¨® sus batas de cola, sus mantillas, las peinetas y los tacones que luci¨® en los mejores tablaos acompa?ando al Pr¨ªncipe Gitano y los transform¨® en discretos atav¨ªos de abuela entregada.Lo que quedaba de las mieles de estrella, que pase¨® garbo gitano con Campuzano al piano, lo emple¨® en su hogar, en un rinc¨®n de la finca La Zamarra. Dolores Vargas, raza pura sobre el escenario, se?ora del flamenco y esposa del creador de Achilup¨², es una de las vecinas que ayer se debat¨ªan entre la rabia y la pena mientras guardaban sus cosas en bolsas ente la amenaza de desalojo.
"Si mi arte parara esto, ir¨ªa a donde fuera, a pesar de la diabetes, y arrancar¨ªa sonrisas con lo m¨¢s alegre de mi repertorio", dec¨ªa ayer Dolores. Las cajas se amontonan en el sal¨®n y los adornos han dejado desnudas las paredes. Sobre el sill¨®n, resisti¨¦ndose a papel y celo, la fotograf¨ªa de un carboncillo de Dolores con su marido, Pepe, hecho en el restaurante La Dorada de Madrid. "Aqu¨ª ya estaba enfermo, pobrecito".
Pepe muri¨® hace 13 a?os. Con ¨¦l se llev¨® las ilusiones de Dolores. "Durante cinco a?os, se me fue la cabeza. No pod¨ªa cantar ni bailar. Pasaba el tiempo y mi pena era cada vez m¨¢s honda. Hace poco m¨¢s de dos a?os decid¨ª venir aqu¨ª, cerca de mi ¨²nica hija, de mis dos nietos. Arregl¨¦ esta casa. Y ahora, el mismo alcalde que me dedica un homenaje nos echa de nuestras casas. No quiero placas. Quiero que esto se arregle. Aqu¨ª viven familias que no tienen d¨®nde ir, ni?os peque?os que se quedan en la calle. ?Por qu¨¦?".
La respuesta es un informe t¨¦cnico de los especialistas de urbanismo del Ayuntamiento de Xirivella. En mayo de 1999, los vecinos son sabedores de que una inspecci¨®n declara que la finca La Zamarra, construida hace 50 a?os y con 48 viviendas, est¨¢ en mal estado.
De nada han servido idas y venidas al consistorio, en manos del socialista Josep Santamar¨ªa. De nada vali¨® un informe alternativo realizado por otros arquitectos y cuyo dictamen es bien distinto -reconoce que el edificio necesita mejoras pero no considera su estado de ruinoso-. El Ayuntamiento hizo prosperar su orden de desalojo. Los vecinos interpusieron recurso por la v¨ªa administrativa. Hace unas semanas el fallo judicial les fue desfavorable. Ayer se cumpl¨ªa el primer plazo dado para salir de las casas. De momento, permanecen veinte familias y el alcalde asegur¨® que no har¨¢ efectivo el desalojo hasta que dentro de unos d¨ªas tenga en la mano una sentencia firme.
Entre tanto, Jos¨¦, artista pl¨¢stico, empaqueta su obra y la salva de una posible intervenci¨®n policial. Marina, alrededor de 30 a?os y tres hijos, se afana en meter ropa y juguetes en bolsones de basura. No tiene maletas ni cajas. Maruja, una de las vecinas m¨¢s mayores del inmueble, ha trasladado a su marido enfermo a una residencia, para evitarle el disgusto. En La Zamarra viven gitanos y payos, pensionistas y vendedores ambulantes. Muchos sobreviven con 41.000 pesetas. El resto del barrio calla.
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