Los galardones de este a?o confirman el dominio de EE UU
Un a?o m¨¢s, Estados Unidos ha dominado en ese especial derby del conocimiento que es el Premio Nobel de las disciplinas cient¨ªficas, con seis premiados, junto a un sueco, un japon¨¦s y un ruso. En los ¨²ltimos 30 a?os, estadounidenses han sido 40 de los 70 premiados en F¨ªsica, 32 de los 56 premiados en Qu¨ªmica y 41 de los 68 premiados en Medicina, a pesar de que la producci¨®n cient¨ªfica de EE UU es s¨®lo del 32,6% del total, medida en publicaciones.
El famoso galard¨®n cumple este a?o su primer siglo de existencia y, ante tales cifras, los estadounidenses se preguntan, con su ingenuidad caracter¨ªstica, la raz¨®n de su predominio. "?Somos m¨¢s listos?", preguntaba hace unos d¨ªas la corresponsal cient¨ªfica de la agencia Reuters a Phillip Schewe, miembro del Instituto Americano de F¨ªsica. "Probablemente, no. Creo que se debe a que hay m¨¢s dinero involucrado en la investigaci¨®n", contestaba Schewe. El dinero explica, sin duda, una parte de la cuesti¨®n, pero influyen otros factores, como el peso pol¨ªtico del pa¨ªs.As¨ª se explican determinados olvidos, como el ocurrido en 1998 cuando la Academia sueca decidi¨® conceder el premio de Medicina al descubrimiento del papel del ¨®xido n¨ªtrico en diversas funciones del organismo, especialmente en la regulaci¨®n de la presi¨®n sangu¨ªnea, dejando de lado al pionero y principal investigador del tema, el hondure?o Salvador Moncada. Estos descuidos han sido una constante en la historia del premio, especialmente cuando se trataba de cient¨ªficos del Tercer Mundo, incluyendo a Espa?a en este cap¨ªtulo.
Los espa?oles han sufrido esta sutil discriminaci¨®n incluso en aquellos casos en que fueron premiadas las investigaciones en las que ellos hab¨ªan participado m¨¢s activamente, como ha ocurrido en los ¨²ltimos a?os con Mariano Barbacid y Antonio Garc¨ªa Bellido. El premio de 1989 lo recibieron Harold Varmus y Michael Bishop por sus investigaciones pioneras sobre los oncogenes. Barbacid, que encabezaba el grupo que identific¨® los primeros oncogenes en seres humanos, se qued¨® fuera. Algo similar ocurri¨® en 1995 cuando fueron premiados Edward Lewis, Eric Wieschaus y Christiane N¨¹sslein-Volhard por sus trabajos en gen¨¦tica del desarrollo, una especialidad en la que Garc¨ªa Bellido ha sido uno de los pioneros mundiales, con un enorme reconocimiento que no tuvieron en cuenta los miembros del Instituto Karolinska.
Aun con todas sus deficiencias, la trayectoria del Premio Nobel dibuja un panorama acertado de los derroteros que ha tomado la investigaci¨®n durante el siglo XX y pone de manifiesto el modo en que la investigaci¨®n ha ido cambiando. Por ejemplo, la distribuci¨®n de premios por nacionalidades muestra claramente el traslado de la actividad cient¨ªfica pionera de Europa a Estados Unidos. Cuando se suspendi¨® su entrega por culpa de la II Guerra Mundial, Europa segu¨ªa siendo el centro de la investigaci¨®n mundial. Alemania contaba por entonces con 34 premiados (sin incluir a Einstein, que figuraba como suizo); Gran Breta?a, con 22; Francia, con 16, y Estados Unidos, con tan s¨®lo 13. De los 128 premios en ¨¢reas cient¨ªficas otorgados hasta entonces, 112 se quedaron en nuestro continente, 15 se fueron a Am¨¦rica y uno a Asia.
Desde entonces, las cosas han cambiado notablemente. ?frica se ha incorporado con un premio a la lista, Asia (incluyendo Australia) ha incrementado su presencia alcanzando 12 premios y Am¨¦rica ha superado ampliamente a Europa con 190 premiados por 138. Bien es verdad que much¨ªsimos de estos cient¨ªficos eran nacidos en Europa y que fue la guerra, y sobre todo la posguerra, la que forz¨® su emigraci¨®n. El ejemplo m¨¢s cercano es el de Severo Ochoa, que consta como estadounidense en la relaci¨®n de los premiados, ya que ¨¦sta era su nacionalidad (y nunca renunci¨® a ella) y all¨ª realiz¨® la mayor parte de su carrera cient¨ªfica.
Los emigrados encontraron, y siguen encontrando, un clima propicio a la investigaci¨®n, tanto b¨¢sica como aplicada, y una atm¨®sfera calurosa que les llev¨®, con los a?os, a adquirir la nacionalidad estadounidense. Este factor sigue pesando en las cifras. De hecho, de los seis premiados de ese pa¨ªs en la presente edici¨®n, tres son extranjeros por origen y nacimiento; uno, austriaco; otro, alem¨¢n, y un tercero, neozeland¨¦s.
Otro factor distintivo es la obsesi¨®n por el Nobel que se vive en Estados Unidos y que ha orientado en muchas ocasiones la actividad cient¨ªfica. Las universidades m¨¢s destacadas pugnan descaradamente por conseguir el mayor n¨²mero posible de galardones. "En Estados Unidos tienen las ideas muy claras, trabajan pensando en el Premio Nobel y van a por ¨¦l. Saben lo que hay que buscar y ponen todos los medios para encontrarlo. Muchos lo consiguen, pero tambi¨¦n muchos se quedan en el camino", dice Mariano Esteban, director del Centro Nacional de Biotecnolog¨ªa y con 20 a?os de experiencia en investigaci¨®n en aquel pa¨ªs.
La rigidez de las normas
Las normas que rigen la concesi¨®n de los premios, establecidas por el Comit¨¦ Nobel y no por el testamento de su creador, Alfred Nobel, resultan en ocasiones anacr¨®nicas y han sido causa de injusticias y olvidos. Es lo que ocurre con el l¨ªmite de tres galardonados por a?o y apartado o el hecho de que, salvo en el premio de la Paz -uno de los ¨²ltimos en incorporarse a estos galardones-, no se otorgue nunca a grupos o instituciones.
La investigaci¨®n cient¨ªfica ha cambiado mucho durante este siglo y los descubrimientos ya no son, salvo raras excepciones, la labor de una persona, sino de un grupo, y con frecuencia de varios equipos repartidos por todo tipo de universidades y centros de diferentes pa¨ªses.
Las cifras tambi¨¦n reflejan esta evoluci¨®n, y mientras que en el periodo 1901-1940 los premiados individualmente fueron 80, hubo 21 premios dobles y tan s¨®lo en dos ocasiones un galard¨®n se otorg¨® a tres personas, en el periodo 1971-2000 en 37 ocasiones un galard¨®n se ha otorgado a tres personas, en 30 ocasiones a dos y en 23 a una sola. En cambio, una norma emanada de la voluntad de Nobel -que el premio se concediera a una investigaci¨®n realizada el a?o anterior- ha sido modificada con muy buen criterio. En la actualidad es dif¨ªcil en muchas ocasiones juzgar con tan poco tiempo la importancia real de un descubrimiento. Es necesario con frecuencia que pasen algunos a?os antes de comprobar plenamente la validez del hallazgo o de que muestre todas sus posibilidades.
El criterio actual es conceder el premio a un descubrimiento cuya importancia se haya puesto de manifiesto el a?o anterior, lo que en la pr¨¢ctica implica que no hay plazo. El Nobel es, por ello, el reflejo de los derroteros de la ciencia, pero con un cierto retraso temporal.
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