El final de la 'era Clinton'
Prosperidad y moral clintonianas
En 1992, la sociedad estadounidense se sent¨ªa abrumada y desmoralizada por una serie de problemas sociales de proporciones ins¨®litas, que adem¨¢s parec¨ªan insolubles. Por ejemplo, el 14% de la poblaci¨®n viv¨ªa por debajo del nivel oficial de pobreza. No hab¨ªa ciudad que no estuviese azotada por el esc¨¢ndalo cruel de miles de hombres y mujeres sin techo que arrastraban por las calles sus harapos y la carga de sus enfermedades mentales. El n¨²mero de ni?os en hogares rotos crec¨ªa sin parar. La paternidad ileg¨ªtima afectaba al 31% de todos los nacimientos. Un tercio de estas madres solteras eran menores de 20 a?os, en su mayor¨ªa adolescentes inmaduras. La violencia juvenil se hab¨ªa convertido en una pesadilla colectiva tan incomprensible como aterradora: de los 24.300 asesinatos ocurridos en ese a?o, unas 3.400 v¨ªctimas fueron ejecutadas a mano armada por menores de 18 a?os. La mayor¨ªa de los agresores eran demasiado j¨®venes para darse cuenta de que la muerte no es reversible, no es un truco de la televisi¨®n.Hoy los norteamericanos gozan de un clima social m¨¢s saludable y disfrutan de un equilibrio entre aspiraciones y oportunidades dif¨ªcil de imaginar hace ocho a?os. Como es natural, las explicaciones var¨ªan. Los expertos hablan de una confluencia de factores: los beneficios de una econom¨ªa boyante, ciertos cambios demogr¨¢ficos como el envejecimiento de la poblaci¨®n, los frutos de programas preventivos de violencia y el liderazgo del presidente.
Las victorias electorales de Bill Clinton sobre George Bush padre en 1992 y Bob Dole en 1996 aportaron un periodo de prosperidad sin precedentes. Pero tambi¨¦n representan la evoluci¨®n de un pueblo dogm¨¢tico y saturado de principios morales simples y absolutos a otro m¨¢s complejo, indeciso y desorientado por normas de moralidad ambiguas.
Recordemos que Clinton forma parte de una generaci¨®n iconoclasta y dubitativa de lo que est¨¢ bien y lo que est¨¢ mal. Dos d¨¦cadas m¨¢s joven que sus oponentes, ambos veteranos condecorados de la II Guerra Mundial, Clinton proven¨ªa de una estirpe diferente. Naci¨® en el seno de una familia modesta tres meses despu¨¦s de que muriese su padre. Tuvo un padrastro alcoh¨®lico y un hermano drogadicto. Eludi¨® el servicio militar, se manifest¨® de pelo largo en contra de la guerra de Vietnam, fum¨® marihuana y se cas¨® con una abogada liberal, feminista y sin pelos en la lengua.
El primer reto que se plante¨® nada m¨¢s llegar a la Casa Blanca fue anular el reglamento que proh¨ªbe la entrada de homosexuales en el Ej¨¦rcito, por considerarlo discriminatorio. Su enfrentamiento con los sectores que pensaban que semejante cambio pondr¨ªa en peligro la seguridad nacional alcanz¨® tales niveles de sa?a que al final desisti¨®. Clinton nunca vacil¨® en su defensa incondicional de la despenalizaci¨®n del aborto, convencido del derecho de la mujer a decidir libremente sobre su cuerpo y su futuro, tema que siempre levanta enconadas pasiones en este pueblo.
Otra causa pol¨¦mica que persigui¨® fue limitar el acceso a las armas de fuego, un derecho amparado por la Constituci¨®n que, aparte de alimentar una gran industria lucrativa, tiene seducidos al 65% de los ciudadanos. Despu¨¦s decidi¨® querellarse contra las poderosas compa?¨ªas tabaqueras, acus¨¢ndolas de embaucar a los j¨®venes y de haber ocultado a sabiendas la relaci¨®n directa que existe entre el consumo de tabaco y algunas enfermedades mortales.
Bill Clinton intent¨® ser el l¨ªder de una revoluci¨®n social que promet¨ªa extender el seguro m¨¦dico a todos los estadounidenses. A pesar de que la asistencia sanitaria consume casi el 14% del producto bruto de la naci¨®n -mucho m¨¢s que ning¨²n otro pa¨ªs-, 44 millones de hombres y mujeres todav¨ªa carecen de seguro de enfermedad. Desafortunadamente, no pudo vencer la feroz oposici¨®n de las multinacionales farmac¨¦uticas, las compa?¨ªas de seguros, los colectivos m¨¦dicos privados y la industria hospitalaria. Pienso que ¨¦ste quiz¨¢ haya sido el fracaso pol¨ªtico m¨¢s frustrante y penoso de su presidencia.
En todos estos desaf¨ªos, Hillary Rodham, su mujer, desempe?¨® un protagonismo nunca visto en la Casa Blanca, algo que a menudo constituy¨® otro motivo m¨¢s de controversia. Hillary es persona discutida porque rompe la barrera entre la mujer profesional y la mujer madre. Aunque no emplea un lenguaje abiertamente feminista, tampoco elude dar la imagen de mujer fuerte, ambiciosa, persuasiva e inteligente. Es dif¨ªcil explicar los triunfos de Clinton -y por supuesto, el apoyo popular que recibi¨® durante su s¨®rdido procesamiento en 1998, por negar bajo juramento sus relaciones ad¨²lteras con la joven M¨®nica Lewinsky- sin tener en cuenta a su fiel compa?era.
Muchos estadounidenses comparten la opini¨®n de que estos ¨²ltimos ocho a?os forman un periodo caracterizado por gran prosperidad, pero tambi¨¦n por una moralidad decadente. En mi opini¨®n, el legado m¨¢s valioso de Bill Clinton ha sido ayudar a este pueblo a descubrir que el enemigo no est¨¢ fuera de sus fronteras, sino que casi siempre lo tiene dentro.
Luis Rojas Marcos dirige el sistema sanitario y hospitalario p¨²blico de Nueva York.
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